La vuelta de Liliana Herrero: declaración de principios

25 de febrero, 2023 | 11.25

(Por Sergio Arboleya) Tras siete meses sin ofrecer actuaciones propias, Liliana Herrero regresó anoche colmando el porteño Café Berlín para, en compañía de la notable guitarra de Pedro Rossi, reafirmar su carácter de voz sustancial de la música popular argentina en un concierto que ofició como una nueva declaración de principios.

Ante un público cómplice que la adora, la intérprete entrerriana repasó los fundamentos de su canto, visitó obras clave del repertorio que agita desde hace cuatro décadas y plasmó en 16 álbumes, regaló algún estreno, exhibió sus heridas y así construyó un encuentro profundo con los afluentes que la constituyen y que ella propone como camino posible para la cultura nacional.

Viajar el mundo de Herrero implica descubrir la canción, sus pliegues y las reflexiones que la artista hace sobre ella y, aun con las dificultades y dolores de este tiempo, ese ejercicio volvió a ser un asunto vital y movilizador en la velada del coqueto reducto del barrio de Villa Devoto.

Este contenido se hizo gracias al apoyo de la comunidad de El Destape. Sumate. Sigamos haciendo historia.

SUSCRIBITE A EL DESTAPE

Al filo de las 21, las luces de la sala se apagaron y el murmullo devino en aplauso y ovación para recibir a la dupla; un estallido que la vocalista aprovechó para poner en palabras los motivos de su ausencia en años atravesados por la pandemia y por la pérdida de su compañero Horacio González, fallecido en junio de 2021.

“Y después el cuerpo me jugó una mala pasada a la cual estoy sorteando. Siete meses sin tocar mi música me ha tenido nerviosa todo el día pero quiero decirles que todo en mí está por venir y es posible”, saludó.

Esa misma energía la trasladó al par de interpretaciones inaugurales: la vidala “Imposible” y la versión de “Abre”, uno de los temas de Fito Páez que incluyó en su homenaje al rosarino con la placa “Canción sobre canción”, última de su cosecha que se conoció en 2019.

“Abrir es lo contrario a imposible y por eso debía ser el orden de los dos primeros temas que son los más nerviosos”, confesó Liliana en esos apuntes que, ella sabe, son parte de un diálogo con quienes la escuchan.

Con la descomunal labor de Rossi en una guitarra multiplicadora de sonidos y sentires y con vitales aportes en la segunda voz, la intérprete asumió visitas a “Mariposa tecknicolor” y “La cantora de Yala” y comentó: “Todos estos autores (por Páez, por la dupla Leguizamón-Castilla y por los demás que pueblan su cancionero) son fundamentales, han armado un arcón de piedras preciosas y en eso tenemos que pensar”.

En ese primer tramo de un recital con 16 piezas repartidas en 90 minutos, Herrero fue desandando de a poco los tópicos que habitan su abordaje estético capaz del susurro que revela, del subrayado enérgico, del grito necesario, del canto pleno; todo un arsenal sensible y reflexivo puesto al servicio de una obra.

Después del logrado y festejado bailecito “Cuando nada te debía”, que Pedro abordó a voz y guitarra, ella hizo carne la conmoción generada por “Villaguay, vidalita de la vuelta” (de Juan Laurentino Ortiz y Walter Heinze) porque, dijo, “habla sobre mi infancia más profunda”.

La cantante reconoció que en esa pieza, como en todas las que propone, “hay una intervención, e intervenir quiere decir interrogar y dialogar con la obra”, pero ese pasaje de emociones y recuerdos impregnó a una brumosa aproximación a “Chacarera de las piedras” que se tomó con humor: “La mina tiene 75 años (los cumplirá en abril), está sorda y viuda”.

Repuesta del trance, el dúo regaló la magnífica recreación de “Dejarlas partir” (otro tema de Fito asimilado de un modo diferente y fascinante), tomó vuelo con el clásico “Las golondrinas” y estrenó su propia mirada en torno a “Por seguir”, un hermoso gato de Raúl Carnota y Carlos Marrodán.

El título del tema la llevó a consignar: “Me gustaría volver a grabar un disco y aunque ‘Por seguir’ podría ser un buen título, me han convencido, y con razón, que mejor sería ponerle ‘Por venir’ que así es como también se llama este concierto”.

Con Rossi encargándose de la “Zamba del carrero” (de manera instrumental) y de la tonada cuyana “Por amar a quien no me ama”, el cierre formal fue con “Oración del remanso” que Herrero terminó entonando a capella junto a toda la audiencia.

Sin necesidad de los artificios de irse y volver, la pareja encaró los bises de “El tiempo está después” y “Giros”, dos piezas de diferente cuño pero que en el firmamento de la artista se hermanan para resaltar algunas de sus potencias: “Que no hay ningún atracadero/Que pueda disolver/En su escondite lo que fuimos”, en la de Cabrera; y “Dar media vuelta/y ver que pasa allá afuera”, en la de Páez.

Con información de Télam