En este año que hemos hablado de vacunas más que nunca antes en nuestras vidas, la que desarrollaron en conjunto en Inglaterra la Universidad de Oxford y el laboratorio AstraZeneca ha sido la más charlada, comentada, discutida, cuestionada y, ahora, suspendida (lo lamento, camaradas, la Sputnik solamente puede aspirar a la medalla de plata). Al cierre de esta nota, trece países, once de ellos miembros de la Unión Europea, suspendieron temporalmente su aplicación para investigar una serie de eventos adversos, cuyo vínculo con la inoculación aún no está comprobado.
La Organización Mundial de la Salud respaldó esta tarde la vacuna británica con un documento en el que dice que “no hay indicios de que los eventos hayan sido causados por la vacuna” y que “ha evaluado que la incidencia de eventos tromboembólicos en la población vacunada no es mayor que en la población general”. Por eso, sostuvo que “los beneficios de la vacuna” de Oxford y AstraZeneca “superan a los riesgos” y recomendó “que se continúe usando para enfrentar al Covid” mientras que alentó a que se sigan investigando “los casos presentados en Europa”.
La polémica comenzó en Suecia y fue desparramándose por Europa como el propio virus. Terminó de estallar el lunes cuando el ministro de Salud alemán, Jens Spahn, anunció que ese país dejaría de usar la vacuna británica tras observar siete casos, tres mortales, de una extraña trombosis cerebral entre los 1,6 millones de personas que se la habían aplicado. Lo hizo contra la opinión de la Agencia Europea de Medicamentos, que todavía no terminó de evaluar treinta casos registrados en toda Europa, donde 5 millones de personas se dieron la de Oxford. A priori, la EMA coincide con la OMS: los beneficios son más que los riesgos.
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Sin embargo, el peso de la decisión alemana terminó arrastrando consigo a casi toda la Unión Europea. Además de Alemania, suspendieron en estos días su uso Francia, España, Italia, Países Bajos, Irlanda, Dinamarca, Noruega, Bulgaria, Islandia y Eslovenia, además de Indonesia y la República Democrática del Congo, en otros continentes. No dejó de tener un costo político fuerte, cuando Europa corre muy de atrás a los Estados Unidos y el Reino Unido en cuanto al alcance de la inmunización y con un tercer pico de infectados en el horizonte, causado por la expansión de variantes más agresivas del coronavirus.
El laboratorio ha informado, por su parte, que entre Europa y el Reino Unido se aplicaron 17 millones de vacunas con su fórmula, entre los que se detectaron 37 casos de eventos vinculados a coágulos: 15 fueron por trombosis aguda, los otros 22 por embolia pulmonar. En un comunicado, la médica jefe de AstraZeneca, Ann Taylor, aclaró que se trata de "cifras mucho menores que las esperadas naturalmente en una población general de ese tamaño” y que “reportar estos casos va más allá de los estándares habituales de monitoreo de medicamentos aprobados para asegurar la seguridad de todos”.
Existe en Europa una enorme especulación sobre los verdaderos motivos de la suspensión. Hay quienes creen que más que una medida precautoria con motivos científicos es la última (por ahora) jugada en un ajedrez político entre las autoridades de Bruselas y la empresa británica, sobre un tablero en el que se entrecruzan el Brexit, la escasez de vacunas, un negocio de miles de millones de dólares en el que están interesados jugadores privados y públicos de muchos países, contratos incumplidos, lobbys no confesables y el movimiento casi imperceptible de las placas tectónicas de la geopolítica a punto de chocar.
La saga de la Oxford empezó en lo más alto: fue la primera vacuna occidental en posicionarse en la pole position cuando se anunció, en junio del año pasado, que para septiembre podría comenzar a distribuir el primer millón de dosis. Una serie de eventos adversos detectados durante la Fase 3 de testeos clínicos demoró su aprobación hasta enero de este año. El cuello de botella causó una escasez que AstraZeneca resolvió incumpliendo contratos con la UE, en un pleito que en algunos casos llegó a judicializarse. En respuesta, se prohibió la exportación de dosis fabricadas en el bloque.
Luego, en febrero, hubo debates en torno a su aplicación a mayores de 65 años, también inflamadas desde Alemania, que había desautorizado su uso en esa franja etaria hasta tanto no concluyeran una serie de pruebas clínicas adicionales, mientras la EMA había aprobado que se aplicara a todos los adultos. En el Reino Unido, donde nunca interrumpieron la aplicación de la Oxford en adultos mayores, no se reportaron problemas en ese grupo de población. Por el contrario, a medida que se avanzó con la inmunización, la cantidad de casos detectados, internaciones y fallecimientos en esos sectores etarios cayó en picada.
De todas formas, es poco probable que la suspensión dictaminada hasta ahora por once países europeos sea permanente. En el peor de los casos, una vez que concluyan los estudios, podrá seguir administrándose, con contraindicaciones para personas que sean susceptibles a sufrir esos efectos adversos. De todas formas, la preocupación entre quienes se oponen a la medida es que unas pocas semanas de retraso en el operativo de inmunización puedan costar miles de vidas en un contexto de casos en alza y expansión de variantes más infecciosas y probablemente más letales.
Distinto es el caso en los Estados Unidos, donde hay 100 millones de dosis de esta vacuna guardada en depósitos esperando una aprobación de la FDA que difícilmente llegue a tiempo, porque la demanda en ese país ya está suplida largamente por otros proveedores. Por eso, es cada vez más fuerte el reclamo para que Joe Biden entregue esas vacunas a otros países que las necesitan y donde ya está aprobada. Al día de hoy existen aún más de cien países adonde no ha llegado ni una sola dosis de vacuna, mientras que unos pocos acaparan varias veces la cantidad necesaria para inmunizar a su población.
Por otra parte, a partir de varias demoras en Liomont, la planta mexicana que debe envasar el compuesto activo que fabrica en la Argentina el laboratorio mAbxience, se llegó a un acuerdo con AstraZeneca para que una fracción de esas partidas sea enviada directamente a los Estados Unidos para su fraccionamiento y envasado. A partir de esta novedad, se espera que a mediados de abril lleguen las primeras dosis al país, aunque no hay todavía precisiones respecto de las cantidades. Las que deben venir desde México, en tanto, recién estarán disponibles en el mes de mayo. El gobierno argentino no evalúa, por ahora, interrumpir su aplicación.