“Poner en marcha en Argentina políticas públicas que permitan progresar hacia un nuevo ciclo de crecimiento económico con justicia social implica que estas acciones se desplieguen sin dejar a nadie atrás; este precepto incluye a todas las personas que habitan nuestro país: mujeres, varones e identidades no binarias han de ser tenidas en cuenta en los procesos de construcción de un sendero de desarrollo económico sostenido. Gestionar políticas sensibles al género implica, en primer lugar, reconocer y nombrar los fundamentos de la desigualdad de género que están naturalizados, comprendiendo que se reproducen mediante prácticas culturales cotidianas y están internalizadas al punto de volverse “invisibles”.
Así comienza un documento titulado “Hacia una visión compartida sobre la perspectiva de género en las políticas de desarrollo productivo” proveniente del Ministerio de Desarrollo Productivo. Es que la cartera que conduce Matías Kulfas decidió encauzar al sector industrial en el camino de las políticas con perspectiva de género. Para difundir la estrategia, organizó un Webinar donde presentó un “Plan de desarrollo productivo transversal con perspectiva de género” con un paquete de 39 iniciativas que representan una inversión de $11.800 millones, o sea casi el 7% del presupuesto de la cartera productiva. “Aspiramos a tener líneas de trabajo con el fortalecimiento del entorno laboral, el desarrollo profesional de las mujeres y el colectivo LGBTQ+, la inclusión financiera y la articulación del programa con los Ministerios y las provincias, Municipios, las organizaciones sindicales y de la economía popular y cámaras empresariales”, explicó a El Destape Cecilia Merchán, secretaria de Políticas de Igualdad y Diversidad del Ministerio de las Mujeres Géneros y Diversidad.
El punto de partida es una premisa: la estructura productiva está masculinizada y mantiene todo tipo de brechas de género. A continuación, los datos más representativos que demuestran cómo la masculinización de la industria dificulta la inserción laboral de las pares mujeres.
En el mercado del trabajo la desigualdad de género se perpetúa a través de la falta de independencia económica, paridad en la participación y la integridad personal y desarrollo social de las mujeres. Particularmente en la industria, se pueden destacar varios indicadores que son causas de esos factores: En primer lugar, la tasa de empleo por género fue del 62% para los varones y del 43,9% para las mujeres, lo que equivale a una brecha de 0,71 (es decir, por cada varón empleado hubo 0,71 mujeres empleadas), según el informe. Por otro lado, las diferencias también se acentúan de manera horizontal y vertical, es decir, no sólo importa cuántas mujeres trabajan, sino también en qué órbita y bajo qué puesto. Una tabla proporcionada por el relevamiento del Ministerio ordena las actividades laborales de acuerdo al porcentaje de participación de las mujeres y claro que es encabezada por el Servicio Doméstico en un 96,5%. Le sigue la Enseñanza con un 73,8% y Servicios sociales con un 56,7%, reafirmando la feminización en las tareas de cuidado.
En cambio, la Industria se encuentra novena entre los catorce rubros relevados con solo un 29,4% de feminización, justo por arriba de Electricidad, gas y agua con un 18,2% y Agricultura y ganadería con un 13%. No solo eso: en términos de verticalidad, la ocupación de mujeres en cargos industriales jerárquicos es solo del 24,7% (para dimensionar, el promedio de ocupación de cargos de primera categoría para toda la economía es del 31,8%). Particularmente en Gerencia, el informe detalla que “las mujeres ocupan apenas el 17,6% del total de estos puestos” en empresas industriales de más de 10 trabajadores. “Estas cuestiones se deben a una marcada cultura histórica que dice que las mujeres no tenemos que estar en los espacios de decisión y si más bien en los cuidados de los hijos y tareas domésticas”, acentuó Merchán.
Con este dato poderosamente llamativo, la brecha se agudiza aún más: incluso dentro de los sectores más feminizados, la participación de mujeres en puestos jerárquicos es inferior a su participación total en el empleo (a excepción de la enseñanza y administración pública). Entonces: por más que las mujeres ocupen más espacios en determinados rubros, igualmente son dirigidas mayormente por trabajadores varones.
