El presidente de Francia, Emmanuel Macron, desoyó el resultado de las urnas y nombró el jueves al histórico dirigente de derecha Michel Barnier como Primer Ministro. A pesar de que el titular del Eliseo había convocado a la izquierda francesa, agrupada en el Nuevo Frente Popular (NFP), para frenar el avance Reagrupación Nacional (RN), el partido de Marine Le Pen, en las elecciones legislativas del 7 de julio, ahora pide que forme gobierno a alguien que no promete hacerle sombra y que no fue resistido por los ultras. El NFP dijo que la decisión de Macron es un “robo” y promete resistir desde el parlamento y las calles. Después de los comicios, algunos ya especulan con una salida temprana del Presidente, mientras sigue vigente la pregunta sobre que sector capta mejor la insatisfacción social por el retroceso del Estado.
En un país con un semipresidencialismo como el francés, no solo las elecciones para presidente -jefe de Estado- son relevantes, sino también las legislativas, ya que de estas se desprende la elección del primer ministro -jefe del gobierno-, quien debe designar a un gabinete de ministros. Por eso se lo conoce como un sistema de “dos cabezas”. En los comicios del 7 de julio, la Izquierda fue la primera fuerza en términos de bancas y en segundo lugar, no muy lejos, quedó la coalición Juntos, de Macron. En concreto, de las 577 bancas que tiene la Asamblea Nacional (Cámara Baja), el NFP se quedó con 182; la coalición oficialista Juntos llegó a 168 -perdió así la mayoría relativa que tuvo de 2022 a 2024-, mientras que el bloque RN se quedó con 143. Ninguna coalición alcanzó la mayoría absoluta de 289 escaños. Ni siquiera la unión -que no compitió unida, pero que ahora son aliados-entre el partido de Macron y el de Barnier, más aliados, que tienen 213 lugares. Un escenario de tercios, sin mayorías propias.
La jornada de votación tuvo los niveles de participación más altos desde 1981 para unas legislativas; llegó casi al 67%, cuando las de hace dos años tuvieron solo el 48,7% en la primera vuelta y el 42,64% en la segunda. El proceso fue precedido de movilizaciones de sectores que quisieron decirlo “no” a la ultraderecha que venía creciendo. Y aunque había quedado primera en los comicios europeos de junio, la fuerza de Le Pen se ubicó en el tercer lugar en cantidad de bancas en las legislativas francesas.
Más de 50 días después de la elección, Macron nombró a Barnier, el ex negociador jefe del Brexit y legislador conservador del minoritario partido Los Republicanos y enfureció a la izquierda, que promete presentar una moción de censura en su contra. Con 73 años, el cuatro veces ministro del gabinete y dos veces comisario europeo, será el primer ministro de más edad en la historia moderna de Francia.
¿Traicionó Macron al “frente republicano”?
Si bien Macron es un dirigente de centro-derecha, fue este quien durante la campaña hizo un guiño a la izquierda con el argumento de que era necesario frenar a la extrema derecha de Le Pen y alentó la idea de un frente republicano o cordón sanitario. En un sistema que tiene una elección legislativa en dos vueltas -una suerte de ‘balotaje’ para elegir diputados- la izquierda y el macronista Juntos, habían pactado apostar en cada distrito al candidato que más apoyo reuniera para ganar a la ultraderecha. Así, lograron desplazar a RN a una tercera posición en términos de bancas. Pero si bien la tradición en la V república francesa marca que el presidente debe nombrar como primer ministro a quien es sugerido por la fuerza que resultó mayoritaria en las elecciones -en este caso, el NFP-, Macron la desestimó.
Y es que esta es en verdad una costumbre no escrita y eso fue aprovechado por un dúctil mandatario que se jugó a de desoír la voluntad popular. La izquierda sintió la decisión como una estafa. “Las elecciones fueron robadas al pueblo francés”, dijo el jueves Jean-Luc Mélenchon, el líder de la Francia Insumisa, principal espacio dentro de la alianza de izquierda, y a él se le sumó Lucie Castets, a quien el NFP había postulado para primera ministra: “Estoy muy enojada, al igual que millones de electores franceses que se sienten traicionados por el presidente de la república”.
En esa línea, el diputado de Francia Insumisa Rodrigo Arenas explicó a El Destape que por ese acuerdo tácito con Macron para impedir el ascenso de los ultras, su partido retiró cerca de 100 candidatos en la segunda vuelta, por eso Macron logró que parte de sus diputados sean elegidos. “Fueron electos con el apoyo de quienes votaron contra la extrema derecha. Lo lógico era que Macron, respetara las urnas, nombrara a Castets y se comprometiera a no presentar una moción de censura contra ella”, comentó. Este hubiese sido un escenario de cohabitación, es decir, en el que presidente y primer ministro no son de la misma fuerza. Y si bien Barnier no es del mismo partido que Macron, son muy próximos, además de que el primero podría sumar miembros a su gabinete que sean del espacio del presidente.
