Hay algo que, al menos hasta el presente, el gobierno hizo muy bien, incluso hasta podría considerarse el principal activo del ahora malhadado ministro saliente: no provocar un shock devaluatorio, no dejarse encantar por las infinitas voces que siempre reclaman un salto en el precio del dólar. Por supuesto, la actual administración no estuvo exenta de errores con sus devaluaciones programadas, especialmente en el primer año de gestión, pero lo que nunca ocurrió fue un salto devaluatorio.
Se recupera este punto porque 9 de cada 10 economistas que opinan sobre la actual coyuntura repiten como un mantra “hay que devaluar” como si se tratase de un descubrimiento o de la última panacea. Menos creatividad no se consigue. Luego, resulta difícil imaginar una mirada más corta en tanto, cualquiera sea el nuevo equilibrio instantáneo que se obtenga a través de una depreciación, sólo podría mantenerse entre 5 y 6 minutos, el tiempo que los actores económicos tardarían en procesar la noticia. Puede ser una repetición obvia, pero en economía no alcanza con la foto del cambio de escenario, siempre es necesario prever como sigue la película, el día después de mañana.
Cuando en economías con alta gimnasia inflacionaria se produce un salto devaluatorio, todos los precios se acomodan muy rápidamente, en pocos días, al nuevo valor de dólar. Incluso los salarios, aunque siempre tardan un poco más por su tradicional “inflexibilidad a la suba”. La velocidad de la recuperación de los salarios luego de una devaluación depende siempre del poder de negociación de los trabajadores, poder que además de la capacidad de organización depende del nivel de empleo. A mayor tasa de desempleo menor poder de negociación. Una fuerte devaluación en una economía con bajo desempleo está condenada a ser sólo nominal.
Este contenido se hizo gracias al apoyo de la comunidad de El Destape. Sumate. Sigamos haciendo historia.
Debe quedar claro entonces que las devaluaciones sirven para:
* Provocar una transferencia desde los salarios al capital mientras duren los ajustes de precios.
* Por la vía de la caída de ingresos salariales producir una recesión por caída de la demanda.
* Facilitar, mientras dure el efecto de la caída de los ingresos y de la demanda, una baja de las importaciones que posibilite el ajuste externo, es decir volver al saldo positivo de la cuenta corriente del balance de pagos.
Luego, salvo circunstancias excepcionales, no existen las “devaluaciones competitivas”. Ello es así porque la canasta exportadora local no compite por precio en los mercados globales. Simplemente no es verdad que una devaluación aumente las cantidades exportadas. Las exportaciones locales son tomadoras de precios.
Recapitulando ¿para qué devaluar? Respuestas sintéticas: 1) para bajar salarios 2) para ajustar las cuentas externas. ¿Necesita la economía local bajar salarios o ajustar sus cuentas externas?
Antes de responder falta un capítulo. Devaluar o no devaluar no es necesariamente una decisión voluntaria. Mantener un determinado precio del dólar significa que el sector público cuenta con los dólares suficientes y las herramientas de política para ello. Si la economía se queda sin dólares claramente resultará imposible que el hacedor de política pueda elegir el nivel del tipo de cambio. Un ejemplo clásico fue diciembre de 2001 cuando, después del fracaso del megacanje de Domingo Cavallo, se cortó la entrada de dólares vía endeudamiento y ya no fue posible seguir sosteniendo la relación fija 1 a 1. El resultado fue el corralito primero, la devaluación de facto, y ya en enero de 2002, la devaluación formal. Sin ir tan lejos otro ejemplo fue abril de 2018, cuando los acreedores externos comenzaron a cortarle el chorro de nuevo endeudamiento al gobierno de Mauricio Macri, el dólar se disparó y se produjo la recaída en el FMI.
La pregunta entonces es si en el presente existe un compromiso de la situación externa que justifique la necesidad de una devaluación. Si se consideran las medidas restrictivas tomadas sobre la salida de divisas en las últimas semanas, como la nueva imposibilidad de financiar en pesos consumos en dólares, lo que siempre irrita a las veleidosas clases medias urbanas, o el pedido a las multinacionales de que financien sus importaciones a través de sus casas matrices, se advierte que algún problema existe.
