A un año del 7 de octubre: que el árbol no tape el bosque

A un año del 7 de octubre de 2023, es obvio que los ataques de Israel, avalados por Estados Unidos, no son sólo una represalia. Ni apenas un plan de extermino de Hamas. Es algo mucho más vasto y estructural. 

06 de octubre, 2024 | 00.05

El 7 de octubre de 2023 será recordado en la historia como un hito: como el pasaje sin retorno hacia una metamorfosis mundial donde no solo se podría reconfigurar Oriente Medio y la relación entre las potencias, sino que la sociedad toda sufriría cambios.

Así como el asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria, el 28 de junio de 1914 en Sarajevo, desató la desmesura de la Primera Guerra Mundial, arrasó con las monarquías como sistema de poder y preparó al mundo para un nuevo orden internacional (surgido en 1945, después de otra guerra brutal), la operación “Tormenta de Al Aqsa” de Hamas en suelo israelí ha facilitado ataques, asesinatos y una destrucción masiva de tal desproporción que exige pensar más en el bosque que en el árbol.

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El atentado en Sarajevo no está aún hoy suficientemente esclarecido. Noventa años después, hay pruebas de casualidades inexplicables y graves descuidos de seguridad por parte de las autoridades austrohúngaras que justificaron su declaración de guerra. No fue la primera ni la última vez que una potencia se vale de acciones violentas y aparentemente aleatorias para sus fines.

Algo similar sucede hoy. La facilidad con que, hace un año, la guerrilla nacionalista islámica Hamas pudo atacar territorio de Israel; la increíble falla de los supersofisticados sistemas de rastreo y alarma de la seguridad israelí y la falta de prevención de la Mossad y de la inteligencia del país (aún cuando la propia prensa israelí informaba sobre posibles ataques) obliga a dejar de lado la ingenuidad y a pensar que más que un descuido hubo un plan.

Desde el inicio, la respuesta israelí –asimétrica y desproporcionada contra la Franja de Gaza- es mucho más medular de lo que parece: destruye todos los acuerdos humanitarios previos (atacando hospitales o escuelas); pulveriza los principios de la Carta de las Naciones Unidas; desconoce las aplastantes votaciones de la Asamblea General de la ONU (172 votos a favor de Gaza, 10 abstenciones y 4 en contra) e instala el reino de la impunidad. Lo más grave es que, con todo eso, deja al mundo sin los instrumentos con los que -hasta ahora y desde 1945- nos ilusionábamos que íbamos a poder evitar otra gran catástrofe.

A un año del 7 de octubre de 2023, es obvio que los ataques de Israel, avalados por Estados Unidos, no son sólo una represalia. Ni apenas un plan de extermino de Hamas (como aseguró el gobierno de Benjamin Netanyahu). Ni siquiera se trata –solamente- de la expulsión de los palestinos y la apropiación de sus tierras. Es algo mucho más vasto y estructural. 

Entre los expertos, va ganando terreno la hipótesis de que “el conflicto fue inducido para facilitar la realización de objetivos que están concebidos y preparados desde hace mucho tiempo”, según afirma el profesor emérito de economía y política internacional de la Universidad Federal de Río De Janiero, el brasileño José Luis Fiori. “El objetivo sería reconfigurar la geopolítica de Oriente Medio con la destrucción de Hezbollah; el ataque a las capacidades militares y nucleares de Irán. Esto explica, además, por qué Israel ordenó la salida reciente de sus batallones de Gaza y los recolocó para probables nuevos frentes de lucha.”

¿Puede ser mero capricho que, sin haber conseguido el declarado objetivo de acabar con Hamas, Tel Aviv haya decidido dar por finalizada la campaña en Gaza y avanzar sobre el sur del Líbano? ¿Son aleatorios los atentados y asesinatos de altos mandos musulmanes que se vienen sucediendo sistemáticamente en las últimas semanas? Entre estos hay dos de gran importancia: Ismail Haniye, líder de Hamas, asesinado por un misil isarelí el 31 de julio mientras estaba en Irán como invitado y Hassan Nasrallah, clérigo y secretario general del partido y brazo armado libanés Hezbollah, muerto el pasado 27 de septiembre. 