Para el legislador, el jefe de Estado no tendría que haber intercedido en la nominación de Barnier: “Tendría que haber dejado al Parlamento trabajar, así hubiéramos ganado textos, hubiéramos perdido algunos, pero eso es el juego democrático. Es lo que funcionó durante los últimos dos años en que Macron era la primera fuerza pero sin mayoría propia. A veces lograban una ley, otras no, y cuando no tenían los votos, la pasaron con el 49.3”, dijo Arenas, en referencia al artículo de la Constitución que en algunos casos le permite al primer ministro sortear el parlamento y sacar una suerte de ley por decreto. Este fue usado durante el gobierno de la primera ministra Élisabeth Borne, quien fue designada por Macron.
LE FRONT REPUBLICAIN
“Con la elección de Barnier, el presidente decidió elegir un primer ministro que tiene posición de derecha sobre los homosexuales, sobre la escuela, sobre la economía, sobre muchos temas y es compatible con la extrema derecha. Es una persona muy reaccionaria, muy conservadora”, marcó Arenas. Lo cierto es que la izquierda había propuesto voltear proyectos emblemas de Macron, como el aumento de la edad jubilatoria, que evidentemente no estaba dispuesto a ceder.
Así, por el contrario a lo que dijeron las urnas, propuso a un exponente de la derecha. Para ello “fue a buscar a Marine Le Pen, para que ella le garantice que no va a depositar una moción de censura. Es ella la que ahora decide si el gobierno de Barnier -propuesto por Macron- cae o no cae, porque nosotros vamos a poner una moción de censura. Pero Le Pen, la extrema derecha, no va a votar una moción de censura contra él”, agregó Arenas.
La “racionalidad” de Macron
La moción de censura es justamente lo que pesó en el cálculo del presidente. El politólogo especializado en política comparada Pablo Garibaldi dijo a El Destape que hay una “racionalidad política detrás de la decisión de Macron, si se parte de la premisa de que los políticos son líderes que toman decisiones en función del objetivo de permanecer en el poder”. En este sentido, “Macron eligió entonces a un primer ministro que es un parlamentario débil, de un bloque minoritario de la centro-derecha, para conservar la centralidad política y permanecer como el actor político más poderoso o uno de los más poderosos, pese a las recientes derrotas electorales”, consideró.
Por cuestiones ligadas a que el Presidente es el político más votado -ya que es electo por voto directo por la ciudadanía- y a que, en cambio, el primer ministro es elegido por la Asamblea Nacional, la Constitución le asigna más atribuciones al primero. En concreto, “le concede un poder discrecional para nombrar al Primer Ministro”. Este, en el semipresidencialismo francés, solo puede ser destituido -y a todo su gabinete- por la mayoría de la Asamblea. Sin embargo, para sobrevivir en el cargo, no necesita una mayoría afirmativa que lo respalde, sino de que haya una mayoría que lo tolere, es decir, que explícitamente no lo destituya”, explicó Garibaldi y agregó que “mientras no se coordine una coalición mayoritaria destituyente, el primer ministro nombrado por el Presidente permanece en el poder”. En un contexto de fragmentación política como el actual, Macron es el actor político más votado (en 2022), “con mayor legitimidad democrática, y usa esa autoridad constitucional para nombrar el primer ministro buscando una opción que no reúna fácilmente una mayoría negativa que destituya a su designado”.
Además, Garibaldi llamó a prestarle atención a la idea de “parlamentario mediano”, es decir, aquel que se ubica entre un supuesto extremo de izquierda y otro de derecha. “En el centro de esta distribución, está Macron, quien está levemente inclinado a la derecha ¿Cuáles son las ventajas de elegir al parlamentario mediano? La estabilidad. Porque, en primer lugar, minimiza la insatisfacción y, por lo tanto, desalienta construir una mayoría negativa que destituya al Primer ministro. Y la segunda, es que se trata de un actor necesario que cualquiera de los polos necesita para construir sus propias mayorías afirmativas que le permitan formar un gobierno independientemente de la voluntad del presidente”.
