(Por Alberto Galeano) El pedido de perdón por el dolor causado por el apartheid en Sudáfrica, ofrecido en forma póstuma por el fallecido expresidente Frederik De Klerk, ocurre en un momento critico del mundo donde la discriminación ha virado hacia nuevas formas de segregación que mancillan los derechos humanos.
De Klerk, el último mandatario blanco de ese país (1989-1994), muerto el jueves a los 85 años en Ciudad del Cabo, fue el hombre que liberó a Nelson Mandela, el 11 de febrero de 1990, tras permanecer 27 años en prisión.
Cuatro años después, Mandela se convirtió en el primer jefe de Estado negro de Sudáfrica mediante el voto universal, y De Klerk en su vicepresidente hasta que se retiró del gabinete en 1996.
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En aquellos días, muchos sudafricanos culpaban a De Klerk por la violencia ejercida contra la mayoría negra del país y contra activistas antiapartheid, mientras que algunos blancos lo consideraban un "traidor" por sus esfuerzos para terminar con el sistema de segregación racial.
En un video póstumo difundido por la fundación que lleva su nombre, el exmandatario señala: "Presento mis excusas, sin ninguna reserva, por el dolor, el sufrimiento, la indignidad y daños que el apartheid infligió a los negros, mulatos e indios en Sudáfrica".
Así como puso fin a dicho sistema racial, De Klerk también ayudó a desmantelar un programa de armas nucleares programado en Sudáfrica, recordó el diario británico The Guardian.
"En mi opinión, el gran acto de este hombre fue haber incorporado, o tendido la mano, a esa parte de la sociedad sudafricana que durante siglos estuvo discriminada por su color de piel, simbolizado en la figura de Mandela", dijo a Télam Norberto Consani, director del Instituto de Relaciones Internacionales (IRI), dependiente de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP).
Para Consani, "la grandeza de los hombres se manifiesta cuando evidentemente tienen una apertura hacia su supuesto enemigo", como fue el caso de De Klerk hacia Mandela.
"Esto, naturalmente, permitió terminar con el apartheid. Pero lo grave es que hoy en día estamos viviendo nuevas discriminaciones; ya no son de color o políticas o sociales; por un lado, los que son iguales son los buenos; mientras que los distintos son los otros, los enemigos", afirmó el profesor de postgrado en Derecho Internacional de la UNLP.
Consani reflexionó que "cuando se dice la ´patria es el otro´, esto significa que el otro es parte de la patria porque vivimos en una sociedad en donde algunos consideran al otro como su potencial enemigo. Por esa razón, el régimen del apartheid simbolizó lo más execrable de la discriminación".
En uno de sus informes, la organización Amnistía Internacional (AI), con sede en Londres, señala en referencia a la discriminación: "Todos tenemos derecho a ser tratados por igual, con independencia de nuestra raza, etnia, nacionalidad, clase, casta, religión, creencias, sexo, género, lengua, orientación sexual, identidad de género, características sexuales, edad, estado de salud u otra condición".
"Y aun así, con demasiada frecuencia oímos historias desgarradoras de personas que sufren la crueldad sólo por pertenecer a un grupo ´diferente´ de quienes están en posiciones de privilegio o de poder", señaló AI.
Además de liberar a Mandela, tras un proceso de negociación que duró cinco años, el Gobierno de De Klerk legalizó el Congreso Nacional Africano (CNA) y a otros grupos disidentes.
En 1995, se creó la Comisión para la verdad y la Reconciliación, encabezada por el arzobispo Desmond Tutu, que publicó un informe sobre los abusos cometidos durante el apartheid.
Las leyes que regían durante aquellos años privilegiaban a los blancos, los cuales eran minoría frente al 80% de los negros, y separaban a los sudafricanos por raza.
Para Gustavo Cardozo, profesor en Relaciones Internacionales de la Universidad Regional del Noroeste del Estado brasileño de Rio Grande do Sul (Unijui), "Sudáfrica acaba de perder al último líder de la era del apartheid. Esta figura política siempre fue decisiva para el país, fundamentalmente luego de su discurso de 1990".
"Este pedido de disculpa de De Klerk fue muy valorado por muchos sectores sociales, pero para otros llegó demasiado tarde", afirmó.
De todos modos, el analista opinó que la decisión del fallecido exmandatario de abolir la discriminación racial "no evitó que Sudáfrica fuera madurando hacia un entorno nacional actual complejo y violento".
Para Cardozo, "parecería que el apartheid no terminó, sino que simplemente asumió una nueva forma en los desafíos socioeconómicos que enfrente esta nación africana" en la actualidad.
En 1993, Mandela y De Klerk fueron distinguidos con el Premio Nobel de la Paz por lograr con métodos pacíficos la eliminación del régimen del apartheid y el establecimiento de las leyes destinadas a crear una nueva democracia en Sudáfrica.
Con información de Télam