(Por Camil Straschnoy) Representantes del medio de comunicación ruso Novaya Gazeta, laureado con el Nobel de la Paz, y de la ONG Memorial, también ganadora del premio, afirmaron que las autoridades persiguen a quienes simplemente piden paz, al analizar en una visita a Argentina los cambios que hubo en el manejo de la información y en la sociedad civil de Rusia desde el lanzamiento de la invasión a gran escala contra Ucrania el año pasado.
Al día siguiente de comenzada la guerra, en la portada del periódico solamente salieron tres palabras: Rusia bombardea Ucrania. Ningún otro medio impreso repitió esto. Ningún otro nombró la agresión contra Ucrania por su nombre, indicó Kirill Martynov, editor en jefe de Novaya Gazeta, el diario independiente más antiguo del país, y exiliado en Riga (Letonia) desde el comienzo de la ofensiva.
Un mes después del inicio de la guerra, que por orden del Kremlin se la denomina operación militar especial, el diario dejó de salir a la calle ante las advertencias del ente regulador de comunicaciones y en septiembre la Justicia le revocó las últimas licencias de publicación.
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En el último año y tras algunas inéditas marchas antibélicas en las principales ciudades, el Gobierno ruso incrementó las penas de prisión para quienes publiquen información falsa sobre el ejército.
Además, endureció las leyes contra los agentes extranjeros, una categoría que abarca a asociaciones o personas que reciben fondos del exterior y que varias organizaciones de derechos humanos y medios de comunicación denuncian que es usada para reprimir sus actividades.
Nuestros periodistas se ven obligados a trabajar en el anonimato porque se enfrentan a enormes riesgos e intentan publicar en el extranjero las historias sin censura. Y devolvemos esta información a la sociedad rusa porque probablemente sea la única manera de que la gente pueda seguir debatiendo libremente sobre lo que ocurre en su propio país, manifestó Martynov, en un diálogo con la prensa organizado por la delegación argentina de la Unión Europea (UE).
Las leyes rusas prohibieron nombrarla como guerra y las autoridades persiguen a quienes simplemente piden paz. Hay un montón de detenidos simplemente por salir a la calle y llamar a la paz. No puedo imaginarme que esta situación haya ocurrido antes, incluso en los últimos tiempos de la Unión Soviética, porque oficialmente nuestro país siempre estuvo a favor de la paz, añadió.
El editor en jefe de Novaya Gazeta, Dmitri Muratov, recibió en 2021 el Nobel de la Paz por su "defensa desde hace décadas de la libertad de expresión en Rusia en condiciones cada vez más difíciles", y en abril del año pasado, a menos de dos meses del inicio de la invasión, denunció que fue atacado con pintura roja en un tren por sus críticas a las tropas rusas.
En 2022, en tanto, el Nobel de la Paz lo obtuvo la ONG Memorial, fundada en 1987 con el objetivo de documentar las víctimas de los crímenes cometidos durante la era estalinista, pero que tras la disolución de la Unión Soviética continuó su trabajo enfocándose en las violaciones de derechos humanos en el país.
Pavel Andreyev, integrante de su junta directiva, mencionó que la guerra en Ucrania destruyó y polarizó a las familias rusas ante las miradas contrarias a la invasión, sumado a las separaciones que produjo el exilio masivo de ciudadanos y la movilización parcial de reservistas decretada por el presidente Vladimir Putin para reforzar la línea del frente.
Conocemos muchos ejemplos en los que la gente dejó de hablar con sus parientes más cercanos, hermanos y hermanas o madres e hijos. Es una situación que creo afecta a casi todas las familias, agregó Andreyev, que sigue viviendo en Rusia, pese a que allí Memorial fue declarada ilegal y sus oficinas fueron incautadas.
A su turno, Konstantin Eggert, analista de asuntos rusos para la cadena pública alemana Deutsche Welle y también invitado por la UE a visitar Argentina y otros países de la región, relató dos historias mínimas que reflejan, desde su mirada, la vida actual en Rusia y en Ucrania.
Hace unos diez días, en la ciudad de Tula, a unas tres horas en auto de Moscú, una niña de 8 o 9 años hizo un dibujo en una clase de la bandera ucraniana con la frase paz. Su profesora la denunció a las autoridades y ahora su padre se enfrenta a la posibilidad de ir a la cárcel hasta diez años por difundir mentiras sobre el ejército ruso y su hija podría ser llevada al orfanato, narró.
Y continuó: "La realidad de Ucrania me la describió mi hija mayor, que durante diez meses trabajó en un centro de recepción para refugiados ucranianos en Bruselas. Cuando el primer grupo llegó allí, en su mayoría mujeres y niños porque los hombres tienen que luchar, hubo un carnaval en la calle y empezaron a lanzar fuegos artificiales. De repente, la mitad del refugio empezó a llorar. Los niños se despertaron y dijeron: 'Mamá, mamá, ¿qué pasa?'. Porque estos niños ahora saben que si algo explota, es un proyectil ruso".
Con información de Télam