Exactamente dos años después del estallido social del 18 de octubre de 2019 se comenzó a redactar una nueva constitución en Chile.
Quienes venían reclamando casi en soledad la refundación del país sobre nuevas bases seguramente no imaginaban que su pedido se convertiría en un reclamo coreado masivamente en las calles y mucho menos que Elisa Loncón, mujer mapuche, encabezaría la Convención Constitucional encargada de redactar la nueva carta magna. Esto no cayó del cielo. Fue producto de la amplia movilización social, tan amplia y potente, que no pudo ser ignorada por los poderes políticos que heredaron la constitución redactada durante la dictadura de Pinochet y solo se atrevieron a introducirle algunas reformas.
Piñera se sentía tranquilo hasta un día antes del estallido. Solía jactarse de que su país era un oasis de estabilidad en una región con constantes revueltas y gobiernos que son derrocados o caen antes de finalizar sus mandatos. Es más, tanto los partidos de derecha como los de centroizquierda se sentían a gusto con la presentación que hacían de un Chile “moderno” con su alternancia en el poder al mejor estilo europeo o estadounidense. Pero la revuelta popular del 18 de octubre los devolvió a América Latina, lugar del que nunca se fueron, más allá del mito alimentado por años, para dentro y para afuera. Y al mejor estilo “latinoamericano” la represión fue feroz. Más de 20 personas murieron y unas 300 perdieron al menos un ojo por los disparos certeros de los carabineros, una forma de reprimir muy poco común en cualquier lugar del planeta.
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Piñera, que se estaba preparando para presentarse como un líder mundial ante la cumbre de líderes de la APEC y la del cambio climático COP25 -ambas a realizarse en Chile- tuvo que rendirse ante la evidencia y cancelarlas. El centro de Santiago se había convertido en un verdadero campo de batalla, con imágenes más parecidas a las de un país en guerra, que a las de un país “moderno” y tranquilo. En ese contexto, mejor no recibir visitas.
Desde octubre de 2019 los hechos se precipitaron contra la voluntad del presidente chileno. Es así que se vio forzado a convocar a un plebiscito en octubre de 2020 para que la población decidiera si aprobaba o rechazaba la redacción de esta nueva constitución. En un país con fuertes partidos de derecha que crecieron al amparo de la dictadura de Pinochet -y de sus leyes- casi el 80 por ciento votó por una nueva y tirar por la borda la que elaboraron quienes acompañaban a Pinochet.
En mayo de este año se realizó la elección para elegir a las personas cuya misión es redactar la nueva constitución que deberá ser aprobada por un nuevo plebiscito durante el 2022. Elisa Loncón pronunció su primer discurso ante la Convención en mapudungún, la lengua mapuche, y allí dijo que se “funda un nuevo Chile plural, plurilingüe, con todas las culturas, con todos los pueblos, con las mujeres y con los territorios”. Habrá avances y retrocesos, pero ya se ha dado un gran paso para la refundación de Chile. De otro Chile.