El próximo Gobierno italiano que surja de las elecciones de hoy deberá concentrar buena parte sus esfuerzos iniciales en buscar contener la inflación, moderar el impacto de la suba de la energía y conservar el buen vínculo con la Unión Europea (UE) que desde febrero de 2021 mantuvo el renunciante premier Mario Draghi.
Las elecciones, que podrían dar a Italia su primer Gobierno nacionalista de derecha de la posguerra si triunfan las fuerzas más críticas de Europa, que son favoritas, coinciden con una inflación que a fines de agosto tocó el pico más alto en 37 años, un 8,4% interanual, y que se ha vuelto uno de los principales temas de preocupación de los italianos.
La suba de los precios de la energía de cara al invierno amenaza ya a varias industrias muy dependientes de la luz y el gas, desde la construcción a la gastronomía, lo que abre interrogantes sobre los niveles de crecimiento de una economía que en el segundo trimestre había logrado avanzar casi el 5% frente al mismo período de 2021, de acuerdo al instituto estadístico Istat.
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La alianza de derecha que llega como favorita a las elecciones percibió esa preocupación, y en las últimas semanas de campaña explotó su histórico descontento con el régimen de Bruselas, la sede de la UE, para reclamar mayor énfasis en las negociaciones para la adopción continental de un techo al precio de la energía.
Otro de los desafíos del próximo Gobierno será la gestión de los fondos destinados por Europa para el denominado Plan Nacional de Recuperación y Resiliencia (PNRR), por el que solo este semestre el país recibirá 21.000 millones de euros de Bruselas, la mitad además "a fondo perdido", o sin necesidad de devolución.
En los próximos años el país debe recibir otros más de 100.000 millones de euros del plan europeo Next Generation atados a la consecución de una serie de objetivos de reformas en políticas, fiscales, económicas y tributarias.
Durante la campaña, todos los partidos, en busca del voto meridional, prometieron que cumplirán lo establecido por ley para que al menos el 40% de esos fondos se gaste en el postergado sur del país.
El cumplimiento o no de esa promesa será otro eje importante para que se den pasos concretos en achicar la brecha norte-sur que divide al país en la mayoría de los indicadores sociales y económicos.
Draghi, en ese contexto, era más que un aliado confiable para Europa tras una larga carrera en el establishment financiero continental.
La líder nacionalista de derecha que es favorita a ser nombrada primera ministra, Giorgia Meloni, en cambio, es mirada con desconfianza por los centros del poder económico a partir de sus cercanías con los Gobierno del Este del continente.
Esos Gobiernos, como el de Hungría, por ejemplo, son más reacios a los dictados de la presidenta de la Comisión Europea, la conservadora Ursula Von der Leyen, y Christine Lagarde, sucesora justamente de Draghi en el Banco Central Europeo (BCE).
Las posturas conservadoras de Meloni en temas como derechos de salud y reproductivos o la gestión migratoria pueden ser un eventual foco de tensiones con Bruselas.
Desde la centroizquierda, el expremier y secretario general del Partido Democrático, Enrico Letta, destinó justamente las últimas palabras de su cierre de campaña a resaltar el vínculo con Europa y a ponderar el espíritu "atlantista y europeísta" de su fuerza, que confía en una remontada de último momento para poder mostrarse como opción para la formación del próximo Ejecutivo.
Con información de Télam