Son voces autorizadas por explotar un campo mediano de 550 hectareas, que ni siquiera se encuentra en la zona con mayores rindes, es decir aquellas cuya fertilidad otorga las mejores cosechas. Dicen que desde el 2003 el campo solo tiene ganancias, y que no se justifica el actual lock out, menos en un contexto de pandemia. Ricardo y Emilio Gallo, padre e hijo, poseen sus tierras en 9 de Julio, donde crían y engordan vacunos, lanares, aves, y siembran soja, maíz, cebada, y sorgo. En números, Emilio, quien siembra maíz y tiene cría de gallinas en parte del campo que le arrienda al padre, señala que sus costos del año pasado, que mayormente se vinculan a fertilizantes, agroquímicos y semillas, subieron al dólar oficial, es decir no más de un 15 por ciento. Si le sumamos el personal contratado u otros elementos como el gasoil, dan un promedio del 20 por ciento, pero aclara: "Mi facturación tuvo un crecimiento que orilló el 60 por ciento. Eso me permitió vivir bien, reinvertir y proyectar, por lo que este nivel de reacción no tiene correlación con lo que le está sucediendo con el campo en su rentabilidad, sobre todo en un contexto de pandemia donde a la gran mayoría de los argentinos les está yendo muy mal”. Agrega, además, que “debemos tener en cuenta que si el campo puede comprar a un dólar oficial que hoy está en 90 pesos, eso es un esfuerzo de todos los argentinos, porque ese es un dólar subsidiado, así que debemos responder a ese esfuerzo con nuestro compromiso de producir y abastecer”. De hecho, remarca que “con los números y regulaciones actuales yo sigo sembrando, así que imagínate los pooles de siembra que duplican la ganancia de los pequeños productores”.
Ricardo, quien fue concejal durante cinco períodos del PJ en 9 de Julio, va más allá y plantea que “es imposible acordar con el que no quiere acordar. Hay una parte del campo, sobre todo el sector que tiene una lógica financiera, que se ha constituido como un sector político opositor y que lleva la voz cantante. Hay muchas formas de acordar políticas sustentables, pero este sector no quiere acordar, porque solo le interesa ir contra el gobierno”. En este sentido, da un ejemplo concreto: “Cuando Macri subió las retenciones en 2018 no hubo cuestionamiento alguno, porque el problema no eran las retenciones ni la suba, sino quien las cobra, y si son gobiernos que promueven la redistribución, ese campo se enoja”.
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En este punto Emilio defiende la intención del gobierno de garantizar la provisión de maíz para el engorde vacuno y avícola, porque, señala, la “prioridad siempre debe ser el plato de los argentinos”. Sin embargo, plantea reparos a la forma en que se instruyó, contraponiéndola con la gestión del kirchnerismo en tiempos de Guillermo Moreno, pues sostiene que en aquel entonces, al inicio de la cosecha se acordaba con los actores de la cadena garantizar el consumo interno, mientras que en la actualidad “no hubo previsión sobre un posible desabastecimiento, se dejó comercializar libremente, y cuando comenzó a subir el precio internacional y se empezaron a cerrar exportaciones a futuro, el gobierno advirtió que el desabastecimiento era un hecho posible, por lo que realizó el pedido de provisión interna a último momento. Frente a la urgencia y la falta de acuerdo, anunció esta medida extrema modificando la ecuación de muchos productores, algo que con planificación se podía evitar, sobre todo teniendo en cuenta que el consumo local no es más del 30 por ciento de las exportaciones, en una campaña record como la de este año que arrojó 41 millones de toneladas”.
Pero nuevamente, Ricardo no ve que la reacción tenga correlato con la situación del campo, porque “nosotros, que no estamos en la zona núcleo, y por lo tanto nuestras cosechas rinden entre un 30 y un 50 por ciento menos, no nos podemos quejar de nuestras ganancias, y esto es así por lo menos desde el 2003, donde el campo comenzó a salir de todas sus deudas e hipotecas, así que aquellos que operan en las mejores zonas, y encima en escala, no pueden tomar semejante medida”. Agrega, además, que “un elemento que te muestra el buen presente del campo es la renovación de sus herramientas, el parque automotor, o incluso las viviendas de los propietarios, pero también la cantidad de silobolsas con stockeo. Eso marca que hay mucha espalda, en algunos años yo tuve que vender la cosecha antes de realizarla, porque me urgía tener financiamiento, algo que no sucede en los muchos casos de quienes se stockean”.
Así y todo, platean que a diferencia del 2008 la entidades patronales no gozan del consenso que supieron tener, y no solo por la falta de apoyo de Coninagro, sino porque, es a posiciones políticas q al grueso señala Emilio, “hoy maíz conseguís, algo que no sucede cuando se anuncia un cierre de ventas inminentes, y por otro lado, vemos que los medianos productores no repiten los discursos de los medios ni de las grandes patronales”. Aún así, plantean que la capacidad de los grandes productores de fijar la agenda política sigue siendo muy importante, ya que muchos de ellos han absorbido a los pequeños y medianos, mediante el arrendamiento de sus campos o como empresas contratistas de provisión de servicios. Ricardo plantea que “yo vivo y trabajo en mi campo, pero a 10 kilómetros a la redonda no encontrás a nadie, ya que todos arrendaron o vendieron a grandes empresas. Y eso es porque los gobiernos no fijaron políticas contra la actividad extractivita, que es como llamo a quienes ven el campo solo como una inversión para maximizar ganancias, en lugar de preocuparse por la comunidad, por las instalaciones, o la infraestructura, al punto que se han llegado a sacar las instalaciones eléctricas con tal de ganar tierra para la siembra. Yo en cambio estoy a favor de que me cobren impuestos, porque sé que gracias a eso funciona el hospital, la escuela de mis nietos o mi atención como jubilado. Pero aquellos que arriendan, se mudan y se desentienden, aunque en muchos casos porque no fueron apoyados por el Estado para la renovación de maquinaria y capacitación para la actividad”.
Ese es el punto que padre e hijo cuestionan de las políticas públicas implementadas no solo en el macrismo sino también durante el menimismo y el kirchnerismo. Pero señalan que por eso pretenden un Estado más activo, y no en retirada, y que represente a quienes producen pero también consumen. “Las corporaciones tiene que entender que no son lo único que hay que atender en el país, sobre todo en medio de una pandemia, porque si no tengo salud, educación, o seguridad, el campo y la ciudad son inviables. Y eso solo se logra redistribuyendo”, coinciden ambos.