La "guerra" de sanciones contra Rusia: sin precedentes pero no nuclear

Tanto EEUU como Europa decidieron no enfrentar a Rusia con su fuerza militar en Ucrania. En cambio, lanzaron una guerra económica para asfixiar a Moscú sin abrir la puerta de una amenaza nuclear. ¿Pueden hacerlo? ¿Cómo se vive desde Rusia? ¿Qué rol tiene China en esta pulseada? 

07 de marzo, 2022 | 00.05

La guerra en Ucrania se está profundizando, el número de muertos crece y el de refugiados y desplazados se multiplica, y la invasión rusa está avanzando con la toma de las ciudades importantes y el bloqueo y los bombardeos cada vez más intensos de la capital, Kiev. Estados Unidos y la mayoría de los países europeos hacen anuncios rimbombantes todos los días con envíos de armamentos -que según las propias tropas ucranianas aún no han cambiado en nada la relación de fuerzas- e incluso promesas de Estados hasta ahora neutrales de sumarse a la OTAN. Pero en concreto la estrategia del gobierno de Joe Biden y de la Unión Europea (UE) es una sola: lanzar "una guerra económica" -así lo describió el propio Vladimir Putin- que doblegue a Rusia y lo obligue a retirarse del campo de batalla. Eso sí, pese a toda la pirotecnia, esa guerra aún no apunta al corazón ruso

Sanciones y primeros efectos

Primero, un resumen de las sanciones impuestas hasta ahora por Estados Unidos, la UE, Reino Unido y otros aliados cercanos: congelamiento de activos y la suspensión del sistema de transferencias internacionales Swift para el Banco Central ruso y otros seis bancos, incluido el más grande del país, Sberbank; se cierran los mercados financieros occidentales para los bancos estatales, principalmente; medidas similares contra las élites políticas y económica, especialmente oligarcas (empresarios vinculados al poder político en Moscú), funcionarios y sus familiares; la suspensión de la puesta en marcha del gasoducto que reforzaría el suministro de gas a Alemania, Nord Stream 2, el cierre del espacio aéreo para los vuelos rusos y la prohibición de medios de comunicación estatales, como el canal RT y la agencia de noticias Sputnik. 

A esto se suman empresarios de estos países occidentales que han decidido cerrar sus plantas o negocios en Rusia, desinvertir en las compañías más importantes de ese país, públicas y privadas; gigantes tecnológicos que ya no venderán sus productos o los insumos que utiliza la industria rusa y una masiva campaña en el mundo de la cultura y el deporte para cancelar a todo aquel ciudadano o ciudadana rusa que no repudie explícitamente y públicamente a la guerra y su gobierno. 

Los efectos hasta ahora han sido una importante devaluación del rublo -la moneda nacional rusa-, colas en los cajeros en las calles para garantizarse efectivo, vuelos desde y hacia Rusia cancelados, un aumento rápido y marcado de los precios internacionales del petróleo, gas y trigo, y una creciente preocupación entre los países con significativas exportaciones a Rusia o importaciones desde allí, como Argentina. Por ejemplo, el sector agropecuario de Brasil sin dudas sentirá el efecto de la suspensión de la exportación de fertizantes que sugirió a los productores el gobierno ruso el viernes pasado por complicaciones en la logística.

Para frenar los efectos que recién se están empezando a sentir las autoridades empezaron a imponer algunas medidas: aumento de la tasa de interés del 9,5 al 20% y se obliga a los exportadores a vender el 80% de las divisas que ingresan para frenar una devaluación del rublo que superó el 40% en esta primera semana. Además, los extranjeros no pueden por el momento vender sus acciones ni transferir dividendos fuera del país y los ciudadanos de los 43 países que hasta ahora impusieron sanciones a Rusia no pueden sacar su plata fuera del sistema ruso. Asimismo, tras la suspensión de operaciones de Visa, Mastercard y American Express, varios bancos rusos han anunciado que están analizando reemplazar esos sistemas con el chino de Union Pay o hasta uno local, Mir. 

Pronósticos 

"Es muy temprano para sacar cualquier conclusión. Lo que estamos viendo es que los consumidores y el público en general están siendo afectados por estas sanciones. Los principales productores están abandonando sus negocios, desinvirtiendo en sus filiales rusas y cerrando sus negocios acá. Es aún muy temprano para analizar el efecto que esto tendrá pero creo que con el tiempo habrá quizás formas de adaptarse, pero en el mediano plazo, en este escenario...lo fundamental es que ningún país del tamaño de Rusia y con la integración de Rusia en la economía global nunca ha enfrentado sanciones tan severas. No tiene precedentes", explicó a El Destape Mikhail Troitskiy, experto de política internacional en Moscú. 

"Rusia construyó reservas monetarias internacionales, nos estuvimos preparando para una importante confrontación con Occidente pero, como esto no tiene precedentes, realmente no hay forma de hacer un pronóstico sobre cuán rápido o cuánto afectarán las sanciones a los rusos de a pie", agregó. Una parte de esas reservas quedó congelada por las sanciones.

