Momentos después de que un misil ruso se estrelló contra el hospital de Kiev, donde su hijo recibía tratamiento, Svitlana Kravchenko se apresuró a cubrir al bebé de dos meses con un paño para protegerlo de los escombros y el polvo que había en el aire.
Con la voz temblorosa, esta mujer de 33 años habló al salir de un refugio antiaéreo tras uno de los peores ataques rusos con misiles contra Kiev en meses. El inusual ataque diurno del lunes prácticamente destruyó parte del mayor hospital infantil de Ucrania.
"Daba miedo. No podía respirar", dijo Kravchenko a Reuters, mientras los equipos de rescate y los soldados buscaban supervivientes entre la enorme pila de escombros y edificios en ruinas.
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"Intentaba cubrirle. Intentaba cubrirle con esta tela para que pudiera respirar".
El hospital Okhmatdyt es famoso en toda Ucrania y fuera de ella por sus instalaciones de atención infantil. Realiza unas 10.000 intervenciones quirúrgicas al año y puede albergar alrededor de 600 niños en tratamiento.
El servicio de seguridad ucraniano SBU declaró que se había confirmado la muerte de dos personas y que 16 habían resultado heridas en el lugar, y que se había abierto una investigación por crímenes de guerra.
Sin embargo, los equipos de rescate temían que haya más desaparecidos mientras seguían buscando entre los escombros casi ocho horas después del ataque.
En todo el país, al menos 29 personas murieron en una oleada de ataques con misiles, uno de los días más mortíferos de la guerra en lo que va de año. Rusia dice que no ataca a civiles, pero miles, posiblemente decenas de miles, han muerto desde que comenzó la invasión a gran escala en febrero de 2022.
Un misil alcanzó el hospital, cerca del centro de Kiev, hacia las 10.00 horas (0700 GMT). Una gran parte del centro de dos plantas que alberga la sala de toxicología quedó aplastada, mientras que las ventanas del edificio principal de 11 plantas cercano volaron por los aires.
Una anciana doctora, con la cabeza vendada y la bata blanca manchada de sangre, deambulaba aturdida por el recinto del hospital. Los cristales crujían bajo sus pies.
Madres temblorosas agarraban con fuerza a sus bebés, mientras que los niños mayores, algunos de ellos sin la compañía de un adulto, se sentaban donde podían, aturdidos por la conmoción de la explosión.
Decenas de rescatistas, soldados y ciudadanos formaron cadenas humanas para retirar los escombros ladrillo a ladrillo.
(Contribución de Dan Peleschuk; edición en español de Javier López de Lérida)