El Mercosur se empantana en su debate interno

La cumbre en Iguazú esta semana demostró que la vuelta de Lula no será suficiente para poner fin a la deriva del bloque regional. El acuerdo con la UE, la reincorporación de Venezuela y la flexibilización de las reglas internas siguen dividiendo a los cuatro miembros. 

08 de julio, 2023 | 00.05

Momento de transición e incertidumbre son algunas de las descripciones que podrían aplicar al Mercosur en este momento. Un bloque marcado por la discusión sobre flexibilización o no, el regreso de Luiz Inácio Lula Da Silva, próximos cambios de mando en Argentina y Paraguay, y se sumó esta semana en la cumbre la polémica por la posible reincorporación de Venezuela. En ese marco de cierto estancamiento, surge la duda de si realmente el bloque avanzará en un TLC con la Unión Europea (UE) firmado en el 2019. Después de tantos años de negociaciones, dos interrogantes se imponen: ¿Hay voluntad política para hacerlo? ¿Cuáles son los obstáculos?

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La cumbre

Esta semana en la reunión presidencial del Mercosur en Puerto Iguazú, Misiones, el acuerdo firmado con la UE era el tema central. Sin embargo, en el encuentro, el último al que asistieron Alberto Fernández, y Mario Abdo Benítez de Paraguay, que estuvo acompañado por el nuevo mandatario electo Santiago Peña, estuvo marcado nuevamente por las diferencias. El presidente uruguayo, Luis Lacalle Pou, volvió hablar de su intención de avanzar en un TLC con China, y la posible reincorporación de Venezuela al bloque terminó de marcar las distintas posturas de los líderes regionales.

“Me comprometo a concluir el Acuerdo con la Unión Europea, que debe ser equilibrado y asegurar el espacio necesario para la adopción de políticas públicas a favor de la integración productiva y la reindustrialización”, sostuvo Lula, en tanto, en su discurso en la cumbre. Una frase que podría entusiasmar a quienes apuestan a que se ratifique el convenio con la UE, pero a la par también calificó de “inaceptable” la carta que enviaron desde Europa sobre posibles sanciones, si el bloque sudamericano no cumple con los estándares del viejo continente en cuestiones ambientales.

Los estándares ambientales han sido un tema recurrente de la UE desde que se firmó en el 2019 como condicionante para el acuerdo, por el cual se ha señalado fuertemente a Jair Bolsonaro y la deforestación que llevó adelante en la Amazonia. Ahora, con el gobierno de Lula, quien prometió dar marcha atrás con esas políticas del ex mandatario, el enunciado de Europa molestó al presidente brasileño que aseguró que “los socios estratégicos no negocian sobre la base de la desconfianza y la amenaza de sanciones. Es imperativo que el Mercosur presente una respuesta rápida y contundente” y prometió conversar en la cumbre de la CELAC en Bruselas el 17 de julio. También apuesta a un posible apoyo de Pedro Sánchez, dado que España tiene la presidencia pro témpore de la Unión.

Por su lado, Fernández sostuvo que apuesta al libre comercio pero con desarrollo industrial. “Quiero agregar valor a lo que producimos porque así podemos ser protagonistas del futuro. De lo contrario seguiremos perfeccionando la tremenda desigualdad que hoy posterga a nuestros pueblos”, agregó el mandatario, en una línea similar a la que también plantea Lula que habla de reindustrialización. Mientras que Paraguay y Uruguay, que suelen ser los países más perjudicados en la repartija del bloque, con economías más chicas, se muestran más favorables al acuerdo. Aunque, como planteó Lacalle Pou, ya no tiene esperanzas de que avance.

¿Por qué no avanza?

Desde aquel momento en el que el entonces canciller de Mauricio Macri, Jorge Faurie, comunicó emocionado que habían logrado firmar un acuerdo con la UE, que se buscaba desde mediados de los ‘90, no se ha avanzado prácticamente nada. Según explican los especialistas e incluso los propios gobiernos, hay al menos dos cuestiones fundamentales que lo frenan. Por un lado, que no se salda la discusión respecto a la política agraria común europea, y por otro, las exigencias de la UE en materia ambiental. A eso se suma, un mundo muy distinto post pandemia, más la guerra de Ucrania que modificó el tablero internacional, entre otros factores.

“Creo que sin duda las diferencias radican sobre todo en los posicionamientos en cuanto a las posibilidades de tener un acuerdo más equilibrado entre dos regiones que tienen grado de desarrollo diferente, de cohesión social diferente, de desarrollo industrial también diferente. La idea es que estos instrumentos puedan servir para fortalecer los lazos comerciales, que puedan también en nuestros países tener accesos diferenciales a estos mercados, pero que también los condicionantes de estos accesos no permitan el desarrollo de políticas más virtuosas para el desarrollo de nuestras regiones”, explicó a El Destape, el senador uruguayo del Movimiento de Participación Popular del Frente Amplio, Daniel Caggiani.

El senador explicó que algunas de las diferencias radican en temas de compras públicas, de propiedad intelectual y la liberalización de algunas cuotas de comercio. Caggiani también hizo referencia a los cuestionamientos ambientales: “La UE también ha tenido experiencias de deforestación importante de los principales bosques y áreas importantes de Europa. Por tanto también en cierto sentido eso se tomó en la negociación como una excusa para no avanzar en un acuerdo que, sin duda, sobre todo para algunos productos agropecuarios donde la propia Mercosur, tienen una mejora competitiva, sobre todo en los precios y los niveles de producción, y que eso también termine siendo una barrera para arancelaria o una medida para no terminar de cerrar un acuerdo”.

