El bloqueo de EE.UU. a la participación de Cuba, Venezuela, Nicaragua en la cita hemisférica que reunirá en el mes de junio a los gobiernos de las tres Américas concitó una resistencia inesperada. México, Argentina, Honduras, Chile, Bolivia y la totalidad de los países caribeños exigen que Biden revea su postura. Así como la Cumbre de las Américas de Mar del Plata 2005 implicó el fracaso del proyecto librecomercial del ALCA, el inminente encuentro en la icónica ciudad de Los Ángeles podría visibilizar el notorio declive del liderazgo de Washington en la región.
MÁS INFO
El gobierno de Estados Unidos eligió un territorio icónico de la industria cinematográfica para emplazar la Cumbre de las Américas los primeros días de junio. En ese sentido, la convocatoria de la Casa Blanca parecería estar ajustada a un guion audiovisual. Los Ángeles, la ciudad que congregará a los Jefes de Estado de las tres Américas, alberga la mayor población hispana que reside en los EE.UU. El presidente Joe Biden optó, entonces, por una localización de “color” latino.
Sin embargo, el equilibrio estético buscado por la Casa Blanca no tiene una continuidad en el plano diplomático. A escasos días de dar inicio una nueva edición de la Cumbre de las Américas, dos de los cuatro gobiernos con mayor peso económico y político de la región: Argentina y México (los otros son Brasil y Canadá), la totalidad de los países que integran el bloque CARICOM, la recién asumida presidenta de Honduras Xiomara Castro -primera mujer en la historia de su país en asumir el cargo-, y las administraciones surandinas -lo que manifiesta el declive de la entente comercial Alianza del Pacífico- Chile y Bolivia, manifestaron su rechazo a la propuesta de EE.UU. de excluir a Cuba, Venezuela y Nicaragua del foro hemisférico. Washington aduce que las tres naciones integrantes del eje bolivariano no respetan la Carta Democrática Interamericana de la OEA.
Los gobiernos mencionados advirtieron a la Casa Blanca que no participarán de la cita si el presidente Joe Biden no modifica su postura. El presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador (AMLO) ha sido el líder regional que con más ahínco manifestó su oposición a EE.UU. Su par argentino, Alberto Fernández, sumó musculatura política al scrum regional que dice “todos o ninguno” desde su significativo sillón como número uno de la alianza hemisférica CELAC.
El “status democrático” exigido por Estados Unidos parece, siguiendo la metáfora cinematográfica, más una puesta en escena que otra cosa. El profesor en relaciones internacionales Juan Gabriel Tokatlian, vicerrector de la Universidad Torcuato Di Tella, entrevistado días atrás por el colega Diego Genoud, evidenció que el mencionado estándar estuvo ausente en la reciente cumbre de la ASEAN presidida por Estados Unidos, donde Biden compartió mesa con el gobierno de Brunei, regido por una monarquía islámica, y con sus pares de Myanmar, Camboya, Vietnam y Laos que, detalla Tokatlian, lideran “regímenes autoritarios” según un índice confeccionado por la revista liberal The Economist.
Historia y presente
Casi dos décadas atrás, la Cumbre de las Américas tuvo su primera edición también en suelo estadounidense. A diferencia de Los Ángeles, bastión electoral demócrata, la administración de Bill Clinton había elegido otra ciudad icónica, Miami, de corazón anticastrista, para comenzar conversaciones de cara al gran objetivo que se había puesto EE.UU. tras la caída de Muro de Berlín: trazar un área de libre comercio desde Alaska hasta Tierra del Fuego. En Miami, la potencia del norte jugó de local haciendo gala de una hegemonía absoluta. Eran los años del Consenso de Washington. Una década después, en otra cumbre, donde el ex presidente Néstor Kirchner ofició de anfitrión en Mar del Plata, los países del sur frustraron el proyecto del Área de Libre Comercio para las Américas (ALCA). El ex mandatario venezolano Hugo Chávez inmortalizó aquella gesta con una frase que quedó grabada a fuego en el aire de un acto desarrollado en la paralela cumbre de los pueblos: “ALCA, al carajo”.
En esa línea, ¿qué implica el boicot latinoamericano a la cumbre organizada por el Tío Sam? ¿La denominada nueva ola progresista zonal, más tenue con respecto al boom integracionista de inicios de siglo (la UNASUR cerró sus puertas, se han discontinuado herramientas como el Consejo de Defensa o el Banco del Sur), pretende sentar las bases de un nuevo consenso latinoamericano? Más allá del debate en torno al grado de autonomía que pueda lograr el nuevo arco latinoamericano progresista, hay un dato geopolítico significativo: Estados Unidos no puede imponer su voluntad en su supuesto patio trasero.
