"La fiesta de hierro", última obra de Roberto Arlt estrenada en vida del autor fallecido en 1942, ofrece funciones en el Teatro Machado y según su director, Diego Ernesto Rodríguez, "permite ver por el espejo retrovisor, aquello que en la historia de la humanidad se repite con insistente necedad, la ambición de destruir".
La obra, que se estrenó en el Teatro del Pueblo en 1940, poco después de iniciada la Segunda Guerra Mundial, narra la historia del "rey del hierro", un empresario a cargo de fundiciones que fabrica cañones y sobre distintos sucesos que se desarrollan en su casa con su hijo, su esposa, el gerente de la compañía y un sacerdote para discurrir sobre "una sociedad moralmente hipócrita, que por negarse a envejecer y morir como corresponde, se fagocita el futuro de sus hijos", destacaron los responsables de esta puesta.
Interpretada por Mailen Crudo, Martina Galli, Gabriel Jacubowicz, Ricardo Lovera, Marcos Luquin, Osvaldo Malizia, Pedro Nigri, Ayelén Peres Eisemberg y Daniel Rocchia, "La fiesta del hierro", fue adaptada por Rodríguez al teatro musical y ofrece funciones los sábados a las 20.30 en el teatro Machado (Antonio Machado 617 del barrio de Parque Centenario.)
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Actor, director, y regisseur, Rodríguez destacó que su decisión de trasladar la obra de Arlt al teatro musical tiene que ver con que "más allá de cuál sea la sofisticación de su técnica vocal, encuentra en el género un lenguaje íntegro, en el sentido de que no se puede aceptar de otra forma que no sea por su ficcionalidad, una forma que por default, niega el realismo".
"Producto del extrañamiento producido al proponer a la palabra cantada como palabra hablada, en el sentido, si se me permite, brechtiano del término, el teatro musical ofrece el 'distanciamiento' suficiente, para que les espectadores interpreten la historia sin forzar una idea de realidad. De hecho, Bertold Brecht, utilizó mucho el lenguaje o poética musical para sus obras", resumió el regisseur, autor de puestas como "El gran acuerdo internacional del Tío Patilludo" (mención especial del Grupo de Estudios de Teatro Iberoaméricanos y Argentino (Getea), y "Lírica Lado B", premio estímulo otorgado por la Asociación de críticos musicales, entre otras.
"Me tomé muy en serio -destaca Rodríguez sobre la manera de encarar su puesta- la propuesta del autor de 'farsa dramática', que es como define a esta obra. Hace poco leí una nota de su hija sobre su padre, en la que decía que la farsa de La fiesta... era sobre lo patético del drama. Me pareció muy buena esa definición, para mí una farsa es efectivamente la operación del humor sobre lo patético de la especie humana, la sociedad, la cultura, o lo que sea".
"Entonces -agrega- elegí la farsa como discurso de puesta y, a mi entender, una farsa lo único que persigue es la risa del espectador. El mejor modelo contemporáneo de esto, para mí, en nuestro país, es lo que proponen Saborido y Capusotto, como en otro momento lo fueron Olmedo y Hugo Sofovich".
"Por último -destaca- creo que estamos en una época en la que la cultura humana se encuentra nuevamente con la falla de su propia estructura. Para mí, la tragedia de la humanidad se produce en el empecinamiento por no ser efímera, y encuentra allí su trampa mortal, en la que su inmortalidad depende de la destrucción masiva de su propia existencia. Nos extinguiremos el día que logremos que nada nos falte.
Con información de Télam