Violencia política y neofascismo en América Latina

Las ultraderechas son las que mejor están interpretando y capitalizando la actual crisis multidimensional global.

25 de diciembre, 2022 | 20.49

El mundo atraviesa una crisis multidimensional, en la que el centro de poder está conformado por una nueva aristocracia financiera y tecnológica que ha subsumido a los Estados-Nación. En ese marco podemos ver un enorme crecimiento de la pobreza mundial, un descontento generalizado, una esperanza casi inexistente y un alto grado de incertidumbre en las mayorías cada vez más proletarizadas. Ante un mundo que avanza hacia la financiarización, la digitalización y la virtualización de casi todos los aspectos de la vida, pareciera que las derechas radicalizadas son la expresión política de un grupo de capitales, que, asentados en la vieja matriz productiva, se ahoga por no haber podido subirse al salto de escala que produjo la revolución del capital. Así, el neofascismo hace síntesis en actores que logran convencer a un gran caudal de personas a través de discursos que deslegitiman a la mal llamada “casta política”, indignantes, fáciles de aprehender para la clase trabajadora (paleolibertarismo) y que se embanderan en la consigna Dios, patria y familia.

Los primeros intérpretes de la nueva fase a la que se adentra este sistema, fueron los intelectuales de la ultraderecha. Steve Bannon, director de Breitbart News y principal promotor del “Movimiento de la Alt-Right” es uno de los principales ejemplos. En nuestro territorio latinoamericano, Jaime Duran Barba, ecuatoriano consultor de actores de la derecha latinoamericana, Eduardo Bolsonaro, estratega e hijo del ex-presidente de Brasil. Ellos, junto a otros actores políticos, se ordenan bajo las directrices de la la Unión de Partidos Latinoamericanos, UPLA, que es la sede regional de la Unión Internacional Demócrata. 

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Dentro de la UPLA podemos encontrar al PRO en Argentina, Movimiento Demócrata Social (MDS) y Acción Democrática Nacionalista (ADN)  en Bolivia, Demócratas (DEM) en Brasil (fusionado con el Partido Social Liberal para la conformación del Union Brasil, en el 2021), Renovación Nacional (RN) en Chile, Partido Conservador Colombiano (PCC)  y Centro Democrático (CD) en Colombia, Partido Nacionalista Cubano, Partido Social Cristiano (PSC) y Movimiento Creando Oportunidades (CREO) en Ecuador, la Asociación Nacional Republicana-Partido Colorado (ANR-PC) en Paraguay, Partido Popular Cristiano (PPC) en Perú, Proyecto Venezuela (ProVen), Partido Unionista en Guatemala, Partido Nacional en Honduras y Uruguay, entre otros.  

Pero no solo la institucionalidad partidaria es la garante de movilizar la fuerza social hacia los intereses de este sector, sino que se ha construido un entramado de influencers (como Agustín Laje, “El Presto”, Ramiro Marra, etc), medios de comunicación (Caracol-RCN en Colombia, O’Globo en Brasil, Televisa en México y Clarín-LN+ en Argentina, entre otros), ONG´s “benéficas” que financian cada uno de estos puntos de la red e incluso alianzas con las fuerzas paramilitares. 

Otra de las estrategias utilizadas por este sector, en coordinación con los poderes judiciales, son los llamados golpes blandos que dan lugar al proceso de lawfare, a través del cual, han judicializado e intentado encarcelar a diversos dirigentes políticos. Pero el centro de gravedad de todo esto apunta directamente a la Red Atlas, fundada por Antony Fisher, a la cual definimos como el conjunto de thinks tanks (tanques de pensamiento), que se encarga de la planificación de un programa estratégico con injerencia a  escala global. 

En ese marco, dentro de cada país de la región, aparecen expresiones que encarnan esta ultraderecha y constituyen fuerzas de choque paraestatales con una marcada agitación social. Pero puede observarse también, que aparece una contraposición, dentro de las derechas latinoamericanas, que se caracteriza por el consenso, por ser moralistas, políticamente correctos, por tomar las banderas del feminismo, ambientalismo, entre otras. Así se instaura la división entre los llamados halcones (choque) y palomas (consenso).

Un caso como este es el de Argentina, donde aparece Patricia Bullrich, ex ministra de seguridad y presidenta del PRO, el partido que se encuentra más a la derecha en la alianza Juntos por el Cambio, como el rostro de un radicalizado discurso de odio, que dentro de Argentina se potencia gracias a las redes construidas por los medios de comunicación, algoritmos dirigidos de redes sociales y el accionar impune de una Justicia que  se posiciona como Estado paralelo. El intento de magnicidio a la vicepresidenta, Cristina Fernandez de Kirchner, como así también su enjuiciamiento, la condena a 6 años de prisión y la prohibición a ejercer cargos públicos,  es un ejemplo de un paquete de ataques directos, coordinados y que buscan directamente el aniquilamiento moral de las fuerzas del llamado campo nacional y popular. 

Horacio Rodriguez Larreta, jefe del gobierno porteño, el distrito más rico del país, se posiciona en la falsa vereda de enfrente, con un discurso que busca el constante acuerdo con distintos sectores, más allá que estos sean opositores. Es el ala que se encarga de la sonrisa angelical y que en una apariencia de jugador fair play, logra acaudillar a un sector menos radicalizado de la derecha. Pero -vale aclarar- que de angelical no tiene nada. De otra manera, sería inexplicable, por tomar un ejemplo, la violenta represión llevada a cabo por la policía de la Ciudad de Buenos Aires, durante los festejos en el Obelisco, luego que Argentina  clasificara en la final del Mundial Qatar 2022. 

Si logramos correr la cortina de humo generada por los medios masivos de comunicación y la propaganda algorítmica en las plataformas digitales, podemos dilucidar que ambos supuestos polos, poseen el mismo interés y disputan poder por hegemonizar la fracción dominante.

Es alarmante la gran cantidad de expresiones neo-fascistas que han ido surgiendo en los últimos años a lo largo y ancho de Latinoamérica, principalmente en el marco de procesos electorales: Kast en Chile, Bolsonaro en Brasil, Hernández en Colombia, Milei en Argentina, etc. Como dijimos, son estas figuras las que logran capturar el desasosiego de la clase trabajadora para transformarlo en un voto dirigido hacia sus fuerzas.

Entonces nos preguntamos, ¿cómo convencer con un Bolsonaro que se llevó casi el 50% del voto popular? ¿Cómo construir un programa distinto en un Perú con 6 presidentes en 5 años? ¿Cuál es la tarea de los movimientos chilenos con un Boric sin un programa claro para las grandes mayorías? ¿Qué escenarios debemos construir para voltear una Argentina con un estado paralelo e impune?  

El mundo al que caminan es aquel que expulsa a la clase trabajadora a un empobrecimiento cada vez mayor, a la privatización del Estado, a la formación de fuerzas de seguridad que violenten a nuestra gente con un gatillo más fácil que nunca. En síntesis, gobiernos que favorezcan los intereses de esa nueva Aristocracia Financiera Tecnológica y a sus oligarquías locales.  

El desafío es poder develar los intereses, de un poder cada vez más concentrado, y sus respectivas estrategias político-partidarias, mediáticas, judiciales, militares y paramilitares. En el mismo sentido poder identificar las posibles alianzas que permitan transformar esas estructuras que operan a nivel social para darle lugar a estos discursos de odio. Resulta necesario seguir dando enfrentamientos en las calles, donde el cuerpo social se vuelve capaz de construir nuestro propio sueño, con una sonrisa en cada rostro, un par de zapatos en cada pie y un pan en cada mesa.  

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