Destrucción, muerte y crisis humanitaria: un año de ofensiva israelí contra la Franja de Gaza

Lo que comenzó como una represalia por el ataque de Hamas del 7 de octubre rápidamente se convirtió en un castigo colectivo contra toda la población palestina de ese territorio. Las cifras que describen el tamaño de la tragedia humana, el fracaso de los mecanismos internacionales y las denuncias de genocidio.

07 de octubre, 2024 | 00.05

Aún había combatientes palestinos de Hamas y otros grupos armados atormentando, asesinando y secuestrando a habitantes y trabajadores de los kibutz y pueblos del sur israelí, cuando las fuerzas armadas de Israel empezaron a bombardear la Franja de Gaza como represalia por los muertos que se iban acumulando hasta sumar casi 1.200, la mayoría civiles. Ese mismo sábado 7 de octubre de 2023 Israel lanzó los primeros ataques aéreos a zonas superpobladas de ese territorio palestino ocupado y completamente bloqueado desde 2007. Murieron los primeros cientos de palestinos y el primer ministro Benjamin Netanyahu prometió que derrotarían por completo a la milicia-partido islamista, pero advirtió que "llevaría tiempo". Un año, más de 41.000 muertos, casi 100.000 heridos y una crisis humanitaria que para muchos ya está adquiriendo características de un genocidio después, Netanyahu sigue apostando al conflicto en Gaza y en al menos cuatro países de la región, aún frente a los familiares de casi 100 rehenes israelíes que le reclaman -junto a la ONU y la mayoría de la comunidad internacional- acordar un alto el fuego duradero con Hamas. 

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La ofensiva israelí contra la Franja de Gaza puso en duda una línea roja, un Nunca Más, que el mundo se ha dado una y otra vez: lo hizo después de la Segunda Guerra Mundial, lo hizo tras la limpieza étnica de Sbrenica y el genocidio de Ruanda en los años 90, y, ahora, en lo discursivo, quiere hacerlo en Gaza. Pero la historia se repite una y otra vez, y los intereses políticos y las asimetrías de poder se imponen a las líneas rojas morales que el mundo acuerda en tratados y convenios internacionales.

Después de la Segunda Guerra Mundial, las potencias ganadoras fundaron la ONU como mecanismo de prevención de conflictos y, al final de los noventa, el entonces secretario general Kofi Annan, estableció el principio conocido como Responsabilidad para Proteger, una suerte de argumento legal para que la comunidad internacional pueda interferir cuando un Estado no proteja a su población y, por el contrario, la ataque, masacre, etc. La ofensiva israelí contra Gaza demostró, por un lado, que la Responsabilidad para Proteger sobre se defiende cuando el atacante no es un aliado de las potencias, como sucedió con Muammad Kaddafi en el ataque de la OTAN contra Libia en 2011; y, por otro lado, que las Naciones Unidas, en el mejor de los casos, se convirtió en una herramienta de gestión humanitaria de los conflictos armados, no de resolución ni, mucho menos, de prevención.

Muerte y destrucción

Por eso, el secretario general de la ONU, António Guterres, no pudo más que afirmar en una entrevista reciente con la agencia de noticias AP: "Nunca vi un nivel de muerte y destrucción como el que estamos viendo hace meses en Gaza". En un territorio bloqueado, donde ningún palestino puede entrar o salir, donde la prensa internacional no puede ingresar y ya suman alrededor de 130 periodistas asesinados, y donde las autoridades políticas son consideradas terroristas por una parte importante del mundo que creía haber dicho Nunca Más, el rol de Naciones Unidas es simplemente registrar las masacres, la destrucción y tratar de evitar lo peor: un genocidio, epidemias de enfermedades tratables y una hambruna generalizada. 

