Es difícil decidir si se trata de un acto de crueldad o de una provocación planificada. Pero la decisión de hacer la cumbre del Grupo de los Siete en Hiroshima, sitio donde el principal miembro de ese grupo –Estados Unidos- arrojó la primera bomba atómica y perpetró uno de los genocidios más siniestros de la historia, no deja de ser cínicamente perturbadora. Más aún, si se tiene en cuenta que la actual guerra en Ucrania deviene, en cualquier momento, en un conflicto nuclear.
Pero la política no está hecha de casualidades. Hiroshima no sólo es la ciudad natal del anfitrión de la cumbre, el premier japonés Fumio Kishida. Es también el lugar donde EEUU, el 6 de agosto de 1945, a través de su ataque atómico, advirtió al mundo que comenzaba un nuevo orden global bajo su mando y que, quien no obedeciera ciegamente sus nuevas reglas, sentiría el escarmiento.
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La política exterior norteamericana desde 1945 hasta nuestros días muestra que aquel ejercicio de violencia (mezcla de desprecio racial por los asiáticos, revancha y castigo ejemplar) no fue el acto final de la Segunda Guerra Mundial sino el principio constructivo de la “nueva era americana”. Paradójicamente, según varios analistas, hoy en Hiroshima, esa era evidencia su ocaso.
“La reunión de Japón del 19, 20 y 21 de mayo es una despedida emblemática del viejo orden mundial. Más que un grupo de trabajo mirando al futuro parece una reliquia de la posguerra”, escribió la columnista Mary Dejevsky en el diario británico The Independent, aludiendo a la pérdida de liderazgo de los integrantes del G7: Alemania, Canadá, EEUU, Francia, Italia, Japón y Reino Unido (países que en el pasado se consideraban los más ricos del mundo). En 1990, según el FMI, el grupo representaba más del 50% del PIB mundial. Hoy es menos del 30%.
Dejevsky basa sus afirmaciones en dos hechos. Primero, en la constatación de que ya no se trata de un “frente unido”. No todos los integrantes comparten los mismos intereses, ni tienen la misma posición respecto, por ejemplo, al conflicto en Ucrania o a continuar las relaciones comerciales con China.
El segundo, justamente, es que no se haya invitado a ese país, una de las economías más importantes del planeta. “China no es solo una potencia económica regional, sino global. Más allá de Occidente, la Iniciativa de la Franja y la Ruta es respetada y abiertamente bienvenida por su ventajosa y rápida construcción de infraestructura sin ninguna atadura ideológica", argumenta Dejevsky.
Para disimular esa decadencia, Kishida –con el visto de EEUU, por supuesto- amplió la cumbre con ocho invitados: Australia, India, Brasil, Corea del Sur, Vietnam, Indonesia, Comoras (en representación de la Unión Africana) y las Islas Cook (en representación de las Islas del Pacífico).
Curiosamente dos presidentes que no están en la lista de convidados –el ruso Vladimir Putin y el chino Xi Jinping- son miembros de los BRICS, organismo que abarca al 40% de la población mundial, más del 20% de la economía global y contribuye con casi el 50% al crecimiento económico del planeta. Tanto la creciente presencia de los BRICS en la economía global como los casos de Rusia y China individualmente fueron los ítems principales de la agenda en Hiroshima. De los ocho mandatarios invitados, dos también pertenecen a los BRICS –el brasileño Lula da Silva y el indio Narendra Modi-. Los otros seis lideran países que ocupan zonas geográficas estratégicas en relación a China y Taiwán.
Sin grandes resultados
Como sucede en la mayoría de estas cumbres, los encuentros bilaterales suelen generar expectativas. Lula, el único presidente latinoamericano invitado, alertó sobre las consecuencias criminales de las deudas externas y se refirió a la Argentina. “El endeudamiento externo de muchos países, que victimizó a Brasil en el pasado y hoy destroza a Argentina, es causa de una flagrante y creciente desigualdad, y requiere un tratamiento del FMI que considere las consecuencias sociales de las políticas de ajuste", afirmó durante el primero de sus dos discursos en la sesión plenaria.
Lula aseguró además que el sistema financiero “debe estar al servicio de la producción, el trabajo y el empleo”, es decir, la economía real, y respaldó un mundo multipolar. “Ningún país puede hacer frente solo a las amenazas sistémicas actuales. La solución no está en la formación de bloques antagónicos (…) Eso será particularmente importante en el contexto de transición a un orden multipolar.” Lula volvió a referirse a Argentina durante su reunión con la titular del FMI, Kristalina Georgieva.
En cuanto a los posibles resultados del encuentro del G7, no hay grandes expectativas. Según la analista Mary Dejevsky, “las diferencias de intereses nacionales sobre los dos temas principales -el ascenso de China y la guerra en Ucrania- sugieren que, en Hiroshima, el estatus del G7 como una agrupación útil pueden estar llegando a su final”.
Los borradores previos a la declaración final incluían ideas bienpensantes sobre cambio climático y crisis energética o alimentaria, pero los puntos que importaban realmente fueron dos: una posible acusación contra China por “coerción económica” (difícil de acordar) y un aumento significativo de las sanciones contra Rusia para “limitar sus capacidades”.
Según un funcionario de la Casa Blanca las políticas a seguir en torno a Rusia serían: “Uno, esfuerzos para perturbar aún más la capacidad de Rusia de abastecerse con importaciones para su guerra. Dos, esfuerzos para acabar con la evasión (de sanciones). Tres, más medidas para reducir la dependencia de la energía rusa. Cuatro, esfuerzos continuos para restringir el acceso de Rusia al sistema financiero internacional. Cinco, un compromiso para mantener inmovilizados los activos soberanos de Rusia hasta el final de la guerra”.
Uno de los acontecimientos más destacados sucedió el sábado. Fue la llegada del presidente ucraniano Vlodomir Zelensky a Hiroshima en un avión de la república francesa. Momentos antes del arribo, el ucraniano había tuiteado “la paz estará más cerca después de esta cumbre”. Este domingo 21 de mayo, se sabrán los reales resultados del encuentro. Quedan abiertas las alternativas.