Para una parte de la coalición se trataría de “un festival de importaciones”, pero desde el área económica del gobierno lo niegan y atribuyen el problema al aumento de las compras de energía por la suba de precios derivada de la guerra en el este de Europa. Más allá de las opiniones, los números del balance cambiario para los primeros 5 meses del año pasaron de importaciones por 22.400 millones de dólares en 2021 a 28.800 millones en 2022, es decir 6400 millones de dólares más. Si se recorta solamente energía el salto fue de 2000 a 4900 millones, con lo que las compras de energía explican el 45 por ciento del aumento. O dicho de otra manera, el 55 por ciento restante fueron otras importaciones.
La conclusión preliminar parece estar en el medio, existe un problema con las importaciones, aunque no sean un festival, pero también es cierto que en los últimos meses la diferencia la vienen marcando los 2000 millones de dólares mensuales que se compran de energía, una cifra que recién comenzará a disminuir a partir de septiembre, pero que no debería ser preocupante frente a una canasta exportadora que este año rondará los 90 mil millones de dólares (afectada positivamente por los precios internacionales).
¿Por qué se disparan los dólares paralelos entonces? La primera respuesta es porque, debido al aumento de importaciones, el gobierno no pudo en estos meses seguir la pauta de acumulación de reservas a la que se comprometió con el FMI. Dado que los mercados paralelos son relativamente pequeños, en especial el llamado “blue”, sobrerreaccionan a los cambios de humor, no sólo originados en los números reales, sino por la incertidumbre política. Para tener una idea del tamaño de estos mercados, se estima que en el blue se mueven diariamente entre 3 y 4 millones de dólares, en el “dólar bolsa entre 50 y 70 y en el oficial alrededor de 1000 millones. La previsión teórica, que excluye las turbulencias políticas, es que en la medida que el Banco Central comience a sumar reservas a partir de fines de agosto la presión sobre los paralelos debería disminuir reduciendo fuertemente la brecha.
Finalmente, para completar el escenario, queda preguntarse si el dólar oficial de 123 pesos a fines de junio es barato o no. En este punto es posible aprovechar el trabajo ajeno, el realizado por la consultora PxQ que conduce el economista Emmanuel Álvarez Agis, que construyó una serie de tipo de cambio real bilateral entre el peso y el dólar desde 1943 a la fecha. El valor “real” del tipo de cambio surge de restarle a las cotizaciones las variaciones inflacionarias de Estados Unidos y local. El resultado de la serie muestra que el tipo de cambio promedio desde 1943 al presente es de 126 pesos. El valor más bajo se registró durante la Convertibilidad, con 66 pesos. El segundo más bajo fue durante el segundo gobierno de CFK, con 98 pesos. Macri recibió de CFK un dólar a 101 pesos y, en diciembre de 2019, Alberto Fernández recibió de Macri un dólar a 147 pesos de hoy. En la sobrerreacción de salida de la convertibilidad el dólar saltó a lo que serían 200 pesos. Los 290 pesos a los que cotizo el dólar bolsa este viernes 8 se encuentran casi el 50 por ciento por encima del “overshooting” de la salida de la convertibilidad, pero por debajo del peor número del actual gobierno, los 351 pesos que, siempre a valor presente, alcanzó el paralelo en octubre del 2020.
¿Qué significan los números expuestos? Primero que el dólar oficial no está barato, sino dentro del promedio histórico, es decir no es aquí donde se encuentra el problema que se necesita corregir. Segundo, que el valor del paralelo representa una sobrerreacción con dos fuentes: la inestabilidad política generada por las diferencias al interior de la coalición y los problemas para acumular reservas. Más estabilidad política y más acumulación de reservas son las claves evidentes para acortar la brecha. Haber superado la cotización paralela de 351 pesos de octubre del 21 significa que es posible una estabilización. El problema son los procesos de no retorno que se ponen en marcha con la suba de los paralelos, en concreto: el cambio de referencia para muchos precios de la economía y la aceleración inflacionaria. Por eso la economía local necesita recuperar rápidamente la estabilidad política y sumar un plan de estabilización que frene la inercia de precios. Lo que no necesita, en cambio, es un salto devaluatorio real. El dólar es la principal variable distributiva de la economía y no debería existir margen para que el capital insista en seguir avanzando sobre los salarios, procesos que representa siempre la principal fuente de inestabilidad política.