Sin embargo, las mayorías, por derecha o por izquierda, votaron en contra de la gestión actual de Macron tanto en las legislativas como en las elecciones para el parlamento de la Unión Europea. Y no solo desde estos sectores -a los que el presidente galo iguala como extremos-, sino también dentro de los propios hay quienes se están midiendo su traje. Este es el caso del exprimer ministro francés Edouard Philippe, quien fue su aliado centrista y ya dijo en una entrevista publicada el martes que buscaría ser elegido como el próximo presidente en 2027. Macron fue reelecto en 2022 y no puede reelegir, hasta que no deje pasar un mandato.
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El retroceso del Estado, también en Francia
Es evidente que Macron venía lacerado después de sus dos mandatos; vivió coletazos no saldados de la crisis migratoria en Europa de 2015, pasó por las protestas de los chalecos amarillos –un catalizador de otras demandas que puso en escena el clivaje urbano-rural–; la pandemia del Covid-19; la guerra en Ucrania –su consecuente crisis energética, la entrada de productos agrícolas ucranianos y el envío de armas y posible envío de tropas– y en Gaza; la inflación; los cambios en las regulaciones a nivel de la UE más restrictivas a partir de la agenda verde y que provocó tractorazos en el país y el resto del bloque.
Y otro tema que estuvo presente en las críticas a Macron -y a sus antecesores- es el de los servicios públicos. En diálogo con El Destape, el sociólogo y catedrático de la Universidad de Lille (norte de Francia) José Ángel Calderón dijo que este es un tema “absolutamente central” y lo definió como la evidencia del retroceso del Estado.
“Esto tiene que ver con los procesos de desarrollo territorial desigual. En este país hay espacios, hay territorios, que se han vaciado de toda presencia de lo público. Hay una lógica de metropolización muy potente que opera también en los países del norte, lo que supone un vaciado de todas esas zonas que aquí se llama periurbanas o semiperiféricas. Es decir que ya no es solo lo rural, sino lo urbano. Eso fue una apuesta que se hizo durante los años 90 en lo peor del neoliberalismo”, describió y agregó: “Cuando las clases medias no podían acceder a la propiedad de una vivienda en las ciudades, hubo como esas propuestas de construcción de esos espacios, como los suburbios de Estados Unidos; casa con jardín, el auto, el centro comercial, etcétera, pero sin ningún tipo de presencia de lo público”.
Por eso, a medida que crecieron las políticas de austeridad, ya no solo se afectó a “las clases subalternas, sino también a estas clases medias, que no tienen acceso a servicios públicos de calidad. Estos se encuentran más en las ciudades donde viven los que han ‘ganado’ en estos procesos”, afirmó el sociólogo. En este escenario, que el analista definió como de fragmentación social, ubicó también la correspondencia de un proceso similar en lo político. “La izquierda no sabe construir mensajes que no sean puramente identitarios, y que tengan que ver también con la vida de las personas. La izquierda aquí en Europa se ha alejado un poco del cotidiano, del común, y ese campo está dejado libre”. La extrema derecha parece aprovecharlo.
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¿Qué pasa con los ultras?
Si bien la izquierda sacó más bancas en la elección de julio, no fue la fuerza que recibió más votos. En cambio, Reagrupación Nacional, el partido de Le Pen, sí fue el espacio que individualmente sacó más votos (aun cuando quedó tercero en escaños). Esto tiene que ver con la distribución del voto en cada distrito, ya que a diferencia por ejemplo de Argentina -donde la distribución de bancas es proporcional a los votos-, el partido que gana en un distrito se lleva todos los escaños en juego. Esto es un dato clave hacia el futuro, ya que en una elección presidencial ya no importa esa distribución del voto, porque ahí sí es un sistema idéntico al argentino.
Además, RN quedó como el partido -individualmente, descontando las coaliciones- más grande de la Asamblea Nacional. Y por eso, Macron tuvo en cuenta a la ultraderecha de a la hora de nombrar a Barnier. Esta sumatoria de espacios en la Asamblea, podrían garantizar a los ultras, que aun sin llegar a gobernar, conserven poder de veto para cualquier gestión que los excluya. En ese sentido, el que fue candidato a primer ministro de RN, Jordan Bardella, ya envió una advertencia y dijo que si bien el partido no se opondrá al nombramiento de Barnier, advirtió que si este no aborda las demandas de RN, incluyendo “el coste de la vida, la seguridad, la inmigración”, entonces van a boicotear su gobierno.
El sociólogo Calderón valoró que, frente a la extrema derecha, la sociedad francesa mantiene un “músculo antifascista” y esto se vio en las movilizaciones que antecedieron a la elección y que fueron nuevamente convocadas para este fin de semana. Pero estimó que son un problema “las discusiones más politiqueras que tienen que ver con quién en la izquierda va a asumir la posición de liderazgo y eso genera mucho hartazgo entre entre el común”.