Al panorama se le agregan las clásicas asimetrías en términos de remuneración. En el conjunto de la economía, “el ingreso laboral promedio de las mujeres representa el 76% del ingreso promedio percibido por los varones”, detalla el documento. Por debajo del promedio, es destacable que el sector con mayores diferencias entre los salarios sea la industria, donde “las mujeres perciben en promedio el 65% del salario de los varones”, advierte el Ministerio. Al último trimestre de 2019, el ingreso de un trabajador del sector era de $34.852, mientras que el de una trabajadora de $22.556. Una explicación primera sobre la brecha salarial tiene que ver con la cantidad de horas trabajadas. En ese sentido las mujeres, por ocuparse mayormente de las tareas de cuidado y trabajo doméstico en los hogares, trabajan en la industria ocho horas menos que los hombres (34 contra 42), una de las distancias más significativas que solo comparte con otros sectores como transporte y comunicaciones, hoteles y restaurantes y servicios inmobiliarios y empresariales.
En el otro extremo, se observa que una menor feminización encuentra su correlato en una brecha salarial más angosta. El caso más representativo es el de la Construcción, con una representación de las mujeres de solo 3,5%, donde directamente la brecha salarial está a favor de las trabajadoras, ya que participan de tareas administrativas, mejor pagadas que las tareas de actividades operativas.
La desigualdad se recrudece si se toma en cuenta que “el 46% de las mujeres que perciben ingresos por sus trabajos tiene estudios superiores, cifra que cae al 30% en los varones”, según Producción. Es decir, las mujeres están más capacitadas académicamente, pero tienen menor participación en la mayoría de los lugares de trabajo, en los puestos jerárquicos y ganan un 24% menos que los hombres. Dentro de la industria en particular, de acuerdo al sector, hay diversos porcentajes de feminización y mayores o menores posibilidades de ocupar cúpulas. “En el ámbito textil se desempeñan más mujeres, al contrario de la industria autopartista o la minería. Eso responde a la división sexual del trabajo que nos ubica en ciertos ámbitos vinculados al cuidado y la reproducción y, por otro lado, está la fuerza, la hombría, la cosa más dura”, sintetizó a este medio Paula Basaldua, coordinadora del Gabinete de Género creado en el Ministerio de Desarrollo Productivo.
Desde otra arista de la desigualdad, la pobreza, Merchán analizó que las mujeres de los sectores más vulnerables, en general, “tienen más cantidad de hijos” y, por dedicar una jornada de cuidados desigual, “menos acceso a la educación y capacidad de ingresar a programas de empleo y aprendizaje en toda la industria”. Así es como Basaldúa complementó explicando que, en términos de empleabilidad, son más los hombres los que perdieron puestos de trabajo, puesto que mantienen un mayor nivel de formalidad. En cambio, “las mujeres tuvieron un piso de protección mayor” al tener menor margen económico. En este sentido, la entrega -ya discontinuada- del Ingreso Familiar de Emergencia fue clave para intentar paliar las diferencias económicas. “Si queremos una agenda de desarrollo en el país no podemos dejar afuera a las mujeres, es socialmente justo incorporar una política de género que aporte al desarrollo”, sintetizó la coordinadora del Gabinete de Género.
Así es que desde el Ministerio se propuso la implementación de 39 iniciativas resumidas en siete ejes con enfoque de género. Según la cartera, el primero se vincula al fortalecimiento de entornos laborales igualitarios “para una mayor participación de las mujeres” y el segundo busca la profesionalización de mujeres e identidades diversas. El tercero apunta a la erradicación de las violencias por razones de género. Al respecto, Basaldua planteó: “Uno de nuestros ejes estratégicos es la tolerancia cero a la violencia machista en el mundo empresario. Allí es muy difícil que se hable de violencia, es tabú” y agregó que la violencia en el ámbito doméstico “tiene una gran repercusión en el trabajo” y que poder nombrar al acoso sexual en las esferas laborales “es necesario”. Al respecto,el informe advierte: “Este año se incrementaron sensiblemente los casos de violencia de género y la autonomía económica de las mujeres es uno de los determinantes clave en la prevención y recuperación de quienes transitan situaciones de violencia en el hogar”
El cuarto planifica la inclusión financiera con perspectiva de género, con énfasis en fortalecer el acceso al crédito, y el quinto acciones integrales para la igualdad en el ámbito productivo. Por último, el sexto promueve la capacitación para la igualdad de oportunidades y el séptimo la producción de estudios específicos, como registro pyme, pero con perspectiva de género. Para alcanzarlos, el Ministerio de Desarrollo Productivo cuenta con cinco secretarías involucradas, doce subsecretarías, cuatro organismos descentralizados asociados y diez equipos de trabajo especializados en el Ministerio.
“Creemos que la situación económica en la que nos puso la pandemia va a tener que revisar tres elementos fundamentales para una perspectiva real e igualitaria:
fortalecer las líneas que feminicen la obra pública, cerrar la brecha en el sector industrial y productivo y revalorizar los trabajos de cuidado no remunerados”, concluyó Merchán.