Poner el daño humano en cifras muchas veces puede funcionar como una forma de deshumanizar los conflictos armados. Pero en el caso de Gaza, los números son contundentes. Hace solo unas semanas, el Gobierno de Hamas publicó un listado de 649 páginas con el nombre, la edad, el género y el documento de todas las personas que murieron por los ataques de las fuerzas armadas israelíes. No consiguieron todos, solo 34.000 de un total que hoy ya supera los 41.000 (además, se cree que existen 10.000 fallecidos más bajo los escombros que actualmente se registran como desaparecidos). Pero aún así, consiguieron explicar lo que la falta de cámaras de televisión y fotógrafos internacionales no han podido mostrar estos 12 meses: la dimensión real de la tragedia humana que se está viviendo y que está golpeando especialmente a los más desprotegidos. Las primeras 14 páginas con nombres de fallecidos pertenecen solamente a bebes que no llegaron a cumplir el año

Según Unicef, una de las agencias de la ONU que trabajan casi en soledad en Gaza, más de la mitad de los muertos palestinos son menores de edad y mujeres: más de 14.000 y 9.000, respectivamente. Y lo mismo sucede con los heridos, de los cuales un cuarto sufrió amputaciones o daños que alterarán su vida, según la Organización Mundial de la Salud. 

Los pocos médicos internacionales que han logrado ingresar para trabajar en los hospitales que siguen en pie coinciden en que la mayoría de los pacientes que trataron fueron niños. "El 80% de las víctimas de Gaza que traté fueron niños menores de 16 años", destacó en una entrevista con Al Jazeera la cirujana plástica británica Victoria Rose cuando volvió de su segunda estadía en Gaza, en agosto, esta vez de dos semanas. Explicó que la mayoría eran quemaduras graves, amputaciones y heridas en la cara provocadas por explosiones. Apenas un mes antes, el médico estadounidense Feroze Sidhwa había contado a la agencia de noticias turca Anadolu su experiencia en la Franja en abril y había relatado otro tipo de heridas: "Sabía cuántos niños habían sido asesinados, sabía sobre los asesinatos masivos en general pero asumí que todos eran por los bombardeos. Pero les están disparando a propósito a los niños en la cabeza todos los días. Literalmente, todos los días veía un disparo en la cabeza. Eso no es un accidente, Están apuntando a los chicos de manera deliberada."

Pero también están las cifras de la destrucción y son igual de contundentes. La Franja de Gaza tiene 41 kilómetros de ancho y 10 de ancho. Es una superficie un poco menor a dos ciudades de Buenos Aires juntas. Hoy, tras un año de bombardeos e invasión terrestre, Israel limitó la "zona humanitaria", es decir donde se pueden refugiar las personas, a solo un 13% del territorio. Todo el resto puede ser atacado con la convicción de que ellos avisaron. Por eso, según la ONU, el 90% de la población ya tuvo que abandonar sus casas con lo puesto y algunos tuvieron que, más tarde, abandonar sus refugios temporarios

En una zona donde la electricidad, el agua potable, la comida, los remedios y la atención médica se volvieron bienes escasos y, por momentos, escasísimos, no es difícil entender por qué se fueron encendiendo las alarmas de hambruna, contaminación y epidemias de enfermedades antes erradicadas o que pueden ser tratadas fácilmente con un sistema de salud que funcione más o menos con lo justo. 

No es la primera ofensiva israelí que soporta la población civil de Gaza (ya sucedió en 2008/9, 2012 y 2014), pero esta parece no tener fin y está creciendo el temor de que, cuando termine, los palestinos no tengan una vida a la que volver. Según la ONU, casi el 60% de los edificios -incluidos hospitales, escuelas, jardines, casas e infraestructura vital de servicios públicos- está completa o parcialmente destruido. La cifra es aún mayor para las zonas con cultivos. Además, apenas un 30% del sistema de rutas sigue en pie, y "solo 17 de los 36 hospitales siguen parcialmente funcionando, aunque todo sufren de una falta de combustible, provisiones médicas y agua potable", según denunció hace unos días la organización Oxfam en un informe titulado "A un año".

