Justine Munguiko no recordaba el nombre de la enfermedad sobre la que le habían advertido. Sólo sabía que su bebé Fidele tenía llagas dolorosas similares a las que sufrían otros niños en el campo de desplazados cercano a la ciudad oriental congoleña de Goma.
La República Democrática del Congo es el epicentro de un brote de viruela símica que la Organización Mundial de la Salud declaró la semana pasada como una emergencia de salud pública mundial. Comunidades como la de Munguiko se encuentran entre las más expuestas y necesitadas de apoyo.
Ella y otras madres del campamento decidieron tratar a sus hijos de una forma tradicional para tratar la fiebre y las erupciones: lavándolos en agua salada hervida y frotándoles la piel con las suaves hojas de la planta Kitamatama.
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"Esta enfermedad de las lesiones cutáneas, viene de no sé dónde (...) Nos han dicho que viene después de comer carne de animales silvestres, pero ni yo ni mi hijo hemos comido carne de animales silvestres", dijo la mujer de 24 años, tras intentar calmar a su bebé que lloraba, y que todavía tenía llagas costrosas en las muñecas y los pies.
Mientras la comunidad internacional se esfuerza por obtener suficientes vacunas, la experiencia de Munguiko pone de relieve la cantidad de trabajo que se necesita para garantizar que los más vulnerables tengan los conocimientos y recursos necesarios para protegerse de una infección vírica que suele ser leve, pero que puede matar.
Según Ebere Okereke, investigador asociado del Programa de Salud Mundial de Chatham House, es fundamental comunicar a la población lo que debe hacer. "Tenemos que hacer llegar la información correcta a las personas que corren un riesgo inmediato", declaró a Reuters.
Se han producido alrededor de 27.000 casos y más de 1.100 muertes, principalmente entre niños, en el Congo desde que comenzó el brote actual en enero de 2023. El virus también se ha extendido a países cercanos.
Los residentes en el campamento de Kanyarutshinya se reunieron el lunes en una zona abierta entre las hileras de tiendas para escuchar a un trabajador sanitario de la organización humanitaria Medair explicar cómo evitar la infección. Recibieron un colorido folleto con imágenes que mostraban el riesgo del contacto cercano con animales o personas infectados.
Según Helen Rees, copresidenta del equipo sudafricano de gestión de incidentes de viruela símica, el reto en el Congo y otros países africanos se ve agravado por la falta de fondos para la investigación.
"A nivel mundial, todavía no conocemos bien los brotes de viruela símica, cómo se propaga, cuántos casos asintomáticos hay por cada caso sintomático", comentó a Reuters.
Los que están sobre el terreno también están ansiosos por saber más. Bizimungu Habimana, de 46 años, residente en el campamento, examinó detenidamente el folleto tras la presentación de Medair.
"Pensábamos que no había medicamentos ni cura para esta enfermedad. Me alegra mucho saber que se puede curar", afirmó.
Con información de Reuters