(Por Hernani Natale) La vida de James Paul McCartney -tal su nombre completo- estuvo marcada por la música desde sus primeros años, al criarse en una humilde casa en un barrio obrero de Liverpool, que tenía en su ambiente central un piano y una radio sintonizada a toda hora en alguna emisora musical, en gran parte a instancias de su padre Jim, un músico aficionado que de joven había comandado una orquesta de jazz.
Aunque estudió trompeta, pronto se dio cuenta que de esa manera no iba a poder cantar, algo que le gustaba mucho, por lo que el piano y la guitarra fueron buenas opciones, hasta que el rock and roll proveniente de Estados Unidos sacudió la inercia juvenil de postguerra.
El dolor por la muerte de su madre Mary cuando solo tenía 14 años encontró consuelo en los alaridos de libertad que proferían Gene Vincent o Little Richard, o en las románticas composiciones de Buddy Holly. Sin embargo, a Paul le llamaba particularmente la atención que había personas cuyo medio de vida consistía en escribir canciones para intérpretes famosos, por lo que vislumbró allí un futuro mucho más duradero a ser una juvenil estrella rockera.
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Su notable capacidad interpretativa, su dominio de los instrumentos y su buena voz despertaron en su amigo Ivan Vaughan la idea de presentarlo a un conocido suyo que había formado un grupo llamado The Quarrymen, que pronto actuaría en una feria de verano.
El encuentro del 6 de julio de 1957 sellaría, sin saberlo, el destino de la música popular. Desde entonces, si bien John era el líder del grupo, Paul sería el incansable trabajador en pos de la perfección. Por caso, mientras John pensaba en sus amigos para sumar a la banda, Paul siempre apostaba por el profesionalismo y no dudaría en manifestar su descontento con algún integrante que no colmaba las expectativas musicales, por más que fuera alguien cercano a los afectos.
El furor de Los Beatles no distrajo a Paul en su objetivo de crear música y establecerse como un destacado compositor, y aunque no se privó de los placeres de la fama, no dejó que su imagen quedara ligado a ellos. Tampoco le molestaba que sea catalogado como el guapo del grupo, pero se preocupó por no quedar atrapado a ese mote.
El primer gran cimbronazo en la vida artística de Paul apareció cuando Los Beatles decidieron dejar de tocar en vivo en 1966, uno de los grandes motores en su vida tal como lo demuestra hasta hoy. Sin embargo, encontró en las largas horas de estudio el espacio necesario para enriquecer su labor como compositor y arreglador.
Mientras en los últimos años de los ´60 Lennon se debatía internamente en cuál sería la mejor manera de intervenir en las revueltas sociales que se estaban dando en varios países; la preocupación de Paul pasaba por la ausencia de Los Beatles en la grilla de los grandes festivales de la época y en la manera de mantener unida a la banda.
Su obsesión por el trabajo y sus intentos por ponerse al mando lo alejaron aún más del resto de sus compañeros que ya aceptaban la separación como algo inevitable y, en algunos casos, hasta la veían como un alivio.
Enfrentado con el resto de sus compañeros, la ruptura de Los Beatles pegó fuerte en Paul que se encontró perdido y lleno de preguntas sobre su futuro. Abrumado por la situación, cayó en una fuerte depresión que lo llevó a cometer algunos excesos con el alcohol y las drogas, pero lejos de hacerlo públicamente y vender una imagen de "rockero reventado", se refugió en su flamante esposa Linda Eastman, quien le devolvió la confianza en sí mismo.
Así dio vida a Wings, su banda postbeatle y se lanzó a la aventura de tocar en donde lo requirieran, sin importar el auditorio. Así transitó la década del ´70, aunque siempre con el fantasma beatle acechándolo, al que el 8 de diciembre de 1980 se le iba a sumar el de su excompinche John Lennon.
El brutal asesinato de su excompañero lo devastó pero también, extrañamente, lo confirió a un lugar más marginal en parte de la consideración pública, que erigió a John como una especie de santo rebelde intocable y encontraba a McCartney como la antítesis, sobre todo por la imagen burguesa que afirmaban que transmitía.
El enfrentamiento con el pasado beatle se mantuvo a lo largo de la década, con su desaire al no asistir a la ceremonia de introducción del mítico grupo en el Salón de la Fama del Rock and Roll. Su excompañero George Harrison le dedicó unas amargas ironías en esa gala.
La fuerza que tomó su carrera musical en los primeros años de los ´90 y su reunión con los otros dos beatles sobrevivientes para el proyecto "Anthology" comenzaron a ubicar a Paul en su justo lugar.
Una serie de discos en donde seguía mostrando sus virtudes compositivas, a la vez que continuaba buscando nueva inspiración en estilos más modernos, se ocuparon del resto.
Claro que a nivel personal Paul sufrió el duro golpe de la muerte de su esposa en 1998 tras una larga lucha contra un cáncer, cuya memoria mantiene viva a través del activismo por el vegetarianismo.
No encontró consuelo por mucho tiempo en Heather Mills, una modelo con la que contrajo matrimonio pero de la que se separó en medio de fuertes denuncias en su contra por maltratos.
La imagen pública de Paul, aquella por la que tanto había velado, se vio así vulnerada por primera vez, pero no duró mucho tiempo, debido a que la música lo mantuvo en la ruta correcta.
Desde 2012, el genial artista comparte su vida con Nancy Shevell. La producción musical y las giras nunca se detuvieron, y cuando lo hacen, Paul siempre encuentra un motivo para cantar.
Con información de Télam