Las tesis de CFK, en la visión de economistas heterodoxos

Los datos y la visión de economistas heterodoxos respaldan la tesis de Cristina en relación al vínculo entre inflación y déficit fiscal, aunque incluyen otros factores al bimonetarismo.

11 de julio, 2022 | 00.05

“Esa economía bimonetaria que une a todas las crisis de la Argentina: la escasez de dólares, la corrida cambiaria, las devaluaciones y las inflaciones”, así volvió a referirse la vicepresidenta Cristina Kirchner al que, para su juicio, es la principal causa de la inflación en la Argentina, pues en el discurso anterior había señalado que “el problema principal que tiene la Argentina y que causa el fenómeno inflacionario es la economía bimonetaria. Él (por Carlos Melconian) no está tan convencido de eso, piensa más parecido a Guzmán con el tema del déficit fiscal, pero bueno, opiniones son opiniones”. La repercusión de aquel discurso, tuvo más que ver con los nombres citados que con el debate teórico que planteó, más allá de que el célebre tuit del ex ministro de Economía ayudó a inclinar definitivamente la balanza para la cuestión política antes que económica.  

En el planteó teórico, Cristina, que en otro discurso anterior había señalado que “no es que el déficit fiscal es bueno”, y repetido en dos oportunidades que no era “una apologista del déficit fiscal”, afirmó igualmente que “sincera y sencillamente no creo que sea esa la causa de la inflación estructural desmesurada y única en el mundo que tiene la Argentina”, refutando la tesis ortodoxa que señala que, en la medida que hay déficit fiscal, es decir mayores gastos públicos que ingresos por impuestos, el mismo suele en gran parte monetizarse, es decir pagarse mediante emisión monetaria, lo que muchos llaman “la maquinita”, con lo que esa emisión provoca a su vez inflación.

Si bien Cristina se refirió a ejemplos de países con déficits considerablemente mayores al nuestro pero con menor inflación, también la cuestión local permitiría avalar su tesis. Concretamente, la Argentina de la convertibilidad logró reducir la inflación en el mismo lapso en que incrementó el déficit fiscal, el cuál si bien no perforó el objetivo avalado internacionalmente del 3 por ciento, no explica por sí mismo la razón de la brecha con la variable inflacionaria. Más contundente aún, a partir del 2002 se experimentó una reducción del déficit fiscal, hasta llegar en 2004 a un superávit que no se detuvo hasta la crisis internacional de 2008. Durante ese período, la inflación por el contrario aumentó del 12 a 26 por ciento, con la excepción de un descenso en 2004. Asimismo, mientras que a partir del 2009 creció el déficit fiscal, la inflación se mantuvo prácticamente estable. E incluso, si se quiere tomar la inflación anual más alta desde 1991, la efectuada por la alianza Cambiemos en 2019, que llegó al 53,5 por ciento, la misma se experimentó en el año de menor déficit fiscal (3,8 por ciento) de toda la gestión macrista.

Fuente: Cavallo.com.ar

Fuente: Cepal

La visón de los economistas

También otros prestigiosos economistas del campo heterodoxo, en diálogo con El Destape, respaldaron la tesis de Cristina en relación al déficit fiscal. Según Ricardo Aronskind, economista, docente e investigador de la Universidad de General Sarmiento, “Coincido con lo que señaló Cristina respecto a que el déficit fiscal no es la principal causa de la inflación”, añadiendo que “este proceso depende de diversas causas, como la inflación importada, maniobras especulativas, o el tipo de cambio, entre otras, y dependiendo la época tienen más peso unas u otras, con lo que echarle la culpa al déficit fiscal es una visión ideológica”. Incluso, el doctor en Economía y docente de la UBA Juan Latrichano añade en respuesta a la visión ortodoxa que “el déficit fiscal no siempre provoca emisión monetaria, porque puede ser financiado por el sector privado o por recursos del Estado previamente ahorrados”. Pero además, agrega, “la emisión monetaria no siempre es financiación del Banco Central al Tesoro para cubrir el déficit, sino que muchas veces puede ser para comprar dólares o antiguos títulos públicos, con lo que la idea de que es el déficit el que sólo provoca emisión, y que emisión en sí misma y por sí sola provoca inflación no tiene sustento”.

