El mundo ofrece dos enseñanzas: ni repudio a medias ni lobo solitario

Desde EEUU a Rusia y en toda América Latina la condena al atentado y la solidaridad con CFK fueron unánimes, sin peros ni grietas. Además, la experiencia internacional demuestra que los supuestos lobos solitarios rara vez son solitarios. 

02 de septiembre, 2022 | 21.51

El intento fallido de magnicidio que vivió el país esta semana sacudió a una dirigencia y una sociedad polarizadas, no solo por la dimensión institucional que tiene la posibilidad muy real de que la Vicepresidenta fuera asesinada, sino porque en Argentina este tipo de violencia política -directa y armada- no es algo habitual. Por eso, en este momento en que la conmoción inicial se empieza a diluir y nuevamente surgen con fuerza las voces que ponen primero las críticas a la condena a la violencia, vale apreciar cómo reacciona un mundo habituado a los atentados políticos y qué enseñanzas podemos extraer de esas difíciles experiencias. 

En primer lugar, una conclusión clara e inmediata: las condenas internacionales al intento de asesinato a la Vicepresidenta fueron absolutas, sin medias tintas ni aclarativas, y fueron igualadas a un atentado contra la democracia en su conjunto. La única excepción fue el presidente brasileño, Jair Bolsonaro, un dirigente que pese a haber sufrido en carne propia un atentado cuando hacía campaña, defiende hasta hoy un discurso de incitación a la violencia política, aboga por el uso masivo de armas entre los civiles, tiene vínculos comprobados con los autores de asesinatos políticos en su país y ha puesto en duda la legitimidad de las próximas elecciones, en las que las encuestas pronostican que perderá la reelección. 

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Más allá de que hubo algunas reacciones que tardaron más que otras, el intento de un magnicidio dejó en pausa la grieta que hace años marca las relaciones diplomáticas en una región que, sin embargo, también está muy habituada a la violencia política y sabe lo que significa y lo que puede producir en un país. Por eso, en las últimas horas mandatarios con posiciones tan disímiles como el venezolano Nicolás Maduro y el uruguayo Luis Lacalle Pou, el colombiano Gustavo Petro y el ecuatoriano Guillermo Lasso, y el mexicano Andrés Manuel López Obrador y el paraguayo Mario Abdo Benítez se unieron en un mismo mensaje de repudio y solidaridad con CFK. 

Incluso, el atentado puso en la misma vereda a tres potencias mundiales que hoy confrontan en uno de los momentos más tensos que haya vivido el planeta en los últimos tiempos: Estados Unidos, China y Rusia. Ninguno habló de la situación política en Argentina ni puso en duda la veracidad del ataque. No tanto por el principio de no interferencia en asuntos internos, un principio que todos los países reclaman pero muy pocos cumplen en la práctica, sino porque reconocían la gravedad del hecho.

Los lobos solitarios, un conocido chivo expiatorio

Mirar a experiencias de otros países ayuda no solo a no a copiar o compararse de manera lineal, sino también a salirse de la falsa sensación de excepcionalismo que muchas veces domina a los análisis argentinos: "Este es el único país donde pasa esto", "Somos el peor país del mundo" o la conclusión igualmente ridícula de que "Somos el mejor país del mundo". 

Los atentados contra líderes políticos o por motivos políticos son moneda corriente en muchas partes del planeta y en muchos casos las autoridades han explicado estos ataques como acciones de lobos solitarios, un concepto que ya se empezó a escuchar en boca de algunos dirigentes y analistas en las últimas horas para explicar el intento de asesinato a Cristina Fernández de Kirchner. 

A diferencia de un sicario -un asesino a sueldo- o un militante o activista que ataca como parte de una organización política, la idea de un lobo solitario es una persona que actúa de manera individual, sin inspirarse en las ideas de otros o coordinar con alguien más. A nivel teórico, la idea de un hombre que actúa como una isla choca con la filosofía política y la antropología. Todos somos seres sociales, existimos en un entorno que nos influencia y al que tratamos de influenciar.

A nivel empírico, la idea de un lobo solitario tampoco se sostiene. Por eso, el periodista Ezequiel Kopel, experto en Medio Oriente, una región que algo conoce de violencia política y magnicidios, recordaba en estas últimas horas que "nadie se radicaliza solo"

En mayo pasado, en Estados Unidos -un país que combina una aparente sobrepoblación de lobos solitarios y una derecha cada vez más radicalizada- un joven blanco de 18 años irrumpió en un supermercado totalmente vestido con camuflaje, con un arma automática y comenzó a acribillar gente: mató a 10 personas e hirió a otras tres, casi todas negras. Payton Gendron no era parte de ninguna organización ni actuaba por órdenes de alguien. Sin embargo, para Juliette Kayyem, ex subsecretaria de Seguridad Interior de Barack Obama y profesora en la Escuela de Gobierno Kennedy de Harvard, "no estaba solo".

En un artículo publicado en la revista The Atlantic, la ex funcionaria advirtió que el concepto de lobo solitario "falla en una era en la que el odio y la radicalización ahora sirven como substitutos del rebaño colaborativo, los co-conspiradores y los cómplices". Según explicó, cuando Gendron atacó en el supermercado e hizo de eso un espectáculo al transmitirlo en vivo en sus redes, le estaba hablando a "una audiencia que ya existía".

Como se supo en las últimas horas, el hombre que gatilló dos veces casi al lado de la cabeza de la Vicepresidenta no vivía aislado de todo y de todos. Sabía cómo funcionaban los medios de comunicación, participó en al menos dos móviles del canal de noticias Crónica en las calles, y había asumido como propio el discurso político crispado que domina estos tiempos.