¿Cómo recordaremos al 2022? Sin duda como el año en el que un conflicto bélico entre ejércitos tradicionales en Eurasia, sacudió al mundo y la economía, en pleno Siglo XXI. Sin embargo, no es posible comprender tal acontecimiento sin un marco más amplio y sin considerar aquella gran disputa en la que los proyectos estratégicos del capital se enfrentan expresándose, en ocasiones, mediante las viejas estructuras del Estado.
Así, la manera en que China y Estados Unidos, atravesados por grandes acontecimientos a nivel interno como la realización del XX Congreso del PCCh y las elecciones de medio término en EEUU, deberían tenerse en cuenta a la hora de repasar los sucesos dignos de recordarse en el marco de un análisis geopolítico.
En términos globales, el entramado de poder financiero y tecnológico que configura la estrategia dominante del nuevo tiempo, configura un sistema basado en la posesión, control y/o direccionamiento del dinero bursátil hacia la transformación digital de la economía, incorporando elementos de la hiperconectividad 5G y 6G, los sistemas ciber-físicos, la robótica colaborativa y sensitiva, la inteligencia artificial, la industria aeroespacial, la transición energética, la nano y biotecnología, la computación cuántica y la agricultura tecnológica o AgTech, entre otros desarrollos. Todos determinantes a la hora de definir quién conforma la fracción del capital que acumula y ostenta el poder económico bajo la exigencia de poseer, además, el dominio político-militar y la hegemonía político-social.
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Los Fondos Financieros de Inversión Global (FFIG) entre los que predominan BlackRock, State Street y Vanguard, articulados en una compleja red financiera y tecnológica, detentan el control de los sectores estratégicos de la economía mundial, particularmente los de “conocimiento-intensivos”, lo que les permite concentrar y centralizar la mayor tajada de una plusvalía mundializada. Esto se personifica socialmente en la aparición de una Nueva Aristocracia Financiera y Tecnológica como la fracción de capital dominante a nivel mundial.
La lucha por imponer y controlar los tiempos sociales de producción de la llamada Cuarta Revolución Industrial es el factor subyacente de la denominada “guerra comercial China-Estados Unidos”, y pareciera estar siendo el eje ordenador del conjunto de los conflictos alrededor del globo.
Esta creciente expansión de la Cuarta Revolución Industrial, basada en el monopolio de la digitalización y virtualización de los procesos económicos, trae consigo la obsolescencia de las “viejas” estructuras institucionales, principalmente los Estados entendidos como plataformas comunes históricas, culturales, geográficas, lingüísticas. La Nueva Aristocracia Financiera y Tecnológica subsume estas estructuras porque su escala y su interés común se basa en el globo terráqueo y sus nuevos valores se enfrentan a los valores de la vieja industria de la nación imperial, para transformarla en la nueva industria digital-global.
Esto significa que las “gigantes tecnológicas”, devenidas en corporaciones transnacionales articuladas accionariamente a las grandes firmas financieras globales, han puesto en marcha nuevas relaciones económicas y, por ende, sociales. Esto puso en tensión el orden social imperante e inevitablemente las mismas tratan de imponer un marco general afín a su desarrollo y sus intereses.
Los Estados, incluso de los otrora países centrales, están siendo colonizados por este nuevo momento del capitalismo. Éstos son herramienta-base para la edificación del nuevo Estado-Global, alterando las condiciones sociales anteriores y construyendo desde allí la nueva gobernanza global de un capitalismo plenamente transnacionalizado y bajo las órdenes de la mencionada Nueva Aristocracia Financiera y Tecnológica.
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Como decíamos al comienzo, a pesar de numerosos proyectos estratégicos de alcance planetario, en términos generales, el mundo se enmarca cada vez más en un “G2”, ordenado en las tensiones visibles de los Estados Unidos y la República Popular China que encierran una profunda, compleja y, a veces, contradictoria disputa de grandes intereses económicos que disponen de la fuerza suficiente para subordinar a otros proyectos.
Así, en un complejo entramado, el G2 aparece como el enfrentamiento de dos grandes proyectos financieros y tecnológicos-digitales, como representación de dos fuerzas que, para hacer más inteligible a la comprensión, definimos como China-Huawei-BAT, de un lado, y Estados Unidos-GAFAM, del otro. Aunque en ocasiones ambas fuerzas se visibilizan en los Estados, su capacidad de influencia y conducción trasciende la territorialidad y la institucionalidad de estos.
El coronavirus ha sido un gigantesco catalizador de ese proceso en la estructura económica mundial, que conduce al mundo real-material-mecanizado-informatizado, basado en la energía fósil, a un mundo virtual-intangible-digital-biológico, basado en la energía renovable, la nanotecnología, el big data, el blockchain y la robótica. Este fenómeno de escala planetaria ha operado, en palabras del propio Foro de Davos, como el “gran reseteo” de un sistema económico que ha llevado al límite la apropiación del tiempo social disponible por fuera del proceso de trabajo. Un nuevo capitalismo, de redes, virtual, que no se palpa, que nos predispone a seguir produciendo, incluso, cuando creemos que estamos haciendo uso de nuestro tiempo de ocio.
En otras palabras, la irrupción de la pandemia aceleró los tiempos para el ingreso del mundo a, por lo menos, una nueva fase del capitalismo, a semejanza del modo en que la “Peste Negra” sacudió a Europa Occidental en el siglo XIV a un costo de 47 millones de vidas humanas.
En este marco resulta relevante comprender la manera en que la Guerra en Ucrania y un conjunto de hechos que ocurrieron en 2022, fueron perfilando las posiciones de China, EEUU en el marco de la conflictividad a nivel mundial.