Por su parte, Noemí Brenta, también doctora en economía e investigadora de la UBA, señala que “comparto absolutamente la tesis de Cristina respecto a que el déficit no es la principal causa de inflación, sobre todo si eso plantea desprovisto de otros análisis, porque también hay que contextualizarlo con la actividad económica, ay que en una recesión, un déficit es normal por la caída tributaria, y disminuirlo solo empeoraría  la actividad y en consecuencia dificultaría cerrar el déficit”. Brenta agrega además que “solo desde un modelo neoclásico se puede pensar que la monetización del déficit por parte del Banco Central, podría derivar automáticamente en inflación, ya que eso debería darse en un marco de pleno empleo y con un dinero que no puede dinamizar la economía, ambas cuestiones que no se verifican empíricamente y que en consecuencia son irreales”.

La economía bimonetaria en debate

La tesis de Cristina sobre el principal problema de Argentina que causa el fenómeno inflacionario, la economía bimonetaria, se basa según sus palabras al hecho de que además de la utilización del dólar para los insumos industriales, que fundamentó en los conceptos de restricción externa de Marcelo Diamand, se suman “los argentinos decidiendo que quieren tener dólares para ahorrar o que necesitan dólares para comprar un inmueble o un departamento porque no lo consiguen en pesos sino en dólares”. En consecuencia, en la medida que los dólares no alcanzan para estos tres tipos de demanda, a lo que se suma el turismo emisivo, sube el valor de los mismos por devaluación oficial o por brecha cambiaria, y con ellas las tensiones inflacionarias.  

Según Brenta, “el factor bimonetario de la economía no diría que es la principal causa, pero sí muy importante, más allá de que no vi estudios finos sobre esto, pero si es real que todas las caídas del PBI se corresponden con crisis de balanza de pagos, caída de reservas y devaluación de la moneda”. Por eso, señala Brenta, “cuando se profundiza el bimonetarismo en la argentina, la economía se vuelve mucho más inestable, y la inflación alcanzó umbrales mucho más altos, porque los precios domésticos están ligados a la evolución de tipo de cambio”. De esta forma, Brenta concluye que “que es necesario desdolarizar la economía, no dolarizarla que sería un desastre, y empezando por las operaciones inmobiliarias”. Por su parte, Aronskind plantea que “no diría que el bimonetarismo es la principal causa, porque si bien es cierto que el salto de dólar lidera los reacomodamientos de precios, para mi lo central es la puja distributiva entre capital y trabajo, que en los últimos tiempos se viene resolviendo en favor del capital”.

Sin embargo,  Latrichano señala que “esta teoría tiene fuerte asidero, porque luego de la hiperinflación de 1989 y el corralito de 2001, la gente ante la menor duda de crisis se deprende de plazos fijos y va hacia el dólar, tras lo cual deben imponerse restricciones y la demanda es al dólar bolsa o ‘blue’”. Eso provoca, señala Latrichano, “una brecha, lo que genera luego que importadores remarquen para cubrirse de las futuras reposiciones, mientras que los exportadores disminuyen sus exportaciones, todo lo cual lleva a la inflación”.

En definitiva, existe coincidencia entre estos economistas que la economía bimonetaria tendría mucho mayor peso que el déficit fiscal en la inflación, aunque la inflación importada, la puja distributiva y paritarias, la inflación inercial, las tasas de interés, los formadores de precios, e incluso la salida de bienes por el comercio exterior fueron causas también citadas por ellos para explicar una inflación que consideran multicausal.

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