Todos los hechos responden a la misma lógica: Israel y sus aliados anglosajones quieren provocar sí o sí una guerra regional. El jueves 3 de octubre, en una entrevista con la CNN, el canciller libanés aseguró que Nasrallah fue asesinado luego de haber acordado un alto el fuego por 21 días, pedido por el presidente de EEUU Joseph Biden y el de Francia, Emmanuel Macron.

 “Nasrallah estuvo de acuerdo con el alto del fuego. Informamos a los estadounidenses y a los franceses. Ellos nos dijeron que el primer ministro de Israel también estaba de acuerdo con la declaración emitida por ambos presidentes (Biden y Macron)”, aseguró el canciller del Líbano, Abdallah Bou Habob a la periodista de la CNN. 

También el jueves pasado, mientras el Reino Unido y EEUU atacaban Yemen (aliado de los palestinos), Israel lanzaba bombas prohibidas (fósforo blanco) sobre diversas zonas del Líbano. El día anterior había atacado a Siria, destruyendo edificios residenciales en Damasco.

¿Son actos desconectados? “La simultaneidad de los hechos y la sucesión de las declaraciones, los ataques y lugares escogidos sugieren una fuerte ‘afinidad electiva’ con la hipótesis de una ‘provocación intencional’ en busca de una respuesta violenta que podría movilizar el apoyo de EEUU para la ampliación de la guerra con su permiso a un ataque masivo de Israel contra el Líbano e Irán”, asegura Fiori.

El analista español Germán Gorraiz López, especializado en temas financieros y geopolíticos coincide. “Estados Unidos busca iniciar una nueva Guerra en Oriente Medio. El Pentágono se serviría de una dura respuesta de Israel a Irán para iniciarla con el doble objetivo, primero secar las fuentes energéticas de China y posteriormente, diseñar la cartografía del nuevo Gran Oriente.”

“Dicho conflicto –Continúa Gorraiz López- podría acabar involucrando a las tres superpotencias (EEUU, China y Rusia), contaría como colabores necesarios a las potencias regionales (Israel, Siria, Egipto, Jordania, Irak, Arabia Saudí e Irán) y abarcaría el espacio geográfico que se va desde el arco mediterráneo (Israel Siria y Líbano) hasta Yemen y Somalia teniendo a Irak como epicentro.”

El 7 de octubre, movimientos populares de todo el mundo se movilizan en solidaridad con el pueblo palestino y libanés, exigiendo el fin de la violencia en la región. Se busca visibilizar el genocidio palestino. Oficialmente se habla de menos de 42.000 víctimas la mayoría mujeres niños y ancianos, una cifra absurda si se tiene en cuenta que para masacrar Gaza Israel ha usado el sistema Lavander (lavanda) de Inteligencia Artificial. En julio pasado, la revista médica británica “The Lancet” ya calculaba, sólo en Gaza, más de 186.000 palestinos asesinados. En el operativo de Hamas del 7 de octubre de 2023 murieron 1.400 israelíes y fueron tomados 230 rehenes.

En sólo un año la situación del planeta se ha puesto infinitamente peor. Israel y EEUU acorralados por un nuevo balance de poder en el mundo están dispuestos a todo. La irresponsabilidad del presidente argentino, Javier Milei, al involucrarse en un conflicto totalmente ajeno no debe verse apenas como un acto grandilocuente y criminal. Miremos el bosque: también. de ser necesario, el Cono Sur -con sus riquezas, con su geolocalización  estratégicamente privilegiada, con sus alianzas políticas multilaterales- podría ser embarrado en el lodo de la guerra.