Lo que plantea Caggiani generó un debate en torno a que si bien son ciertas las exigencias ambientales europeas, generó dudas sobre si detrás de toda esa situación no prima también el desinterés de algunos mandatarios como el presidente de Francia, Emmanuel Macron, de avanzar en el acuerdo por considerar que sus productos agrícolas podrían competir con los regionales, en desmedro de su propio sector agrícola. De hecho, en una reciente visita de Lula al país europeo, el mandatario sostuvo que entiende que se defienda al sector local pero que deben dejar la arrogancia de lado, y advirtió sobre compras públicas en materia industrial, lo que consideró que destruiría a las pequeñas y medianas empresas sudamericanas.

“Está toda la discusión no saldada respecto de la política agraria común europea. La tensión histórica es con los países productores de commodities, especialmente con el agro, especialmente francés, pero no solamente francés, también los polacos se suman a esa posición. Entonces, eso respecto del efecto dumping que genera sobre las posibilidades de meter productos esencialmente de bajo valor agregado, esencialmente commodities, esencialmente productos agrícolas, es un punto a considerar”, afirmó a El Destape, el profesor de Relaciones Internacionales de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, Emanuel Porcelli, sobre una de los puntos claves de debate.

Brasil

En todas estas idas y vueltas, sobre quiénes realmente están interesados en llevar adelante el acuerdo la mirada también se posa en Lula. Si bien en la cumbre prometió concluir el acuerdo, e incluso en una reunión con la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, ambos afirmaron que podría suceder en los próximos meses, hay dudas sobre cuán convencido está el mandatario, y cuánto puede usarlo de contención en el bloque para aquellos países como Uruguay que se muestran más favorables.

El primer viaje que hizo Lula cuando asumió el primero de enero fue a la Argentina a reunirse con Alberto Fernández con quien mantienen un vínculo personal fuerte, pero el segundo fue a Uruguay para conversar con Lacalle Pou sobre su búsqueda de un tratado de libre comercio con China. El mandatario uruguayo se había mostrado implacable en su decisión de avanzar con un TLC con el país asiático, incluso por fuera del Mercosur. Después de ese encuentro, se estableció la idea de que primero se debería avanzar con la UE y a continuación analizar el caso del país gobernado por Xi Jinping. Por eso, surge la duda de si realmente hay intención brasileña de avanzar o si gana la desconfianza a un acuerdo que podría limitar más la reindustrialización regional.

“No creo que salga hasta el final del año, pese a que Lula y Von der Leyen de UE hayan dicho lo contrario, porque hay bastantes resistencias de ambos lados del océano. Sobre Lula tenemos la impresión muy fuerte de que no quiere que salga el acuerdo. Lula ha planteado temas que ya habían sido charlados y acordados entre los países en administraciones anteriores de Temer y Bolsonaro”, afirmó el magíster en Historia Económica y consultor brasileño de la consultora Southern Pulse, Marco  Bastos, quien puso como ejemplo el planteo de presidente sobre las compras públicas, cuando, explica el especialista, ese tema ya se había arreglado con algunas excepciones gubernamentales, por lo que muchos lo vieron como una excusa para ocultar el desinterés en que concluya el TLC.

Bastos también hizo referencia al malestar generado por la carta enviada desde Europa sobre las posibles sanciones en caso de no cumplir con los estándares ambientales: “La Unión Europea propuso un punto adicional a lo que había acordado, que imponía sanciones si es que los países de Mercosur no cumplieran metas de protección a la floresta amazónica. Y eso desde el punto de vista de Brasil es absolutamente inaceptable y de hecho es una postura casi neoimperialista, si se quiere”.

Si bien hay expectativa en alguna posible reunión que se dé el encuentro de CELAC en Europa, en la cual el presidente italiano, Sergio Mattarella, sostuvo que será “decisiva” no está del todo claro qué va a pasar con ese acuerdo. En ese contexto, Porcelli aportó una perspectiva posible en este nuevo contexto mundial: “Es verdad que tanto desde Europa como desde el Mercosur empieza a aparecer cierta idea de que es mejor un mal acuerdo a no tener acuerdo. Me parece que eso cambió en los últimos años, en donde era preferible no tener acuerdo a tener un mal acuerdo. Me parece que hay un cambio que tiene que ver con cómo la situación postguerra de Ucrania se complejiza y no aparece un escenario de reorden, sino todo lo contrario”.

En la cumbre de esta semana se sumó también la discusión sobre Venezuela, suspendida del bloque en el 2017, un tema que también expuso las diferencias entre los miembros del bloque. Mientras Lula y Alberto consideran su integración, Marito y Lacalle Pou cuestionaron la reciente inhabilitación política de María Corina Machado, una de las opositoras mejor posicionada para las elecciones del 2024. Bolivia aún espera la ratificación del Congreso brasileño para su ingreso y el presidente uruguayo volvió a reclamar flexibilización y puso de nuevo su intención de avanzar en un acuerdo con China.

Con un Mercosur en el que los consensos internos parecen cada vez más imposibles, es difícil imaginar que puedan alcanzarlos con los de afuera.