25 años después, la guerrilla MRTA es solo un vago recuerdo en Perú

Recuerdos de la acción guerrillera y un operativo de seguridad, aún hoy famoso. Realidad actual de la violencia armada en un país políticamente convulsionado.

24 de abril, 2022 | 16.31

Por Gonzalo Ruiz Tovar, desde Lima

El 25º aniversario del cinematográfico rescate de 72 personas tomadas como rehenes durante cuatro meses por el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA) en la residencia del embajador de Japón en Lima apenas alcanzó, básicamente, para confirmar que ese grupo de ultraizquierda es hoy solo un vago recuerdo para los peruanos.

Así lo estiman expertos como el politólogo Alonso Cárdenas, quien, en diálogo con Télam, resaltó que lo más destacable de la conmemoración del viernes pasado fue algo que nada tenía que ver con el rescate: el desaire al presidente Pedro Castillo por varios militares que participaron en la acción.

Aunque desde diferentes sectores se repitieron las loas a una operación elogiada mundialmente por su precisión, el eco para la celebración fue relativamente bajo, lo que se explica en que ahora se vive otro momento, con nuevos angustias y distintos protagonistas.

"El MRTA fue más una organización delincuencial. No tuvo trascendencia ideológica", dijo Cárdenas sobre el grupo que nació en 1982 y quedó desmantelado tras la acción en la residencia diplomática.

"En Perú ya no hay subversión, ni terrorismo. Eso es solo un cuco que se utiliza para asustar", agregó el experto de la Escuela de Economía y Ciencia Política de Londres, al destacar que del MRTA no queda ningún rastro y que de Sendero Luminoso, una organización mucho mayor, quedan solo cuadros desarmados de poco peso comparativo.

Los peruanos se alistaban ese 17 de diciembre de 1996 para las fiestas navideñas, cuando un atronador tiroteo se desató en la residencia diplomática, en una zona exclusiva del distrito San Isidro, donde unas 800 personas participaban en un cóctel por el cumpleaños del emperador Akihito.

Pronto se supo qué acontecía: el MRTA, que parecía entonces cerca a la extinción en medio de una seguidilla de golpes recibidos, había lanzado una desesperada operación militar que buscaba la libertad de sus principales mandos, todos encarcelados, y algún dinero.

En la casa había ministros, congresistas, mandos militares y policiales, intelectuales, magistrados, diplomáticos y la madre y tres hermanos del presidente Alberto Fujimori cuando irrumpió el comando secuestrador, dirigido por el propio Néstor Cerpa, máximo líder en libertad del MRTA.

En las primeras horas, Cerpa liberó a más de 700 rehenes, incluidos los luego presidentes Alejandro Toledo y Francisco Sagasti y todas las mujeres, pero se quedó con 72, como el canciller, Francisco Tudela; el jefe de la Policía antiterrorismo, Máximo Rivera, y un hermano de Fujimori, Pedro.

El mandatario, reacio a cualquier contemplación con Sendero o el MRTA, se mantuvo en la actitud de no ceder un milímetro, aunque aceptó diálogos con Cerpa a través de intermediarios como el ministro de Educación, Domingo Palermo, y el cardenal Juan Luis Cipriani.

Fue -se sabría luego- para ganar tiempo. Entretanto, comandos de élite de las Fuerzas Armadas prepararon un plan que incluyó la excavación de túneles para ingresar a la casa en el momento determinado por coordinaciones con un rehén, el almirante Luis Giampietri, a quien le habían hecho llegar diminutos micrófonos.

Los 14 emerretistas, 12 hombres y dos mujeres que salvo Cerpa no tenían mayor experiencia, no pudieron oponer resistencia ante el vértigo de la sorpresiva acción del 22 de abril de 1997. El comando secuestrador fue aniquilado y los rehenes sobrevivieron con excepción del magistrado Carlos Giusti, alcanzado por un disparo.

Fueron 126 días en los que Perú estuvo en los ojos del mundo.

El festejado rescate disparó la popularidad del ultraderechista Fujimori, que estaba en descenso rápido al comenzar el secuestro. El mandatario, hábil en la comunicación con su pueblo, apareció como el gran héroe.

Después llegaron sombras: algunos rehenes señalaron que vieron salir vivos a emerretistas que fueron reportados como muertos en la acción. El caso en el que más se insistió fue el de Eduardo Cruz, "Tito", lo que nunca se aclaró.

Así murió el grupo fundado por Víctor Polay, nieto de inmigrante chino e hijo de un dirigente del histórico Partido Aprista Peruano (entonces Alianza Popular Revolucionaria Americana, APRA).

De hecho, fue en la sección juvenil del APRA -entonces de izquierda no marxista-, que el futuro líder del MRTA tuvo su formación. Allí compartió con compañeros que después serían destacados, como el luego dos veces presidente Alan García, con quien tuvo una amistad cercana.

El grupo surgió como una guerrilla guevarista, con presencia en la selva, pero viró a acciones urbanas, como secuestros de los que obtuvo grandes sumas. Su relación con los pobladores nunca fue buena. Entre sus víctimas estuvo la población transgénero, a la que el grupo llamaba "lacras".

Para el politólogo Cárdenas, ese historial explica que, a diferencia de otras organizaciones armadas revolucionarias de América Latina, el MRTA nunca estuviera cerca de iniciar un proceso hacia la legalización y la participación electoral. De hecho, ninguna agrupación reivindica hoy su accionar.

Veinticinco años después, de la organización que tomó el nombre del rebelde indígena del Siglo XVIII José Gabriel Condorcanqui, Túpac Amaru II, queda poco. Polay, de 71 años, paga cadena perpetua desde 1992, y quien fuera su número dos, Peter Cárdenas, vive en Europa tras varios años en la cárcel. Los restantes están presos o muertos.

Según la Comisión de la Verdad, el MRTA fue responsable directo de cerca de 1,5 % de las casi 70.000 muertes que dejó la violencia política en Perú entre 1980 y 2000. Sus acciones siempre fueron opacadas por el maoísta Sendero, cuyo proceder fue mucho más asfixiante.

Un exabrupto militar en la conmemoración del aniversario

La celebración de los 25 años en una sede militar significó el reencuentro de veteranos, algunos de los cuales tienen hoy participación política en el sector fujimorista. De cerca de 50 oficiales, solo uno se puso de pie ante Castillo, como ordena el protocolo, y unos cinco se retiraron de inmediato.

Al salir, dijeron a los reporteros que no se sienten representados por Castillo y que exigen su renuncia. Para Cárdenas, el "exabrupto" no debe sorprender, pues como oficiales en retiro se han hecho parte de grupos radicales que desde el comienzo han desconocido al mandatario.

Con información de Télam

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