Al igual que Júpiter y Saturno perturban objetos del cinturón de asteroides, y Mercurio y Venus lo hacen sobre otros más cercanos al Sol, uno o dos planetas nunca observados podrían estar influyendo en los cuerpos helados del cinturón de Kuiper, según lo sugieren los cálculos estadísticos de dos astrónomos españoles.
Mercurio, Venus, Tierra, Marte, Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno -sin contar a Plutón desde hace unos años- son los planetas conocidos del sistema solar, pero la posibilidad de un planeta 9 es objeto de numerosos estudios y debate entre los astrónomos, según publica la agencia española de noticias científicas SINC.
Dos de ellos, los hermanos Carlos y Raúl de la Fuente Marcos, de la Universidad Complutense de Madrid, publicaron varios artículos donde plantean la existencia de uno, incluso más, planetas desconocidos del sistema solar, tras investigar las órbitas de algunos objetos transneptunianos (TNO, por sus siglas en inglés) que se mueven más allá de Neptuno.
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Ahora presentan un nuevo trabajo en la revista Monthly Notices of the Royal Astronomical Society con un enfoque diferente, centrado en el análisis de las distancias y velocidades radiales de objetos en esa región, y las conclusiones siguen apuntando a que más allá de Plutón puede haber mundos todavía no descubiertos.
La mayoría de los estudios hacen uso de las órbitas que, en el caso de objetos distantes con arcos cortos (pocos meses frente a períodos orbitales de miles de años) son muy inciertas, con incertidumbres asociadas a elementos orbitales (como el semieje mayor, la excentricidad o la orientación espacial) superiores al 50 %, apunta Carlos de la Fuente Marcos a SINC.
Sin embargo, los valores de la distancia radial (distancia del objeto a nuestro planeta) y la velocidad radial (velocidad del objeto respecto a la Tierra en la dirección que los separa) en una época próxima a su descubrimiento tienen incertidumbres de pocos puntos porcentuales. Por tanto, cualquier conclusión derivada a partir de las distribuciones radiales es bastante más sólida que las basadas en elementos orbitales, agregó.
Teniendo esto en cuenta, los autores se han centrado en los TNO del cinturón de Kuiper, un conjunto de cuerpos helados que orbitan alrededor del Sol a una distancia de entre 30 y 50 unidades astronómicas (ua).
En concreto, los que se mueven próximos al acantilado de Kuiper, la parte más alejada del cinturón donde la densidad de los objetos que lo pueblan decrece drásticamente.
Más allá de este acantilado y de las 50 ua la visión se vuelve borrosa, ya que los objetos son cada vez más tenues y sus periodos orbitales abarcan varios siglos. La obtención de imágenes en profundidad utilizando los mayores telescopios podría superar el primer problema, pero los derivados del segundo se abordan mejor con análisis estadísticos de datos conocidos.
Es lo que han hecho los autores, comparado las distancias y velocidades radiales de estos objetos transneptunianos con las de otros del sistema solar localizados en escenarios análogos con los que hasta ahora no se había contrastado: el cinturón principal de asteroides situado entre las órbitas de Marte y Júpiter y los llamados objetos de tipo Atira, cuyas órbitas son interiores a la de la Tierra e interaccionan solo con Venus y Mercurio.
Los resultados y las gráficas revelan que las distribuciones de los TNO y los asteroides del cinturón principal tienen un aspecto similar.
Por tanto, si la estructura que se observa en el caso del cinturón de asteroides se debe a las perturbaciones seculares inducidas por Júpiter y Saturno, es lógico suponer que lo que vemos con los objetos situados más allá del acantilado de Kuiper podría estar generado por perturbaciones de planetas transplutonianos por descubrir, apunta De la Fuente Marcos, quien destaca un hueco bastante revelador a unas 72 ua que podría ser fruto de resonancias con esos mundos desconocidos.
Las conclusiones de este trabajo son consistentes con las de otros estudios, como uno reciente publicado por investigadores japoneses en The Astronomical Journal, a pesar de que nosotros realizamos análisis estadísticos de datos observacionales y ellos hacen uso de simulaciones numéricas, apunta De la Fuente Marcos, quien también recuerda que el primer y único trabajo que hasta la fecha había usado distancias radiales es uno de 2001 de Chad Trujillo y Michael Brown.
Con información de Télam