Patricio Wang, de Quilapayún: "Nos seguían escuchando discretamente en la intimidad de los hogares"

08 de septiembre, 2023 | 18.11

El multiinstrumentista y compositor chileno Patricio Wang, miembro clave del legendario grupo Quilapayún, sostiene que, tras el golpe de Estado que la elite empresaria y los militares encabezados por Augusto Pinochet realizaron contra Salvador Allende el 11 de septiembre de 1973, tuvieron que asumir que "había que seguir progresando, creando nuevos caminos en el exilio: una dura realidad impuesta y a la cual siempre hay que doblarle la mano, porque la finalidad de la dictadura" era silenciarlos.

Entrevistado por Télam, quien fuera una de las referencias obligadas de lo que se conoció como Nueva Canción Chilena, tiene en su haber una vasta obra y carrera musical, de la cual ha dado cuenta en otras formaciones de renombre, como Barroco Andino y Amankay, y en sus trabajos solistas.

Wang además alberga un militante que, como hace cinco décadas, evidencia en su discurso con una clara cosmovisión social y política, sobre la cual conversa con esta agencia en ocasión del 50° aniversario del derrocamiento de Allende.

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Télam: ¿Cómo fue para Quilapayún hacer música desde el extranjero durante la última década de dictadura en Chile?

Patricio Wang: Tuvimos que asumir que había que seguir progresando, creando nuevos caminos en el exilio: una dura realidad impuesta y a la cual siempre hay que doblarle la mano, porque la finalidad de la dictadura era silenciarnos, a nosotros y a todos los músicos chilenos que estábamos construyendo con nuestro presidente Salvador Allende una sociedad más justa. La dificultad era que la relación con el público fue un diálogo interrumpido en forma brutal y salvaje. Sin embargo, había que seguir avanzando, y nuestra creación se dirigía a todo público que pudiera escucharnos, en todas las ocasiones posibles y en todos los rincones del planeta donde se necesitara denunciar los crímenes de la dictadura y proponer la nueva música y poesía que teníamos para dar.

T: ¿Qué devolución tuvieron durante esos años por parte de su público? ¿Cuándo volvieron a tocar a Chile?

PW: Fue mínima la posibilidad de recibir el comentario directo del público chileno, que durante muchos años estuvo privado de nuestra música, a pesar de una pequeña circulación clandestina a través de casetes grabados caseramente. Ese era el medio de difusión de entonces: una forma muy limitada y confidencial de poder existir en el oído del público. Como mucho, el comentario de los compañeros "del interior" (como los llamábamos en la época) era que seguía intacto en Chile el cariño por el grupo y por el trabajo musical realizado hasta el golpe, que ya se había instalado en el corazón y el oído de todo un pueblo, y que los discos (o casetes) se seguían escuchando discretamente en la intimidad de los hogares. Esto, por supuesto, representaba un peligro para los militares golpistas. En cierto modo tenían razón: una canción que expresa el deseo de una sociedad mejor y más justa siempre será un peligro para una dictadura fascista.

T: Entonces, pese a todo, Quilapayún siguió presente en su país

PW: Sí. Pero era necesario encontrar la manera de reestablecer el diálogo con el público y eso recién se produjo cuando pudimos participar en la manifestación final del referéndum de 1988 que proclamaría el NO a Pinochet y el fin de ese negro período de nuestra historia. En esa ocasión sólo pudimos participar en la manifestación con un par de las canciones emblemáticas que todo el mundo conocía. Pero eso, además del triunfo masivo del No, permitió que volviéramos un par de meses más tarde con una gira nacional donde mostramos todo un repertorio creado en el exilio además de las canciones tan recordadas.

T: ¿Cómo fue ese regreso?

PW: Apoteósico en lo personal, ver a toda la gente que acudió en masa al aeropuerto para recibirnos, el reencuentro con un Chile sin dictadura, reencontrar a las familias en un marco menos tenso que bajo el yugo militar. Y sobre todo poder presentar un concierto que representaba los distintos períodos de la historia del conjunto, incluyendo un repertorio que para el público chileno era todavía desconocido. Ese fue el punto más emocionante, porque si bien para la gente era importante recibir las canciones emblemáticas, fue como si el público hubiera necesitado evolucionar y esperar también algo que lo sorprendiera, porque las nuevas producciones fueron recibidas con un gran entusiasmo. Esto nos dio una gran alegría; especialmente nos estimuló a seguir pensando que nunca hay que dormirse en los laureles, y que la mejor manera de alimentar una larga carrera como la nuestra era buscar siempre nuevos desafíos, sin esperar resultados. Es la más noble tarea para un artista que quiere hacer avanzar el arte y la sociedad. Es lo que lo mantiene vivo y con ganas de seguir vigente.

Con información de Télam