Tanto Bolivia como Argentina están atravesando crisis económicas que complican a vida de sus habitantes. Pero la búsqueda del camino para salir de esta situación es diametralmente opuesta. El presidente argentino Javier Gerardo Milei puso como solución un alto total del Estado, medida que sólo sirve para incrementar la crisis. El presidente del Estado Plurinacional de Bolivia Luís Arce Catacora, por el contrario, planea modificar los problemas estructurales con una industrialización realizada mediante la construcción de empresas con financiamiento del Estado.
Argentina viene arrastrando problemas económicos desde hace muchos años. Después de la brutal crisis de 2.001, hubo años de crecimiento gracias al favorable mercado de la soja. Pero una economía no tiene un crecimiento asegurado cuando se basa sólo en commodities. Es lo mismo que le pasó a Bolivia y su “milagro” por la buena administración de las ganancias por la exportación de gas. Al quedarse sin ese recurso, su economía se resintió. Para salir de la crisis hay que plantear una economía que no se base solamente en la exportación.
En su acto de asunción como presidente el 10 de diciembre de 2.023, Javier Gerardo Milei repitió incansablemente su mantra “no hay plata”. Con ese argumento como punto de partida, empezó a desplegar su política gubernamental, la cual consiste en el plan “motosierra” (usando otra de las expresiones del libertario, que busca “dinamitar al Estado”). Por este motivo, no sólo recortó ayudas sociales (por ejemplo, dejando de entregar alimentos a los comedores populares), sino que también empezó a desguazar el Estado, vendiendo las empresas públicas y los edificios estatales. El presidente argentino considera que la solución se encuentra en el mercado, que él mismo se haga cargo de todo, porque en su marco se van a encontrar las soluciones. Jamás consideró que el mercado no va a encontrar atractivo alguno para llevar internet a un pueblo de la Puna, o construir un hospital en una localidad cordillerana, porque esos lugares carecerían de “clientes” necesarios para mantener rentable el negocio. O lo consideró y no le importa.
El presidente Luis Arce declaró en julio en una entrevista que concedió a la BBC, cuál era la situación económica que encontró al asumir: “En cuanto a la economía, mire, el tema es que todos creen que el país estaba en auge económico cuando entramos nosotros al gobierno en 2.020. Falso. Bolivia ha vivido la peor crisis económica con el gobierno anterior. Teníamos cerca del 11% de déficit fiscal con respecto al PBI. Teníamos una recesión a octubre de 2.020 de cerca del 12%, o sea, crecimiento negativo (...) el tema económico [que] he tenido que resolver [es el] 12% de recesión económica, y al primer año estábamos creciendo ya al 6%. es decir: los 12% que teníamos de recesión e inclusive más 6%. En otras palabras: crecimos al 18%”. Arce logró esos números con una industrialización realizada mediante empresas estatales. El gobierno boliviano no dijo “no hay plata” y se puso a rematar todo, simplemente buscó cómo solucionar los problemas estructurales mediante la creación de industrias financiadas y dirigidas por el Estado.
En marzo, en Argentina ya se habían dejado de financiar más de 2.000 obras públicas desde que asumió Milei en diciembre. La cantidad de proyectos en ejecución con fondos nacionales cayó 87% entre fines de 2.023 y el primer bimestre de 2.024, según datos del Sistema Nacional de Inversiones Públicas. Por la paralización de la obra pública, en junio se estimaba que el impacto en todo el sector implicaba 100.000 puestos de trabajo menos en la construcción, y una crisis económica de miles de empresas. El desempleo estatal va creciendo y el sector privado no puede absorber a esos trabajadores, por lo que también están en crisis. Milei y su deseo de “déficit cero” para pagar la deuda externa, creó una recesión de tales dimensiones que tuvo como resultado en el primer semestre del año, que las compras de alimentos en los supermercados cayeran un 11,3% y que más de un millón de niños se vayan a dormir sin cenar.
Ni bien asumido Arce como presidente, implementó un Bono contra el Hambre de 1.000 bolivianos, para atender las necesidades básicas de los más carenciados. Su plan de gobierno para superar la crisis, fue la creación de plantas industriales: Más de 150 plantas serán la esencia de la industrialización e integrarán un aparato que revolucione los sistemas productivos en todas las zonas estratégicas que aportan al fortalecimiento de pequeños, medianos y grandes productores. Por eso, en su balance del año pasado Arce declaró que “Este, su Gobierno nacional, está consolidando las bases para una Bolivia industrializada, para un país que aproveche y se beneficie de todas sus potencialidades y fortalezas productivas". Con la implementación de plantas en todo el país se genera empleo, lo que permite que otros sectores, como el comercio, se revitalicen gracias a la inversión estatal. Entre las plantas, por ejemplo, se encuentran las de producción de semillas y bioinsumos que mejorarán la producción del agro, y también ayudarán a la obtención de la seguridad alimentaria de la población de Bolivia. El presidente Arce declaró que "pese a quien le pese, la industrialización con sustitución de importaciones no tiene marcha atrás". Una verdadera solución estructural para no depender de otros.