Crisis humanitaria

Con el pasar de los meses, empezó a quedar claro que las bombas y los tanques no eran la única amenaza que acosaba a los palestinos en Gaza. El bloqueo por momentos total de la frontera con Egipto y los controles endurecidos para todos los cargamentos humanitarios con agua, medicamentos, comida y combustible fue provocando una crisis humanitaria con niños completamente desnutridos o enfermos por la falta de agua potable. Enfermedades que se habían erradicado como la polio volvieron y, ante el horror internacional, Israel cedió y permitió una vacunación masiva que duró apenas unos días y que estuvo sacudida por bombardeos lindantes todo el tiempo. 

Pero la crisis alimentaria no mejora, todo lo contrario. La iniciativa internacional IPC hace un seguimiento de las peores crisis humanitarias en el mundo y clasifica los niveles de inseguridad alimentaria que sufre la población en cada una. En su último informe sobre la Franja de Gaza, proyectó que para finales de septiembre, el 96% de la población atraviesa al menos una crisis: el 41% sufre una crisis alimentaria, un 33% una emergencia alimentaria y un 22% una catástrofe alimentaria. Este último grupo, que creció desde un 15% en junio, es la antesala a una hambruna. 

A esto se suma que el Gobierno palestino denunció que el 85% de la infraestructura para potabilizar el agua y del sistema de cloacas está completa o parcialmente destruida. Hace un año, antes de la ofensiva, existían 300 pozos que proveían unos 262.000 metros cúbicos diarios. Según el titular de la Autoridad Palestina de Agua, Ziad Fuqaha, hoy se llegan a extraer unos 93.000 metros cúbicos diarios. Además, los bombardeos destruyeron la planta desalinizadora del norte de la Franja que producía 10.000 metros cúbicos diarios y dañaron las dos del centro y sur, que generaban 5.500 y 20.000 metros cúbicos diarios, respectivamente. Ahora, entre las dos, generan unos 5.000 metros cúbicos diarios.

Estas infraestructuras son clave para utilizar uno de los pocos recursos que los palestinos tienen a mano, el agua del Mar Mediterráneo. Y las dos plantas que aún funcionan parcialmente sufren otro problema: la falta de electricidad. Hace un año, la Franja de Gaza ya sufría escasez de electricidad. Las autoridades estimaban que faltaba un 50% de lo que toda la población necesitaba para cubrir sus necesidad y hasta un 70% en invierno, por la calefacción. Hoy la situación es aún más dramática: Israel bloqueó el ingreso de paneles solares (una alternativa que se volvió impagable) y durante gran parte de estos 12 meses frenó o al menos demoró el ingreso de camiones con combustible, pese a que los médicos denunciaban que amputaban u operaban a pacientes a oscuras, o que la ONU alertaba sobre niños y mujeres que tenían que tomar agua no potable para sobrevivir. 

¿Genocidio? ¿Limpieza étnica?

Tras el sangriento ataque contra el sur de Israel, el gobierno de Netanyahu prometió destruir a Hamas y, ante la masividad de sus bombardeos y su invasión terrestre, argumentó que era Hamas el que usaba a toda la población civil palestina de la Franja de Gaza como "escudos humanos". Se esconden detrás de la población o debajo, en los túneles, repitieron una y otra vez todo el gabinete israelí y también sus aliados, como el presidente estadounidense Joe Biden. Así justificaron los bombardeos a hospitales, escuelas de la Unrwa (la agencia de la ONU para los refugiados palestinos), medios de comunicación, edificios residenciales y hasta interminables campamentos de desplazados que se habían refugiado tras abandonar sus casas. 

Pero con el correr de los meses y cuando la destrucción se comía cada vez más territorio, desde el mundo -incluso entre sus aliados- se empezó a discutir si era lógico argumentar que se estaba cuidando a los civiles cuando se ordenaba evacuar un campo de refugiados o de desplazados con cientos o decenas de miles de habitantes en apenas un par de horas antes de atacar. ¿Es realista plantear que una población que ya vivía en una de las regiones más superpobladas del mundo se hacine en apenas un 13% del territorio casi sin agua potable, electricidad, comida o medicamentos?

