Un aluvión de misiles ruso deja a los habitantes de Kiev sin electricidad ni agua

12 de junio, 2024 | 05.35

Cuando se va la luz y el ascensor deja de funcionar, los ucranianos Maryna y Valeriy Tkalich dejan el cochecito en la planta baja y suben a su hijo de dos meses por los 12 tramos de escaleras hasta su apartamento.

Y una vez que las autoridades de Kiev han notificado a los residentes los próximos cortes programados de electricidad, los Tkalich se apresuran a bañar al pequeño Marian y a preparar la comida para la familia antes de que se vaya la luz y se sequen los grifos.

Estas interrupciones son cada vez más frecuentes para la población de la ciudad, de unos tres millones de habitantes, después de que Rusia empezara a golpear el sistema energético del país a finales de marzo, cortando la mitad de su capacidad de generación.

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En escenas que recuerdan al invierno boreal de 2023, las calles quedan a menudo sumidas en la oscuridad, el zumbido de los generadores privados vuelve a oírse por las calles de Kiev y la gente lleva linternas para desplazarse.

"El principal problema es la falta de agua", afirma Valeriy Tkalich, de 34 años, en declaraciones a Reuters en su casa de Kiev, donde las bombas de agua no llegan a los pisos superiores sin electricidad.

"Para cocinar, también hemos tenido que adaptarnos y comprar un pequeño hornillo de gas de camping para calentar las cosas", explica este gestor de productos informáticos. "Con el bebé, se complica seriamente nuestra realidad".

Muchos ucranianos temen que las cosas empeoren a medida que se acerque el invierno, con el ejército ruso tomando la iniciativa en el campo de batalla e intensificando los ataques con misiles y drones contra las centrales térmicas e hidroeléctricas.

Moscú afirma que la infraestructura energética de Ucrania es un objetivo militar legítimo y niega que se ataque a civiles. Pero miles de ucranianos han muerto en ataques contra edificios residenciales, escuelas y hospitales desde principios de 2022.

Marian pasó sus primeras noches en casa durmiendo en el pasillo del apartamento en lugar de en un dormitorio, para reducir el riesgo de sufrir daños en caso de que el edificio fuera atacado.

"Incluso los ataques aéreos, a los que nos hemos acostumbrado y que suponen enormes riesgos para la familia -agravados por la presencia del bebé-, me molestan menos que los apagones", dijo Tkalich. "Los apagones son lo peor".

Las advertencias sobre el próximo corte de electricidad desencadenan una oleada de actividad en el hogar: "Hay que llenar las botellas de agua, lavar al bebé y cocinar la comida".

Él y su mujer, que tiene un negocio de joyería, están haciendo planes para el otoño y el invierno boreales por si continúan los cortes de electricidad, pero también están considerando la posibilidad de trasladarse más al oeste, donde las interrupciones por ataques de misiles suelen ser menos frecuentes.

Con información de Reuters

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