“Si Petro gana y Lula hace lo propio en octubre, las siete naciones más pobladas de América Latina (Brasil, México, Colombia, Argentina, Perú, Venezuela y Chile) estarán bajo el dominio de la izquierda”, alerta un reciente artículo del Financial Times titulado “Cómo las elecciones en Colombia podrían cambiar América Latina”. Lo político/electoral no es la única, ni la más significativa, dimensión donde se expresa el declive de Estados Unidos como tutor político de la región. El ya mencionado profesor Tokatlian recordó días atrás que la previa “picante” de la Cumbre de las Américas es consecuencia de un reordenamiento geocomercial a escala interamericana: Paraguay y Colombia son los únicos países sudamericanos que tienen a Estados Unidos como principal socio comercial. El resto de las naciones poseen mayores flujos de importación y exportación comercial con otra potencia, China.
El Destape habló con dos especialistas en el campo de las relaciones políticas interamericanas: Diana Tussie -directora del Área de Relaciones Internacionales de FLACSO Argentina, diploma en Relaciones Internacionales por la London School of Economics- y Alejandro Frenkel -ex delegado en el Consejo de Defensa Sudamericano de la Unasur, investigador del Conicet, docente de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM)- para intentar leer con mayor precisión un evento hemisférico donde, por el momento, hay más ausencias que presencias garantizadas.
“Biden no tiene ninguna posibilidad de plasmar un nuevo consenso de las Américas. No tiene la intención ni el peso político para hacerlo, tampoco cuenta con el escenario o la receptividad más adecuada para lograrlo. En mi opinión, la Cumbre de las Américas es un foro caduco y obsoleto, la última vez que se estableció un nuevo consenso fue en 1994 en un momento totalmente distinto donde EE.UU. no contaba con ningún actor estatal opositor, era un momento de optimismo con la globalización, donde la mayoría de los presidentes del Cono Sur adherían a los lineamientos que emergían del Consenso de Washington”, opina Frenkel.
En paralelo, el profesor de la UNSAM considera: “La oposición al bloqueo estadounidense no obedece a la existencia de un nuevo balance de poder hemisférico, más bien está relacionada, por un lado, con la actitud decidida de México; a su vez, expresa la continuidad de una tradición latinoamericana que reivindica la no exclusión de los miembros de la comunidad en eventos de esta envergadura diplomática. Un antecedente histórico fue la solidaridad con Argentina cuando se buscó excluir a nuestro país de los foros interamericanos por no haber declarado la guerra a Alemania durante la II Guerra Mundial”.
Por su parte, Diana Tussie reflexiona: “Estados Unidos tiene una mala lectura del contexto regional. Biden cometió un error de cálculo al anunciar que no invitará a Cuba, Venezuela y Nicaragua por no respetar la democracia. Ya en marzo las catorce naciones que conforman la Comunidad de Estados del Caribe habían anunciado que no participarían de la cumbre si Cuba o Venezuela no eran invitadas. Además, la guerra en Ucrania ha reforzado la envergadura geopolítica de este error de cálculo, en tanto y en cuanto Estados Unidos tuvo que abrir conversaciones con (Nicolás) Maduro para evitar tener que importar petróleo desde Rusia”.
Además, Tussie concuerda con Frenkel en el sentido de que “Biden no tiene actualmente capacidad para establecer un nuevo consenso de las Américas. En el actual escenario multipolar considero fundamental que los gobiernos del Sur recuperen los espacios regionales para coordinar lineamientos mínimos comunes de negociación con las viejas y nuevas potencias”.
Por último, el profesor Alejandro Frenkel vaticina que: “La agenda de EE.UU. en la cumbre estará centrada en contener la influencia de China en la región. También impulsará debatir cuestiones vinculadas al narcotráfico y el crimen organizado; a su vez, otros ejes que centran la atención de Biden son el tema migratorio, y la cuestión de la democracia y los derechos humanos. Hay que ver si América Latina puede plantear una agenda alternativa, o relativizar algunos de los temas impulsados por Washington. Considero que la respuesta de la región va a llegar fragmentada porque no hay una voz que unifique a los socios latinoamericanos. Sin embargo, es previsible que en la agenda migratoria y antinarcótica haya más rechazo de los gobiernos del Cono Sur a la visión estadounidense”.