(Por Hernani Natale) Andrés Calamaro ratificó anoche que sigue portando la medalla de ser uno de los más grandes cancionistas que dio el rock argentino y uno de los más prolíficos creadores de éxitos arraigados en la memoria colectiva musical, durante el concierto ofrecido en el porteño Movistar Arena.
En lo que fue la primera de las dos noches programadas en el reducto de Villa Crespo, el artista regaló casi dos horas de sucesivos hits, presentados en un repertorio que tuvo su gran base en la canción rockera, pero atravesada y hermanada con otros ritmos, lo cual permitió un sobrevuelo por la balada, el funky, el pop, la rumba y hasta la cumbia, entre otros.
En tal sentido, tanto el desempeño de la muy buena banda que lo acompañó, como la performance de Calamaro y la puesta escénica se confabularon para que precisamente sea la canción la gran protagonista de la velada.
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Por un lado, el exLos Abuelos de la Nada y Los Rodríguez evitó trasladar al escenario su afán de polemista e, incluso, sus intervenciones verbales se ajustaron estrictamente a comentarios, muchas veces con giros poéticos, sobre las canciones.
Por su parte, el despliegue lumínico y las gráficas mantuvieron una sobriedad que no permitió distracciones, y la banda le sacó lustre a cada una de las composiciones, de modo tal que fueran los inoxidables hits los que se llevaran todas las ovaciones.
Así, Calamaro hizo desfilar creaciones principalmente de sus discos solistas de los últimos años de los `90 en adelante, con algunas paradas obligadas en su pasado en Los Rodríguez y apenas alguna referencia a Los Abuelos de la Nada, pero en este último caso más a modo de tributo que bajo la fórmula de la evocación nostálgica a una época.
De ese modo fue como salió a relucir su mejor perfil, el de prolífico e iluminado compositor, capaz de tocar la fibra popular con canciones redondas, pegadizas, y con líricas que exudan sencillez y rimas obvias, pero no por eso carentes de profundidad poética. También se resaltó así su facilidad para moverse por diversos géneros, aunque siempre bajo el paraguas de la canción rockera.
Acaso para saldar deudas con algunas influencias, linkeó composiciones propias con temas de Los Rolling Stones y Eric Clapton; como ocurrió cuando empalmó "Me arde" con "Dead Flowers", o cuando a la épica de "Paloma" la remató con la coda final de "Layla".
También tributó a los colegas fallecidos al cerrar el concierto con la emotiva "Los chicos" mientras en la pantalla desfilaban fotos de Miguel Abuelo, Pappo, Luis Alberto Spinetta, Gustavo Cerati, Marciano Cantero, Palo Paldolfo, Pil Trafa, Federico Moura, Luca Prodan y su excompañero en Los Rodríguez Julián Infante, entre otros.
Pero sin dudas, quienes ocuparon un lugar central fueron Ricardo Iorio, a quien recordó con un cover de "Justo que te vas" y Diego Armando Maradona, elevado al sitial de rockstar al cerrar la sucesión de imágenes mencionadas.
Anteriormente, el astro futbolístico también había copado el centro de la escena cuando fue el turno de la canción que lleva su nombre y en la pantalla fueron pasando las imágenes de sus proezas en México `86, lo que desató un ensordecedor "olé, olé, olé, Diego, Diego" en el público.
"Yo me equivoqué y pagué pero la pelota no se mancha", había citado Calamaro a modo de introducción de la canción homenaje al eterno 10 de la Selección Argentina.
Pero sin dudas, las influencias aparecieron de manera más velada en la versatilidad estilística que hizo que la banda arremetiera con igual solvencia rocks de riffs duros y sonidos de hammond, como en "Output-Input" o "Alta suciedad"; rock stone como en la mencionada "Me arde"; pop como en "Mi gin tonic"; funk en "Loco"; baladas como en "My mafia", "Los aviones" o "Crímenes perfectos"; rumba en "Sin documento"; y cumbia en "Tuyo siempre", en donde contó con Pablo Lescano como invitado.
En este punto, jugó un rol preponderante la banda conformada por el virtuoso piano de Germán Wiedemer; Marian Dominguez en bajo; Julián Kanevsky en guitarras; y Martin Bruhn en batería; con Calamaro sumando en teclados o en guitarra rítmica, según la ocasión.
Por supuesto que además de los citados, no faltaron otros clásicos como "El salmón"; "Estadio Azteca"; "Mi enfermedad" en un popurrí que incluyó "Todavía una canción de amor", "Te quiero igual" y "Dulce condena"; "Cuando no estás"; "A los ojos";, "Flaca" y "Verdades afiladas", entre tantos.
El recuerdo de Los Abuelos de la Nada dijo presente con "Lunes por la madrugada" y el motivo final de "Mil horas" sobre el cierre de "Tuyo siempre". "Un recuero a mis amigos Los Abuelos de la Nada y al poeta mayor Miguel Abuelo Peralta", verbalizó Calamaro.
Lo cierto es que todo este recorrido provocó una celebración permanente en el público que colmó el estadio y que no paró de saltar en el sector del campo ante esas canciones que el artista puso en los walkman de toda una generación. Justamente eso fue lo que quedó en evidencia anoche, por si alguien lo había perdido de vista en el devenir de algunas declaraciones polémicas del artista en los últimos tiempos.
Calamaro volverá a presentarse esta noche en el Movistar Arena y completará así sus dos paradas locales de la gira que lo llevó por 23 ciudades de España, Colombia, Ecuador, Panamá, Costa Rica, México, Estados Unidos y Puerto Rico.
Con información de Télam