En este año de recuperación económica y de elecciones de medio término, volverá a primar una fuerte puja distributiva, donde la inflación será el termómetro de ese conflicto de intereses. La discusión sobre el descongelamiento de la tarifas, el desacople de los precios internos respecto de los valores a los que se exportan los alimentos, la necesidad de recuperar poder adquisitivo de los salarios, las tensiones fiscales en otro año en que la pandemia obliga a reforzar la asistencia a la población más vulnerable, el alto nivel de desempleo que dejó el arribo del coronavirus y las metas fiscales que se negocien con el Fondo Monetario requieren de una sintonía extremadamente fina y decisiones firmes para evitar desbordes. El Gobierno continúa apostando a los acuerdos con el sector empresario, sin demasiados éxitos hasta el momento.
La inflación cerró el año pasado en 36,1 por ciento y la pauta oficial era alcanzar este 2021 un 29 por ciento punta a punta. Sin embargo, la escalada de precios de los últimos meses y la inercia que le imprimió para el inicio de este año parecen no dejar demasiado margen para acercarse a ese objetivo.
El 2020 fue un año en que lo sui generis de la situación producto del COVID-19 vela análisis respecto de lo que sucedió con los precios. Si bien no hubo una brusca devaluación, la suba del dólar el año pasado estuvo por delante del nivel de precios. El precio oficial del billete verde aumentó un 43 por ciento y la inflación estuvo siete puntos por debajo. El problema es que el impacto de la suba de la divisa afectó a productos y servicios con relación directa con el tipo de cambio, como los alimentos.
La principal ancla palpable que utilizó el Gobierno el año pasado fueron los servicios regulados, lo que se conoce como tarifas, las cuales subieron en torno al 17 por ciento. En simultáneo, se apostó a los acuerdos con el sector empresario, como el caso de Precios Cuidados, con casi nulo impacto. Los alimentos y bebidas saltaron un 43 por ciento en el año, siete puntos por encima del nivel general de precios. Misma alza que tuvo el dólar en el mismo período.
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Cuando se habla de ancla inflacionaria se hace referencia al control de un precio de la economía que permita contener la tendencia alcista. La más utilizada por la ortodoxia es el ancla cambiaria. Sin embargo, en una economía con restricción externa el dólar como ancla puede profundizar el problema de escasez de divisa.
Las tarifas
El año pasado el ancla fueron las tarifas por su alto impacto en el bolsillo de los hogares luego de cuatro años en que el costo de los servicios se sextuplicaron. ¿Qué puede esperarse de esta ancla para el 2021? Es probable que se mantenga "en parte", lo que remite a la discusión sobre el descongelamiento. Según pudo saber El Destape, la decisión de descongelar de manera segmentada está tomada. "El Gobierno tiene la información para poder hacer un buen trabajo", sostienen en el equipo económico.
El objetivo es que el ajuste recaiga en mayor medida sobre quienes tienen capacidad para afrontarlo. El problema es que con las tarifas solo no alcanza. El año pasado las dificultades que encontró el equipo económico para desacoplar los precios internos de las cotizaciones de las materias primas "se comieron el esfuerzo de las tarifas".
También faltó control sobre los abusos que hubo en algunos sectores, con incrementos que respondieron a una lógica especulativa. El año pasado los precios del rubro prendas de vestir aumentó 60 por ciento. Consultados por este medio, en el sector reconocen que "se dio una cuestión específica de la pandemia: los comercios de indumentaria y calzado no vendieron nada durante los meses más duros de aislamiento y distanciamiento y entonces cuando empezaron a tener actividad lo hicieron a precios altísimos para buscar recuperar terreno perdido". Un despropósito. Cayó la venta del sector pero los precios se dispararon.
Otro rubro donde hubo abuso de posición dominante en los precios fue en materiales para la construcción. Tras la recuperación de la actividad, con la flexibilización del aislamiento, los insumos del sector subieron un 64 por ciento en 2020, ante la mayor demanda de los hogares que pudo ahorrar y hacer algún arreglo.
En el equipo económico que lidera el ministro Martín Guzmán ven inevitable el descongelamiento desde el gasto fiscal. El problema es que si no se controla el precio de los alimentos y se aumentan las tarifas, el descontento social se va sentir en la urnas y es un año de elecciones legislativas es un facto a tener en cuenta por el oficialismo. El margen para subir las tarifas lo va a dar la reducción que se obtenga en otros precios esenciales. Nuevamente estamos hablando de alimentos.