Entonces, surgió otra pregunta: ¿la crisis humanitaria es una consecuencia no deseada de la ofensiva militar israelí contra Hamas o un plan diseñado para imponer un castigo colectivo a toda la población de la Franja de Gaza, donde hace casi 20 años Hamas ganó las últimas elecciones que hubo? Apenas dos días después del ataque del 7 de octubre, el ministro de Defensa israelí, Yoav Gallant, anunció: "Ordené un bloqueo completo sobre la Franja de Gaza. No habrá electricidad, comida, combustible, todo estará cerrado. Estamos peleando con animales humanos y vamos a actuar de manera acorde."

Ya en marzo pasado, la relatora especial de la ONU sobre la situación de los derechos humanos en los territorios palestinos, Francesca Albanese, afirmó ante el Consejo de DDHH en Ginebra que existía "razones suficientes para creer que se había alcanzado el umbral que indica la comisión del crimen de genocidio" en Gaza. Eso fue hace seis meses. Sudáfrica ya se había presentado ante la Corte Internacional de Justicia en La Haya para acusar al Estado de Israel de cometer un genocidio contra los palestinos en ese territorio y el tribunal de Naciones Unidas había resuelto en enero que "era plausible" la acusación e instó a Israel a evitarlo.

Netanyahu, todo su gabinete y la mayoría de la clase política y la sociedad israelíes rechazan esta acusación. Según el premier, "es Hamas el que comete un genocidio. Nos mataría a todos si pudiera. Por el contrario, las Fuerzas de Defensa Israelíes están actuando con toda la moralidad posible."

Pero el nivel de destrucción y la crisis humanitaria en Gaza quedaron aún más expuestos cuando las fuerzas israelíes demostraron, una vez más, su capacidad para atacar con precisión extrema en Damasco, cuando bombardearon el consulado iraní, o en Teherán cuando asesinaron al máximo líder de Hamas, Ismail Haniyeh, en su casa en la capital iraní, o en Beirut, cuando atacaron una reunión de la cúpula del movimiento islamista libanés Hezbollah y mataron a su máximo líder, Hasan Nasrallah, luego de dos ataques coordinados contra sus filas haciendo volar sus bipers y walkie talkies. 

Esta marcada diferencia permite al menos preguntarse si el objetivo real del gobierno israelí es "destruir a Hamas", como plantea Netanyahu y sus ministros, o si buscan convertir de una vez y por todas a la Franja de Gaza en un lugar inviable para los más de dos millones de palestinos que sufren desde 2007 la cara más dura de la ocupación israelí, con un bloqueo militar por aire, tierra y mar, y constantes ofensivas militares. En otras palabras, si buscan una limpieza étnica de los palestinos en ese territorio. Según un informe de la ONU de abril pasado, tomaría 14 años y al menos 1.200 millones de dólares solo retirar los 42 millones de toneladas de escombros que habían dejado para entonces los bombardeos (hoy sin dudas el número aumentó). A esto, claro, habría que sumarle una reconstrucción de la infraestructura vital -electricidad, agua, como mínimo-, del sistema de salud y educativo, y de los miles de edificios residenciales que hoy son inhabitables. 

Es difícil imaginar que la misma comunidad internacional que -gracias a los vetos de Estados Unidos- permitió este nivel de destrucción y muerte durante un año entero sin sanciones o consecuencias concretas para Israel y hasta continuó vendiéndole las bombas y las municiones para su ofensiva va en el futuro a invertir esta cantidad de dinero y voluntad política a lo largo de una década y media para reconstruir un territorio que está bloqueado hace siete años, bajo ocupación desde hace más de medio siglo y no posee ninguna riqueza natural. 

También es difícil imaginar que Israel lo permitirá si no existe presión internacional real, algo que por ahora no se ha visto.