Mientras el gobierno de Javier Milei se presenta como un experimento liberal que observan con atención en el mundo, Luiz Inácio Lula da Silva propone en Brasil un programa político, económico y geopolítico completamente distinto. En Argentina aumenta la inflación, los sueldos no suben y se plantea el ajuste como el camino al déficit cero, mientras en el país vecino cayó la suba de precios, mejoró el salario mínimo en años, se anunciaron inversiones extranjeras y el Presidente demostró muñeca política para negociar con gobernadores y ex aliados de Jair Bolsonaro. Cómo es la propuesta del gigante latinoamericano, principal socio comercial de nuestro país, que también busca mejorar las cuentas fiscales pero con una receta completamente distinta.
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Los números
Lula llega en un descapotable a la empresa de Volkswagen en São Bernardo do Campo, acompañado por su vicepresidente, ministro de Industria y ex rival político, Geraldo Alckmin. Saluda desde el automóvil a los obreros que lo vitorean y buscan una foto de él con sus celulares. Es la primera semana de febrero, con más de un año de gobierno y lo hace para anunciar una serie de inversiones automotrices, no sólo de la empresa alemana sino también de la estadounidense General Motors y de la china BYD. Esta última experta en autos eléctricos superó en ventas recientemente a los vehículos de Tesla de Elon Musk, empresario que se muestra fascinado con la figura de Milei. La llegada de dinero para profundizar la fabricación brasileña le cierra perfecto al mandatario y su narrativa de buscar la reindustrialización de su país.
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“Lula logra reducir la inflación, Lula sube el salario mínimo por encima de la inflación por primera vez desde 2016, Lula eleva el mínimo no imponible de ganancias, Lula anuncia una catarata de inversiones, Lula abrirá universidades tecnológicas en las favelas”, son varios los títulos periodísticos que podrían tomarse y que contrastan con la situación actual argentina. Eso en materia económica porque también el contraste se da en las decisiones políticas como los acuerdos con los gobernadores y legisladores de la oposición, incluso con Bolsonaro por quien pidió que se le garantice la presunción de inocencia que él no tuvo, y también en geopolítica cuando condena a Israel y se reúne con Joe Biden y Xi Jinping, sin considerar alineamientos que lo limiten.
El Gobierno de Lula parece estar encaminado en su proyecto político y económico, pero surgen dudas acerca de cómo negociará con los sectores que se oponen al programa del mandatario. Por ejemplo, con la disputa por el déficit cero que está en Argentina pero también en el país vecino, o cómo logrará, si es lo que hace, mantener las cuentas fiscales y mantener un Estado presente, en un mundo donde pareciera prevalecer la idea que al Estado hay que achicarlo. Uno de los principales rasgos o diferencias que hay que marcar tiene que ver con las reservas con las que cuenta Brasil y que los últimos mandatarios han mantenido.
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“Brasil tiene un colchón de más de 300 mil millones de dólares americanos, entonces la confianza en la economía brasileña por parte de los inversores es mucho más amplia que la confianza en mercados que han logrado éxito con el boom de commodities como Brasil lo ha hecho, pero no se han llenado de reservas cambiarias”, explicó a El Destape, el investigador de la Institución es la Fundación Armando Álvares Penteado (FAAP), Vinicius Rodrigues Vieira. Además de tener reservas, el caso de Brasil también puede volverse testigo porque si bien Lula considera que el gasto público es una inversión a contracara de la postura liberal de recortar la participación estatal y llevar adelante un fuerte ajuste, el mandatario brasileño se muestra comprometido también en mantener los números ordenados.
“El mercado quiere mucho más compromiso del gobierno con los gastos públicos del presupuesto federal, pero Lula ha sido electo por tercera vez con una agenda social muy robusta porque ha ganado solamente entre los electores que ganan por mes hasta dos salarios mínimos, que hoy son dos mil ochocientos reales, más o menos 550 dólares. Entonces, Lula necesita hacer política social, no puede tener un compromiso con el déficit cero pero eso no significa que Brasil vaya a una situación de insuficiencia fiscal, está muy lejos de este contexto porque Lula tiene un compromiso con la estabilidad fiscal”, agregó Vinicius Rodrigues Vieira.
Al consultarlo sobre las disputas regionales sobre el déficit cero, el especialista agregó: “Hay una disputa ideológica entre los que ven una salida liberal que no ha funcionado y que creo que no funciona en Latinoamérica. Hoy hay una salida que sí tiene participación estatal pero con claros compromisos fiscales y con compromisos de inversión en la capacidad de la población. Hablamos de salud, de educación. Mantener los gastos en estas áreas es una inversión, no un gasto como el mercado suele pensar”.
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Como se planteaba al principio, en el caso de Milei, el camino que considera apropiado para ordenar las cuentas fiscales es el ajuste. De hecho, se lo ha visto al mandatario postear como un logro que la clase media gaste sus ahorros para llegar a fin de mes, en un contexto en el que se propone como uno de los objetivos económicos desacelerar el consumo para bajar la inflación. La pregunta que surge es: si cae el consumo de la forma en la que pasa y cae también la recaudación estatal, ¿se puede lograr el tan ansiado déficit cero?
