"La Cordillera de los sueños", premiado filme del chileno Patricio Guzmán, será la cinta que abrirá hoy el Festival Internacional de Cine Documental de Buenos Aires (Fidba) con una función presencial en el Centro Cultural 25 de Mayo, que anticipa un atractivo certamen cuya programación rotará hasta marzo de manera semanal y se podrá ver en forma gratuita de manera online.
"La Cordillera tiene un costado argentino enorme, siempre está presente, es una frontera. Hablar de la Cordillera a partir de Santiago es como hablar desde Mendoza. Es un telón de fondo que nos acompaña siempre", dijo Guzmán a Télam sobre el filme que ganó el Ojo de Oro en el Festival de Cannes de 2019 y que tras un gran recorrido de dos años, llega a este 2021 como la cinta que representará a Chile en los Premios Goya.
"La Cordillera no tiene nada de atípico, es como cualquier otro documental. Tuvo un recorrido normal. Tu siempre mandas la película a los festivales que crees y nos fue muy bien. Estuvo ajustado a la estrategia", dijo Guzmán, aunque en sus palabras no dice algo que hace historia: se trata del primer documental chileno que compite en el certamen español.
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Al filme de Guzmán, para esta edición del Fidba se suman películas procedentes de 43 países, con un total de 260 producciones, de las cuales 153 participan de sus 11 competencias, 62 son de origen nacional y más del 50 por ciento del total fueron dirigidas por mujeres.
La programación de esta novena edición estará disponible online durante 12 semanas desde el 13 de diciembre hasta el domingo 6 de marzo de 2022, que culminará con la premiación, de forma presencial, el 5 de marzo próximo.
"La cordillera de los sueños" completa la trilogía de Guzmán, con "Nostalgia de la luz" y "El botón de nácar", en la que investiga la relación entre la memoria histórica, el trauma político y la geografía en su país natal, Chile.
El cineasta, que reside en París desde los 70, cuando se tuvo exiliar, regresa cada tanto a su tierra y, con "ojos de extranjero", como él lo define, aborda las temáticas sociales desde el punto de vista de la izquierda, algo que no sólo no quiere ocultar, sin que pone en primer plano.
Así, con un relato que se apoya en cineastas que vivieron la dictadura de Augusto Pinochet sin irse del país, en escritores, historiadores y artistas, Guzmán traza un línea, tan recta como el cordón montañoso andino, que va desde el derrocado gobierno de Salvador Allende hasta el actual plebiscito chileno por la reforma de la Constitución.
Y mientras algunos resaltan el carácter insular arraigado en Chile por esta barrera como algo positivo en mantener su cultura e idiosincrasia, otros lo toman como algo negativo, justamente, por ese aislamiento para conectarse con el mundo.
"Siempre me gustó mirar el cerro que está frente a Santiago, que es la Cordillera de Los Andes. En realidad, toda la ciudad se mueve al ritmo de lo que pasa en el cerro. Tú miras el cerro y te parece que hasta ahí llega el país, tu mirada y tu casa. Es como un muro, un cerco, que separa tu propio ambiente del resto del mundo. Siempre me causó curiosidad entrar a ella, a los cerros, que son como 15 mil y me gustó la idea de centrar una película en la Cordillera. Pero como siempre pasa, aparecen los personajes que viven frente a ella", señaló el realizador.
T: Usted nunca más volvió a vivir a Chile, pero toda su filmografía tiene al país como eje central. ¿Qué le aporta estar alejado en su manera de abordar los temas que trata?
PG: Para mí es importante vivir lejos del lugar donde voy a hacer la película. Me agrada tener esa distancia entre una ciudad y otra. Me agrada llegar a Chile y comportarme como un extranjero. Te da mucha nitidez, libertad para elegir lo que vas a encontrar. Si vas a hacer una película sobre tu casa, es agradable, pero está tan cerca que no se puede divorciar tu mirada del proyecto de tu mirada. Me gusta mirar desde lejos Chile porque nunca pierdo el objetivo de lo que quiero hacer.
T: Usted aborda el concepto de revolución, algo que en la historia está relacionado con la lucha y el derramamiento de sangre. Sin embargo, en la actualidad de Chile, usted resalta los procesos democráticos. ¿Cree que, gracias a ello, el concepto "revolución" puede empezar a ser relacionado con el diálogo y los procesos pacíficos?
PG: Por supuesto, en Chile ya ha ocurrido en 1970, cuando Allende fue elegido presidente. No se derramó sangre y gobernó tres años sin problemas y sin tener que recurrir a las armas para quedarse en el poder. Los que sí fueron contra este proceso fue la derecha, que sacó al ejército y derrocó al Presidente. La izquierda no busca este tipo de enfrentamiento suicida, sino que busca instalarse pacíficamente.
Con información de Télam