Por increíble que parezca, la derecha conservadora de Nueva Democracia (ND) seguirá gobernando Grecia. ¿Por qué increíble? Porque si hubo un partido que atormentó a los griegos en el siglo XXI, fue ése. El 25 de junio habrá nuevas elecciones legislativas (Grecia tiene un sistema de gobierno parlamentario) y, como se explicará más adelante, no hay dudas de que Kyriakos Mitsotakis, el hombre que, como Ministro de Reformas de otro gobierno de ND, aplicó los ajustes más duros que haya conocido el país, continuará como primer ministro.
La prensa europea no suele recordarlo, pero el descalabro que sufre Grecia hoy tiene su origen en un delito -nunca castigado- cometido entre el banco norteamericano Goldman Sachs, el primer ministro de ND Kostas Karamlis (2004-2009) y la cúpula política griega y europea que hizo la vista gorda.
Goldman Sachs usó sus mecanismos para evitar que Bruselas controlara lo datos y ayudó a Karamlis a maquillar las cuentas públicas, a distorsionar las cifras (en lugar de 12,7% de déficit confesaba 3,7%) y a ocultar deudas, todo, para dar la impresión de que la economía crecía y era estable. El objetivo era que Grecia entrara en la zona del euro. Dos catástrofes en una, porque hoy Grecia suma, al tendal que dejó ese fraude, una pesada deuda externa y la pérdida de su soberanía monetaria.
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La estafa le estalló al sucesor de Karamlis, Yorgos Papandreu, del centroizquierdista PASOK (Movimiento Socialista Panhelénico), partido que junto con el derechista ND conformaban históricamente el bipartidismo en Grecia. Papandreu asumió en 2009 y renunció en 2011 abrumado por las dificultades. Mientras Goldman Sachs disfrutaba de retornos por 600 millones de dólares, Grecia, en bancarrota, se hundió en una profundísima crisis. Su pueblo bebió –como decía la “troika” (Comisión Europea, Banco Central Europeo y FMI)-, la “medicina amarga” del neoliberalismo que no sólo concretó mega privatizaciones –desde puertos hasta empresas de electricidad- sino que destruyó lo poco que quedaba del estado de bienestar.
Paralelamente, desde la asunción Hugo Chávez en Venezuela (1999) y los sucesivos gobiernos de Lula en Brasil, Néstor y Cristina Kirchner en Argentina, Evo Morales en Bolivia y Rafael Correa en Ecuador, América del Sur pasó a ser un modelo de lucha contra el neoliberalismo en el mundo, también para Grecia. Alexis Tzipras, quien viajo ex profeso a Buenos Aires para observar de cerca el proceso, se presentó a elecciones con su partido de izquierda, Syriza, y fue elegido primer ministro (2015-2019), rompiendo el histórico bipartidismo griego.
Capitulación ante la troika
Tsipras sembró esperanzas en un pueblo desencantado con la política. Pero no tuvo coraje o posibilidades de cumplirlas. En julio de 2015 convocó a un referendum para que el pueblo dijera si aceptaba o no la “medicina amarga” a cambio de un nuevo “paquete de rescate” de los organismos financieros. El 61% de los griegos (contra el 39%) rechazó el ajuste. Las opciones eran básicamente tres: 1) salir de la Unión Europea y del euro; 2) continuar en la UE, pero abandonar el euro o 3) seguir en la UE e intentar cambiar desde adentro las políticas de austeridad.
La decisión no era fácil. Para que aceptara el plan de austeridad, el gobierno griego fue sometido por Bruselas a una asfixia que muchos comparaban con la tortura del “submarino”: se ahoga a la víctima hasta el último aliento para luego darle un mínimo respiro (financieramente se dice “desembolso”). Así lo describió, en ese momento, el ex premier de Dinamarca, Paul Nyrup Rasmussen, en el diario británico The Guardian.