“Lo que ha habido en Brasil en los últimos dos años es un cierto aumento del gasto público, ya con Bolsonaro y hay un aumento importante de las exportaciones. Es decir, en Brasil vienen creciendo mucho las exportaciones brasileñas y eso empuja bastante. El último año, se habla de un crecimiento del 3% que, para lo que venía sucediendo en Brasil, está bastante bien. El último año de Bolsonaro también hubo un crecimiento, en el orden del 3 o 4. Entonces es una economía que ya viene con un envión en los últimos dos años. Ahora, eso puede desacelerarse bastante si van al déficit cero”, explicó a El Destape, el doctor en Economía, politólogo y profesor de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ) y de la Universidad Nacional de Moreno (UNM), Eduardo Crespo.
El especialista analizó por qué podría desacelerarse el crecimiento económico: “Si van al déficit cero, hay recortes de gastos, caída la demanda y se desaceleraría. No creo que vayan al déficit cero. Seguramente tendrán algún plan de ir reduciendo gradualmente el déficit en la medida que la economía siga creciendo. En el sentido de que la recaudación crezca más que los gastos. Si dejás que el crecimiento siga, la recaudación crece un poco más que los gastos. En función, por ejemplo, que la economía siga empujada por exportaciones y demás, podés ir reduciendo el déficit sin generar una recesión o una desaceleración brusca”.
Hasta el momento, fueron celebrados los logros económicos en el primer año de gobierno de Lula: logró tener la inflación más baja desde el 2019, subir el salario mínimo por encima del IPC como no se obtenía desde el 2016, y crecer hasta pasar del puesto 13 al 9 de las principales economías del mundo según el FMI.
"Me parece importante si efectivamente va a haber ahora con Lula una política en serio para tratar de retomar algún tipo de programa de tipo industrial porque de hecho el boom de las exportaciones es el agronegocio, es decir, exportaciones agrícolas fundamentalmente, y ahora el planteo de Lula es tratar la promesa de que Brasil retome la iniciativa industrial. Yo la veo un poco lejos todavía, pero iría por ahí", agregó Crespo con cierta desconfianza por considerar que todavía está “muy verde”, pero que sin dudas es uno de los aspectos a mirar y uno de los desafíos del gobierno. Muchas veces se ha cuestionado a los gobiernos progresistas de la región por considerar que mejoraron ciertos indicadores económicos, pero no lograron cambiar la matriz económica de sus países.
Otro de los aspectos que Crespo considera que hay que mirar de Brasil tiene que ver también con lo que se lleve adelante en materia de infraestructura. Recordó que el gobierno tiene entre sus proyectos un plan de obras por el cual se renovarían caminos, rutas y ferrocarriles a lo largo del país, lo cual según el especialista sería “un cambio muy radical”, aunque remarque que hay que esperar aún para ver cómo se desarrolla.
Geopolítica
Otro de los rasgos que muestran las contracaras en este momento de los gobiernos de Milei y Lula, sin dudas tiene que ver con la política exterior. Mientras el país vecino fue un actor clave para que Argentina ingrese a los BRICS, la administración liberal decidió no acceder al bloque -a través del cual se esperaba obtener inversiones a través del Banco de Desarrollo-, tomar actitudes hostiles con países como China o el propio Brasil, y sostener que no negociarían con comunistas. Esto fue visto como un alineamiento a Estados Unidos, pero ni el propio gobierno estadounidense ha frenado nunca el fuerte vínculo comercial que mantiene con la administración china. Por el contrario y mostrándose como una potencia regional en un mundo multipolar, el mandatario brasileño se ha reunido tanto con Joe Biden como con Xi Jinping y eso no ha generado ninguna tensión con las potencias.
Otro de los temas claves en materia internacional tiene que ver con Israel y Palestina. Milei viajó a Israel, se mostró con el gobierno de Benjamín Netanyahu y prometió políticas que rompen con la postura histórica de Argentina, como trasladar la Embajada de Tel Aviv a Jerusalén, un tema sensible en el conflicto y algo que ni Bolsonaro osó hacer por el pedido de los ganaderos que venden carne halal a países islámicos. Lula, en cambio, es un fuerte crítico del accionar del Ejército israelí en la Franja de Gaza. De hecho, esta semana estuvo en Egipto en la sede de la Liga Árabe, mientras de Argentina ni siquiera participa el Embajador en ese país, tras un fuerte descontento de esa organización con el anuncio de Milei.
Finalmente, la otra gran diferencia entre los dos liderazgos sudamericanos es la cintura política de Lula. Ha logrado avanzar en proyectos con gobernadores opositores y legisladores del Centrao, que si bien suelen responder a quien esté en el poder, es parte de lo que llaman “la seducción” de Lula y que le ha permitido avanzar en proyectos de ley como la reforma tributaria. “El problema con Bolsonaro era que a él no le gustaba la negociación, entonces se quedaba muy parado su gobierno y no avanzó en las reformas liberales que prometió”, recordó Vinicius sobre el ex mandatario, ahora muy complicado judicialmente con las acusaciones de golpismo.
Cuando ganó Lula, se especuló mucho con la posibilidad de que su tercer mandato sea una catástrofe con sus aliados más conservadores; sin embargo, hasta el momento no sólo no ha sido así, sino que incluso puede sorprender con satisfactorios resultados al aplicar recetas que parecieran ir a contramano de un mundo donde ganan quienes quieren achicar el Estado.