Aún es muy temprano para saber si la derogación del toque de queda en la capital apenas unas horas antes de que venciera será suficiente para poner fin a esta nueva crisis de gobierno en Perú. Pero de lo que sí no hay duda es que los últimos días de protestas, represión y disturbios desnudaron la soledad en la que está sumido el presidente Pedro Castillo a solo ocho meses de asumir el poder.
Primero perdió a sus aliados de la izquierda progresista de la dirigente Veronika Mendoza. En febrero pasado, tras el cuarto cambio de gabinete, sus socios que lo apuntalaron para ganar en la segunda vuelta presidencial contra Keiko Fujimori abandonaron completamente el gobierno y, aunque se declararon decepcionados, aclararon que no apoyarían los intentos de la derecha de destituirlo en un proceso legislativo porque Castillo aún no había dado un giro de 180 grados. Dicho llanamente, aún no había cometido el único error que la izquierda ha demostrado con anteriores gobiernos aliados que no acepta: reprimir la protesta social.
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Esta semana, Castillo cruzó esa línea roja y, por eso, Mendoza ya no habla de decepción, sino de traición. "El gobierno no solo ha traicionado sus promesas de cambio, sino que ahora repite el método de "resolución de conflictos" de la derecha: ningunear a quienes se movilizan con legítimo malestar por la situación económica y política, reprimir, criminalizar y restringir derechos", tuiteó la dirigente al conocerse el decreto que imponía a lo largo del martes un toque de queda en la capital y la ciudad vecina del Callao, para frenar las protestas y los disturbios que habían comenzado varios días atrás con un paro de transporte de carga y bloqueos en las rutas en las regiones de Junín, Arequipa, Piura, Cajamarca, Ayacucho, Áncash, Apurímac, Puno y Cusco.
No es un escenario de grieta ideológica
Ni las protestas fueron motorizadas por la derecha opositora que se negó a reconocer la legitimidad de Castillo desde el primer día, ni Castillo está enfrentado a la vieja política enquistada en los sectores de poder. El escenario de lucha y transformación que el mandatario propuso al inicio de su gobierno ya no se sostiene en Perú.
"Las protestas se dan en lugares en donde Pedro Castillo ganó con amplisimas mayorias en el balotaje, por ejemplo, Huancayo, Junin (este de Lima). Allí se origina el partido de Castillo y allí ha sido el epicentro de las protestas. Por eso, las protestas contra el alza de los precios son legitimas. Ahora, eso no significa que en el proceso puedan contaminarse con elementos de la extrema derecha. De hecho, eso está pasando en Lima ahora (por anoche). Son los sectores que están destrozando la sede del Poder Judicial. El juego de este sector es generar caos, crear zozobra para legitimar los pedidos de vacancia presidencial", explicó a El Destape el analista político y experto en Políticas Públicas de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya, Alonso Cárdenas.
Mientras que en Lima, la figura de Castillo, un docente rural y sindicalista combativo, nunca generó mucha ilusión, "la decepción ante las expectativas sobredimensionadas en esas regiones donde la mayoría pertenece a un sector históricamente discrminado e ignorado es mucho mayor", según Cárdenas. Ese sentimiento es lo que explica la intensidad de las protestas de los últimos días, aún cuando el gobierno aumentó el sueldo mínimo a partir del 1 de mayo próximo y exceptuó del impuesto selectivo al consumo de diésel y dos tipos de naftas, un cambio que no se tradujo como debería haberse traducido en las estaciones de servicio.
Por eso, las protestas continuaron y se volvieron más virulentas, especialmente tras la muerte de cuatro personas: dos fueron atropelladas en las manifestaciones del 29 de marzo, un menor de 13 años murió ahogado en medio de una represión en una situación aún poco clara y la cuarta víctima fue un docente que no pudo llegar a hacerse la diálisis a tiempo. Al caer la noche este martes, la prensa peruana hablaba de un quinto muerto que falleció por las heridas recibidas por la represión de las protestas de ese mismo día en Huánuco, en el sur del país, y al día siguiente se reportó una quinta víctima fatal, esta vez en una autopista en la ciudad de Ica, al sur de Lima. En ambos casos, la información no fue confirmada por las autoridades.
Pese a que en el fin de semana se había acordado una tregua, el martes, casi al mismo tiempo que Castillo entraba al Congreso para negociar una salida a la crisis autoinfligida con el toque de queda, la Red Vial Nacional informaba de 22 bloqueos en ocho regiones del interior, según publicó el portal de noticias Ojo Público.
Para Cárdenas, aún en medio de esta profunda crisis, "es muy dificil que tenga éxito un proceso de vacancia (destitución) del presidente. Ya han habido dos, muy seguidos, y fracasaron rotundamente". Y esta supervivencia ya no se da por el apoyo de la izquierda o un apoyo popular. "Sus adversarios políticos son sus mejores aliados", sentenció el analista, en referencia a la derecha opositora -no la extrema derecha más radicalizada- que se niega abandonar su espacio de poder en un Congreso especialmente empoderado frente al Poder Ejecutivo.
"Más que una vacancia presidencial, veo una situacion más parecida a la (Pedro Pablo) Kuczynski, se está quedando solo", explicó, en referencia al exmandatario que renunció en 2018, acosado por un escándalo de tráfico de influencias con el fujimorismo. Hacia el final, el entonces mandatario ya no tenía aliados. "Lo fueron dejando solo y lo empujaron a renunciar", recordó Cárdenas.
Errores autoinflingidos
Desde incluso antes de asumir, Castillo enfrentó cuestionamientos, ataques y palos en la rueda de una extrema derecha, encabezada por el fujimorismo, que aún hoy se niega a aceptar su derrota en las urnas. Su virulencia fue tal que sectores que nada tenían que ver con la visión ideológica del docente y sindicalista rural decidieron apoyarlo en el balotaje y luego en los días tensos hasta que fuera proclamado presidente electo. Pero con el correr de los meses y gracias a muchos errores autoinfligidos del gobierno, esa derecha radicalizada vuelve a ganar fuerza, mientras sus otrora aliados ya no aceptan seguir apoyando al presidente, aún frente a esa feroz oposición.
Para Cárdenas, el "cóctel explosivo" que no logra enfrentar Castillo tiene tres elementos principales.
1. "El Covid desnudó toda la precariedad que la macroeconomia escondía": Perú fue uno de los países de la región y del mundo más golpeados por la pandemia, en relación a su número de habitantes. "Esto generó mucho malestar, por los fallecidos, los centros de salud rebasados, la salud alimentaria que quedó en jaque. El 62% de los trabajadores informales tuvo problemas para alimentarse durante la pandemia".
2. En su afán por oponerse a la clase política tradicional que ignoró y discrminó a los sectores más pobres de Perú y amparado en la enorme crisis de legitimidad que atraviesan esas fuerzas, "llenó su gobierno de personas muy poco preparadas". No solo sin la formación necesaria para las aéreas a las que fueron designadas, sino también con cuestionamientos profundos a su persona, como dirigentes con denuncias de homicidio, de usurpación de título, etc.
3. "La guerra en Ucrania provocó un aumento de los precios de los alimentos, combustibles y fertilizantes", que profundizó la precariedad ya desenmascarada por la pandemia.
En conclusión, argumentó Cárdenas, "un gobierno débil, sin cuadros politicos y sin capacidad de lectura ha demostrado que no pude entender la difícil situación que dejó la pandemia y profundizó la guerra en Ucrania. Por eso, los problemas le estallan en la cara".