El dólar
Es bastante probable que haya una apreciación real del peso este año. Este año finalizó, pese a las presiones del establishment económico, en niveles históricamente competitivos y en el Gobierno entienden que hay espacio para ir con el tipo de cambio levemente por debajo de la inflación. Quien alerta sobre los riesgos de ese tipo de ancla es Guzmán, quien considera que eso va a profundizar la escasez de dólares. Históricamente suele suceder que en los períodos de apreciación cambiaria se liquida menos y crece la demanda ante la expectativa (fogoneada por los medios hegemónicos) de atraso.
"En general, cuando aprecias te liquidan menos. Eso es un dato objetivo. Porque el negocio es especular con que haya devaluación. Dado que está muy concentrada la oferta de divisas, siempre un problema en la relación entre precios y dólar", explicó a este medio el titular del Centro de Economía Política Argentina (CEPA), Hernán Letcher. Apreciar el peso permitiría anclar los alimentos, cuya producción está directamente ligada a la exportación. La solución es desenganchar los precios internos. Un esquema de retenciones móviles podría permitir ese desacople.
Desde la cartera de Desarrollo Productivo, que conduce el ministro Matías Kulfas, se trabaja en un esquema de acuerdos de precios con sectores clave. Tal como sucedió con la carne, se pretende emular la iniciativa en trigo, maíz y aceites. Es el objetivo ideal y la orientación del equipo económico. Hasta el momento el sistema de acuerdos en ese sentido no funcionó. Habrá que ver que sucede con las negociaciones para un conjunto más amplio de alimentos.
Con una mirada más fiscalista este año, Guzmán está preocupado en controlar el excedente de pesos en la economía, pero sin atizar el dólar. Controlar el dólar, bajar el déficit, asistir a la población afectada por la pandemia, llegar a un acuerdo con el Fondo y contener la inflación parece una ecuación imposible de equilibrar. Y en el medio está la elección. Si se busca cumplir con las variables macro con una inflación más alta de la estimada es posible que se ponga en riesgo para el oficialismo la elección, aunque de elegir una variable para ser más flexible, Guzmán elija a los precios.
Los salarios
La discusión en torno a los precios lleva directamente a analizar lo que sucederá este año con los salarios. "En el escenario en que estamos, todo es causal de inflación. Todo es puja distributiva", sostiene Letcher. En este caso, es necesario rediscutir la estructura de costos de las empresas, en un esquema similar al que utilizó Axel Kicillof, como ministro de Economía, y Augusto Costa, como secretario de Comercio Interior. Esto permitía evitar que los empresarios trasladaran el aumento de cualquier costo, sin importar la incidencia en la estructura, en su totalidad.
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En un escenario de recuperación económica habrá espacio para discutir cómo se reparte la torta. Con la pérdida arrastrada desde el macrismo y la de 2020 por la pandemia, la nominalidad de los salarios se tiene que recuperar. El empresario que ganó menos de lo que esperaba seguramente busque trasladar esa mejora a los precios, por lo cual es esperable un escenario con tendencia a la puja distributiva. En un escenario de rebote económico después de una caída muy profunda, todos quieren quedarse rápidamente con un parte de la torta distributiva.
En resumen, este año la discusión central es la recuperación del poder adquisitivo de los hogares, por eso es que aún existen dudas en qué sucederá efectivamente con el descongelamiento de las tarifas.
Para aumentar el poder adquisitivo de los salarios se puede convalidar aumentos nominales por sobre la inflación o reducir el costo de los hogares. Las tarifas se mantienen como una alternativa para el segundo caso. Es la manera indirecta de hacer que los salarios ganen capacidad de compra.
Aunque desactualizado por los tarifazos macristas, el peso de los alimentos representa el 23,4 por ciento de la canasta medida por el IPC-INDEC. Hoy las estimaciones privadas sostienen que ya insume el 35 por ciento de los ingresos de una familia. Vivienda, agua, electricidad, gas y otros combustibles y equipamiento y mantenimiento del hogar representan el 16,8 por ciento del costo de los hogares, aunque también se proyecta que representa más del doble. Estas ponderaciones jugarán en los porcentajes de suba que convalide el Gobierno.
Actualmente, la producción argentina se encuentra ya en los niveles pre pandemia, pero el empleo no; es decir, se produce lo mismo con menos gente. La puja será con quien se lleva esa recuperación.