Haití: bandas criminales usan la violencia sexual para infundir miedo

En medio de una crisis política, institucional y económica sin precedentes, las bandas criminales se hicieron de gran parte del territorio, incluso en la capital de la isla caribeña. Las mujeres, en el ojo de esa tormenta.

03 de abril, 2023 | 00.05

En Haití, la violencia sexual hacia niños, niñas y mujeres, especialmente, pareciera haberse institucionalizado. El Ejército y los militares extranjeros que formaron parte de la Minustah -la misión de paz de la ONU que llegó luego del golpe de Estado contra el entonces presidente Jean Bertrand Aristide- fueron señalados como responsables de miles de violaciones y abusos sexuales. En la actualidad, en el país más pobre de toda la región, que vive en una crisis superestructural desde hace años, son los grupos criminales militarizados los que actúan con esa misma lógica: toman los cuerpos -sobre todo los feminizados- como objetos que pueden ser apropiados y controlados por los varones en sus batallas. Así lo develó un informe de las Naciones Unidas: es “un arma usada por las pandillas para instalar el miedo.  

La violencia en Haití es “una pesadilla viva”. Esta dramática descripción pertenece al Alto Comisionado para los Derechos Humanos, Volker Türk, que en febrero de este año estuvo en Haití en una visita oficial de dos días. El estudio realizado en ese entonces reportó, por ejemplo, que del 8 de julio al 31 de diciembre de 2022, la violencia de las pandillas resultó en 263 asesinatos en Cité Soleil, en el barrio de Brooklyn, donde también se produjeron al menos 57 violaciones en grupo de mujeres y niñas, así como secuestros y explotación sexual.

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Para noviembre del año pasado, el cálculo es que al menos el 30% de mujeres haitianas en edades entre los 15 y los 30 años fueron víctimas de abuso sexual o violencia. Y ese mecanismo, como se mencionó, no es nuevo. En enero de 2020, una investigación realizada por la misión de paz de la ONU determinó que, entre 2004 y 2017, integrantes de los cascos azules de la Minustah -que buscaba estabilizar al país y desarmar a las organizaciones criminales- abusaron al menos de dos mil mujeres –entre ellas, 300 niñas- durante su estadía en el país. 

La misión de la ONU estaba conformada por soldados de Uruguay, Chile, Brasil, Argentina, que fueron los más mencionados -según el informe de la ONU-, junto con uniformados de Asia, África, Canadá y Francia. Se estima que producto de esas violaciones nacieron unos 265 bebés.

“Es evidente el estado de no derecho en que viven miles de mujeres sobrevivientes en el país”, analizó ante El Destape Cassandre Milord Michel, médica, profesora integrante del Grupo de Trabajo de Salud Internacional y Soberanía Sanitaria del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso) y trabajadora del Ministerio de Salud Pública.

Michel tiene entre sus tareas la coordinación de unidades de clínica móvil escolar y comunitaria, un trabajo que consiste en la atención primaria y secundaria de niños y niñas de 3 a 16 años en situación de vulnerabilidad social. Desde la isla caribeña da cuenta del “grave deterioro de los parámetros de seguridad” que atraviesa el país desde hace años.

“Según informes de ONU, 3 de cada 10 mujeres (y niñas) haitianas son víctimas de violencia sexual. Esta cifra es aún más alarmante en zonas metropolitanas del país controladas por pandillas armadas, donde el Estado no tiene presencia como por ejemplo en los barrios (de la capital Puerto Príncipe) de Matissan, Fontamara, Villade de Dieu, Canaan, Cité Soleil”, aseguró. Pese a la información que existe sobre esta situación que atraviesa el país y del accionar en territorio de algunas agencias internacionales (como Unicef y Unfpa), el panorama no mejora. Justamente, la presencia de las organizaciones criminales, dijo, “imposibilita la asistencia” y, por otro lado, hay una gran “insuficiencia en las rutas de atención legal por parte del Ministerio de Justicia y la Seguridad Pública”.

La catástrofe constante

La crisis política -acentuada por el magnicidio del ex presidente Jovenel Moise- está acompañada por un Ejecutivo -liderado por el primer ministro, Ariel Henry- no electo por la votación popular, un Legislativo del que, desde 2020, sólo funciona una tercera parte y cuyo mandato está vencido; y por un Poder Judicial vaciado y sin capacidad de acción. 

“Aunque se logró un acuerdo entre el primer ministro actual y parte de las fuerzas políticas nacionales que se opusieron al presidente Jovenel, aún no es suficiente para un consenso nacional que permita la instalación de un Consejo Electoral que facilite un calendario electoral que ofrezca cierta legitimidad política en el país”, sostuvo en entrevista con El Destape Michel.

La situación sanitaria y humanitaria también está en declive: un 60% de la población se encuentra en condiciones de pobreza (más de 6 millones de personas), según el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola; hay dificultades para acceder a agua potable y, a fines de 2022, el cólera volvió a instalarse en la isla caribeña. Se suman a esto las catástrofes naturales que asediaron al país. En 2010, un terremoto de 7 grados en la escala de Richter dejó más de 300 mil personas fallecidas y otro más cerca en el tiempo, en 2021, causó más de dos mil muertes y daños por valor de 2 mil millones de dólares en el sur del país. 