Tsipras no toleró las presiones y, en contra de lo que el pueblo había votado, entregó el control de su país al poder financiero concentrado, convirtiéndose en un mero gerente del ajuste. Los efectos destructivos sobre el tejido social y el sistema político fueron enormes. La decepción de los griegos en relación a Syriza, también.
El voto castigo se hizo sentir el pasado 21 de mayo. En cuatro años, Syriza perdió un tercio del electorado: sacó apenas un 20%. El triunfador fue Nueva Democracia (40,79% de los votos) del actual premier Mitsotakis. En tercer lugar quedó el socialista Pasok (11,5%); en cuarto los comunistas del KKE (7,1%) y en quinto, la extrema derecha de Solución Griega (4,5%). Con menos de 3% (no logran escaños en el parlamento) quedaron Course to Freedom, de la ex presidenta del parlamento, Zoé Konstantopoulou, y Mera25 del exministro de Finanzas Yanis Varoufakis, ambos escindidos de Syriza.
Nuevas elecciones
El domingo 28 de mayo asume el nuevo parlamento. El lunes 29 elegirá quien lo presida y el martes 30 se disolverá. Son las complejidades del sistema parlamentario que, a diferencia del presidencialista, al ser indirecto (es decir, el pueblo vota a los legisladores y éstos al primer ministro) se presta más para la rosca y la especulación.
Como indica la Constitución griega, después de la elección, la presidenta, Katerina Sakellaropoulou, llamó a formar gobierno a quien obtuvo más votos. No obstante, Mitsotakis rechazó la posibilidad y propuso llamar a nuevas elecciones el 25 de junio.
En la votación de la semana pasada, a Nueva Democracia le faltaron 4 diputados para lograr la mayoría. Obtuvo 147 legisladores y, en un parlamento de 300 escaños, el número mágico es 151. Con cálculo y astucia, Mitsotakis llamó a nuevos comicios porque cree que así conseguirá la mayoría absoluta ¿En qué se basa? En que la próxima elección se celebrará con un nuevo sistema electoral que premia con parlamentarios extras al ganador.
El sistema electoral aplicado el 21 de mayo es de una estricta proporcionalidad entre los escaños y los votos. Fue aprobado por el gobierno de Syriza como parte de una reivindicación histórica de la izquierda griega que siempre consideró ese sistema más justo. Pero, en su última gestión, Mitsotakis volvió a imponer el modelo antiguo por el cual el partido ganador obtiene 50 diputados extras. En las próximas elecciones del 25 de junio ya se implementará este sistema.
¿Quién es Kyriakos Mitsotakis?
Como muchos de los dirigentes de Nueva Democracia, Mitsotakis se formó en universidades de EE.UU. (Stanford y Harvard) y trabajó en bancos o corporaciones como el Chase Manhattan Bank o la consultora McKinsey en Londres. Es hijo de la élite política de derecha que ha estado siempre en el poder en Grecia. Como como ministro de Reformas (neoliberales) mostró su temple echando de un plumazo a más de 15.000 empleados públicos.
El balance de su gobierno (2019-2023) no es bueno. Como todos, pasó tiempos complicados por la pandemia y la guerra en Ucrania pero no ha mejorado en nada la desigualdad, los bajos salarios, el déficit de vivienda y los servicios públicos deficientes. Respecto a esto último, la solución que propone es una mayor privatización. Así fue con el choque de trenes que terminó con la vida de 57 personas, en marzo pasado. El gremio ferroviario hacía tiempo venía advirtiendo del riesgo por falta de mantenimiento, pero para Mitsotakis la tragedia se debió a “males crónicos del sector público”. Otro escándalo de su gobierno fue el plan de espionaje ilegal a opositores y periodistas que salió a la luz en 2022.
Es posible que los griegos tengan corta memoria o, como dice la periodista canadiense, Naomi Klein, en su libro “La doctrina del shock”, los pueblos castigados están incapacitados para reflexionar sobre las políticas que más les conviene. Sea lo que fuere y a pesar de todo, los griegos están decididos a reelegir a Mitsotakis como primer ministro.