En Estados Unidos las elecciones de medio término reflejaron que no está todo dicho en la reñida interna angloamericana, pese a lo que vociferaron durante el año las empresas de comunicación. Con el frente político “interno” en caída libre y la economía doméstica sacudida por la inflación y un elevado costo de vida, la administración demócrata contuvo la ola roja que se predecía que iba a teñir el escenario político.
La contundente victoria del principal rival republicano de Trump, Ron DeSantis, el reelecto gobernador de Florida por más de 20 puntos, pone en peligro los planes del expresidente de volver a la Casa Blanca. Sin embargo, el 15 de noviembre, Donald Trump anunció su precandidatura a la presidencia de Estados Unidos.
Las disputas entre globalistas y neoconservadores, en términos estratégicos, trascienden la territorialidad estadounidense en tanto sistema institucional. Por supuesto, la disputa en los Estados Unidos puede identificarse como su enclave principal, donde el proyecto estratégico globalista, consolidado políticamente en la cúpula Clinton-Obama del Partido Demócrata, disputa políticamente con el proyecto estratégico neoconservador, personificado con mayor fuerza en la conducción trumpista del Partido Republicano, de características neofascistas, “retrasado” económicamente y asentado en un núcleo económico (agroindustria, construcción, petróleo, basado en el cinturón del óxido y la industria nacional) identificado en el Programa Político del “American First” o MAGA (Make America Great Again). ¿Qué significa esto? Que tanto demócratas como republicanos, conviven separados y manejan diferentes estilos, pero golpean juntos, de ser necesario, cuando se trata de mantener la hegemonía, frente al gigante asiático.
China, el otro polo del G2
China, luego de su ascenso sostenido y las consecuencias planetarias de la pandemia, atraviesa procesos internos que fortalecen su proyecto global.
El hecho de mayor relevancia que atravesó la agenda política de la República Popular fue el XX Congreso del Partido Comunista de China (PCCh), donde se eligieron las nuevas autoridades que conducirán el Partido más grande del mundo durante los próximos 5 años y en la que el actual presidente, Xi Jinping, logró consolidar su proyecto. Esto dice que los planes de la República Popular de China, en su ascenso sostenido, aún a pesar de los conflictos internos que causaron las políticas de Covid 0, continuarán por su senda.
Se refiere, en materia externa, a la consolidación del BRICS y la Organización de Cooperación de Shangai, fortalecida con la reciente incorporación de Irán. También la vigilancia permanente sobre la región de Taiwán, una zona clave para la producción de semiconductores, un sector estratégico en esta nueva fase del capitalismo a nivel mundial. Un punto crítico de las relaciones con EEUU que permanentemente amenaza con tomar escala militar.
Recordemos que el poderío chino se asienta sobre la nueva ruta de la seda, un proyecto global de integración en materia de economía, infraestructura y finanzas lanzado en 2013 que se presenta como la estrategia sobre la que el gigante asiático asienta su plan de expansión global mediante el que compite con Estados Unidos por el dominio de esta nueva fase del capitalismo a nivel mundial.
La guerra de Ucrania
Sobre esta escena, se proyectó en 2022 el conflicto armado europeo con epicentro en Ucrania que mostró que el tránsito hacia el nuevo mundo también se está resolviendo en la dimensión estratégico militar. Este nuevo conflicto bélico, se nos apareció como un escenario más de la disputa intercapitalista por el control de los tiempos sociales de producción de las cadenas globales de valor, en el que la Casa Blanca apuesta a la desindustrialización de Europa para recapitalizarse. Al mismo tiempo, utiliza el conflicto para presionar sobre las cada vez más sólidas relaciones entre Rusia y China y aniquilar, a su vez, la competitividad rusa en materia energética, productiva, financiera y comercial.
Este 2 de enero, sin embargo, el gigante gasístico ruso Gazprom informó del aumento sostenido de las exportaciones de gas a China a través del gasoducto de Fuerza de Siberia, el director general de la empresa, Alexéi Miller dijo:
"En 2022, a petición de la parte china, se realizaron regularmente entregas superiores a las cantidades diarias contratadas y acabamos superando nuestras obligaciones anuales", y agregó que el 31 de diciembre Rusia empezó a entregar "las cantidades diarias previstas en el contrato para el año siguiente".
"De esta forma –afirmó- a partir del 1 de enero de 2023 Gazprom alcanzó un nivel fundamentalmente nuevo de suministro de gas a China", destacó.
En medio de todo esto, Europa, cuyo eje francogermano podrá calificarse como uno de los grandes perdedores en este conflicto, ve llegar un crudo invierno en el que pagará el precio de su encolumnamiento forzado, detrás de EEUU, en el marco del conflicto bélico entre Rusia y Ucrania.
Recordemos que hasta febrero del 2022, Rusia era la responsable de más del 40% del suministro de gas a la Unión Europea. Entre febrero y julio Rusia redujo en un 31% sus exportaciones de gas a los países europeos, redireccionándolas hacia China e India.
Esta guerra que representa, en términos estructurales, la continuación de la pandemia -entendida como ese gran catalizador en el tránsito hacia un nuevo orden- por otros medios, dando continuidad a una crisis que se profundiza en el marco de la disputa por imponer las nuevas reglas del juego del orden global.
Recortamos con esta selección algunos de los principales conflictos, que en la escala internacional nos permiten observar las disputas por el dominio del Siglo XXI bajo la premisa de que debemos superar “las anteojeras” con las que observamos el ya viejo capitalismo del siglo XX.
La realidad de la post-pandemia sólo podrá ser entendida y construida si abordamos el brutal proceso de transformación del sistema económico mundial, sin olvidarnos que este mismo proceso de transformación es también una oportunidad para los proyectos políticos populares de nuestros países, nuestra región y nuestro mundo.