En este contexto, un dato se vuelve fundamental: en 1995, Haití decidió disolver su Ejército. La interferencia militar constante en el desarrollo de las instituciones democráticas llevaron a que la Asamblea Nacional, en su lugar, creara unas fuerzas de seguridad civil conformadas por la Policía Nacional de Haití y la Guardia Costera de Haití, con la ayuda clave de Estados Unidos y de las Naciones Unidas. Hoy son estas dos fuerzas las que están sobrepasadas por bandas criminales con organización y poder de fuego dignos de un ejército. 

La violencia sexual como arma de poder y control

El informe "La violencia sexual en Puerto Príncipe: un arma utilizada por las bandas para infundir miedo"fue realizado por la Oficina Integrada de las Naciones Unidas en Haití (BINUH) y por la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (Acnudh). Allí, en poco más de 20 páginas, se describen escenas escalofriantes relatadas por 90 personas -víctimas y testigos de la violencia que fueron entrevistadas de manera confidencial entre 2021 y 2022- sobre la violencia que ejercen las pandillas contra la población en la capital del país. Se cuentan violaciones colectivas a mujeres embarazadas, niñas, niños y varones, aunque el objeto principal de ataque es machista y patriarcal.

“La sociedad haitiana está centrada alrededor de la dominación del hombre y la hegemonía masculina, que percibe al cuerpo feminizado como un objeto a ser apropiado y controlado por varones”, explicó el informe publicado en octubre del año pasado. El propósito de este mecanismo utilizado por las bandas criminales, según el documento, es consolidar el control territorial. Se comete durante ataques entre los grupos armados como “castigo” contra el enemigo; contra mujeres y niñas que cruzan las fronteras de un barrio a otro, en secuestros y, en definitiva, también para controlar a la población en general. Es decir, como una forma de ejercer poder.

En Haití se presume que hay unos 90 grupos criminales militarizados, según la Red Nacional de Defensa de los Derechos Humanos. Y, según destacaron en el informe, para agosto del año pasado aproximadamente el 60 por ciento de la capital -en donde habitan más de 1.5 millón de personas- ya estaba bajo el control o la influencia de estas bandas. La característica en esos territorios es desbastadora: ausencia de instituciones estatales, extrema pobreza y marginación.

“Las bandas tienen la capacidad de cometer actos de violencia sexual y otros abusos contra los derechos humanos, sobre todo, debido a la impunidad generalizada y al fácil acceso a armas de alto calibre traficadas desde el exterior”, indicó la ONU entre las conclusiones del informe, que también destacó:  “En estas áreas empobrecidas y marginadas, las mujeres y las niñas también pueden ser alentadas por sus propias familias a tener relaciones sexuales no consentidas con integrantes de pandillas a cambio de beneficios en especie, como alimentos, agua potable y otras ganancias materiales, así como la ‘protección’ de los abusos cometidos por otros hombres armados.”

Haití en el diálogo internacional

En los últimos meses, líderes de la izquierda regional llevaron a las mesas multilaterales la situación en este pequeño país. El primer ministro, Ariel Henry, incluso, en octubre del año pasado, llegó a pedirle a Estados Unidos una intervención militar en el medio de protestas opositoras por el alto costo de vida que, también, afecta a las y los ciudadanos de la isla. "La comunidad Internacional tiene también cierta responsabilidad a la situación que presentamos hoy", advirtió la médica haitiana. En esa línea, indicó que desde Estados Unidos y Canadá se formularon propuestas “que no van acompañadas del contexto nacional y en ocasiones existe una imposición que provoca fisuras, es decir, es un oxígeno artificial a la situación de la crisis”.

En enero de este año, el presidente colombiano, Gustavo Petro, se refirió a esta crisis durante la VII Cumbre de Jefas y Jefes de Estado de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac). En parte, lo hizo, porque los mercenarios que asesinaron a Moise fueron identificados como ciudadanos colombianos. La deuda con Haití, para él, es “parte de la falta de una política de drogas diferente”, sostuvo e indicó que el país está “en el mapa de las rutas clandestinas” del narcotráfico. “Todo esto tiene que ver con una desestabilización de los Estados de la democracia, es producto de un tipo de política antidrogas”, manifestó.

El mandatario argentino, Alberto Fernández, por su parte, busca adoptar una postura dialoguista: abrir una negociación entre los distintos sectores y consensuar un llamado a elecciones. En la misma cumbre de la Celac, Fernández presentó la propuesta a su par haitiano. 

Este punto, para Michel, sería “un caldo de cultivo favorable para la gestión de una salida a la crisis actual”. Según ella, es necesaria una agenda con interés común entre los actores políticos y la sociedad civil local, con llamado a un diálogo abierto en el que se reconozca, también, “una real controversia a nivel de la sociedad haitiana con respecto a una eventual intervención militar internacional”.

“Muchos piensan que esta comunidad internacional no tiene voluntad para resolver el problema. De todas formas tampoco tiene mandato para eso. Hace dos semanas que el Primer ministro de facto dio cuenta de que no habrá respuesta internacional concreta, por lo que dice que finalmente va a usar las fuerzas armadas haitianas”, indicó Michel a este medio.

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