Esta semana, Tyler Kustra un profesor de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad de Nottingham, en Reino Unido, que ha escrito sobre el poder de las sanciones destacó en un artículo del diario indio The Economic Times que Rusia había comenzado a producir internamente muchos bienes, principalmente alimentos, como parte de la preparación que Troitskiy mencionó.

Sin embargo, Rusia sigue siendo un país que importa un amplio arco de productos, desde alimentos hasta productos industriales e insumos tecnológicos. Por eso, la interrupción de estas importaciones provocará un aumento de precios que, a su vez, alimentará la inflación como ya pronosticó el ex vice ministro de Finanzas de Rusia en la segunda mitad de los 90, Sergey Aleksashenko, en una columna en la cadena qatarí Al Jazeera. "La devaluación del rublo con certeza afectará la inflación del índice del precio del consumidor, que podría crecer un 4 ó 5% adicional con un aumento del 40 ó 50% incremento del valor del dolar. A finales de febrero, el índice del precio del consumidor había superado un aumento del 9% en Rusia, con una inflación acumulada en alimentos de más del 12,5%", escribió.

Pero para Aleksashenko, aunque aún los efectos más fuertes están por sentirse, la economía rusa no se derrumbará. "Son sanciones más duras que las anteriores, pero no diría que son 'nucleares'. Es decir, pueden lastimar la economía rusa pero no obliterarla, debido a algunos agujeros legales que dejaron a propósito los arquitectos de las sanciones".

En primer lugar, los rusos no son ajenos a fuertes devaluaciones ni a la inflación que generan. Lo han vivido de manera cíclica desde la disolución de la Unión Soviética, la última vez en 2014, cuando otro paquete de sanciones de las potencias occidentales -en ese momento por la anexión de la península ucraniana de Crimea- se combinó con un derrumbe de los precios internacionales del petróleo. Pero, en segundo lugar y aún más importante, las sanciones no afectan de ninguna manera por ahora el suministro de energía a Europa, que representa la mitad de las exportaciones totales de Rusia. Aunque parezca increíble, el gas ruso sigue transitando por los gasoductos que atraviesan Ucrania y suministran a Europa. 

Además, el cobro de estas transacciones no se vio afectado y, encima, con la guerra y la especulación financiera alrededor de ella, los precios del petróleo y del gas no paran de crecer, lo que significa más divisas frescas para Moscú, con las que -junto con su ahorro acumulado hasta ahora- podrá hacer frente a nuevos subsidios y/o rescates a empresas y bancos que deben enfrentar vencimientos de deuda externa. Claro, por ahora.

La incógnita de China

Es posible que Rusia se haya preparado en el corto plazo para enfrentar una nueva crisis, pero no está tan claro si tiene la capacidad de garantizar su desarrollo y crecimiento al largo plazo, si Estados Unidos y Europa deciden hacer de esta coyuntura un nuevo orden mundial en el que Rusia estará alineado del mundo occidental. En este sombrío escenario, China, la potencia económica que ya amenaza con opacar a Estados Unidos, es central. En los últimos tiempos, Moscú y Beijing se declaron aliados y dejaron atrás viejas rivalidades, empujados por sucesivos gobiernos estadounidenses que ya no disimulan su rivalidad con China. Pero en un mundo en el que Rusia fuera un paria, una alianza total tendría un significado completamente distinto al que le asignó hasta ahora Beijing. 

A diferencia del análisis dominante en Occidente de que China está apoyando a Rusia tras la invasión a Ucrania, Troitskiy propone una mirada más cauta: "Ahora lo que estamos leyendo de China es que está empezando a sentirse intranquila sobre un apoyo inequívoco a Rusia. En la Asamblea General de la ONU hace unos días, China no bloqueó la resolución que condenó a Rusia. Algunos bancos chinos están diciendo que discontinuaron sus proyectos en el terreno en Rusia y también leimos algunas publicaciones que sostienen que Estados Unidos y sus aliados en Asia están mandando señales a China para tratar de convencerla de no dar un apoyo político total a Rusia."

"Creo que China está como vacilando porque quiere evitar cualquier secuela. Ve que Occidente está muy enojado con Rusia y que incluso intentaría inflingir un daño económico a China", agregó. 

China no solo es un potencial comprador de las commodities que Rusia actualmente vende mayormente al mundo occidental, sino que además podría convertirse en una fuente de financiación internacional aún más importante para Moscú y su principal proveedor de bienes intermedios y finales, especialmente para no detener su desarrollo tecnológico. Esto, aunque una posibilidad, significaría igual un golpe enorme para la economía rusa ya que deberá reconvertir toda su industria que hoy está integrada a la tecnología occidental. 

¿Punto de no retorno para las relaciones entre Rusia y las potencias occidentales?

Troitskiy cree que no. "No tiene sentido pensar así porque en cada crisis de las relaciones ruso-occidentales de las dos últimas décadas escuchamos esta idea de punto de no retorno y luego algo cambiaba y otra oportunidad surgía", aseguró y recordó la reunión entre Biden y Putin del año pasado en Suiza: "Negociaron, no amigablemente, pero al menos pragmáticamente".