En apenas 48 horas el dólar blue registra un salto de 100 pesos, tocando este mediodía los 1220 pesos para la venta, acercándose al máximo histórico que registró a fines de enero (1255 pesos). La retención del sector agropecuario, la baja de tasas de interés bancarias y el atraso cambiario explican en gran medida el fuerte despegue de los dólares alternativos, lo que el Gobierno aprovecha para seguir con la licuadora de ingresos y la dolarización
La mecha que encendió la disparada del blue fue la sexta reducción de tasas del Banco Central, que se anticipó con un nuevo recorte de 10 puntos para llevarla a un rendimiento nominal del 40 por ciento anual, con una inflación que luego se conoció quedó en 8,8 por ciento. Esta medida impactó directamente en el incremento del dólar blue, debido a que mantener pesos e invertirlos en plazos fijos es cada vez menos atractivo. En la mayoría de los bancos, donde los retornos ya eran negativos, la tasa se ajustó al 30 por ciento anual, lo que equivale a un 2,7 por ciento mensual, muy lejos de la inflación de abril o del 5 o 6 por ciento proyectado para mayo.
La tasa de interés es parte esencial del valor de la moneda, especialmente en su comparación con otras divisas. Cuando se hace referencia a algún atraso cambiario y el precio del dólar futuro se toma en cuenta la tasa implícita. Sin una baja significativa de la inflación, que todavía se ubica en dos dígitos, reducir anticipadamente y en dos oportunidades la tasa de interés que rige la economía sólo tiene la intención de un traspaso forzoso de fondos de aquellos que tienen algún resto al dólar y así poner a competir ambos signos monetarios (no en igualdad de condiciones).
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La política económica llevada a cabo por el Gobierno de Javier Milei arroja un resultado inesperado, al menos hasta ahora, donde el precio del dólar se ubica como el menor de toda la economía. Aunque parezca una buena noticia, lo que refleja es un proceso de inflacionario a pesar de que el dólar mantiene un ritmo de subas predeterminadas del 2 por ciento mensual.
Los precios en cambio viajan a dos dígitos, con máximos del 25 por ciento en diciembre. A este ritmo, el tipo de cambio real multilateral, el que promedia a los tipos de cambio nominales bilaterales y los niveles de variaciones de índices de precios de todos los países con los cuales Argentina tiene flujos comerciales perdió en cinco meses la abrupta suba de 120 por ciento que aplicó sobre el dólar el ministro de Economía, Luis Caputo, apenas asumió.
El índice de tipo de cambio real hoy se ubica en los mismos valores de las PASO presidenciales de agosto del año pasado. Esta semana el Presidente profundizó el debate sobre la situación del dólar; es decir, si está o no atrasado. En un hilo de la red social X (ex Twitter), el mandatario sostuvo que para asegurar si hay atraso hay que primero ver la información sobre indicadores clave, como superávit financiero en el Tesoro, base monetaria constante, brecha (cambiaria) casi nula, con compra de reservas netas y saneamiento del balance del Banco Central.
La evolución del tipo de cambio real tiene un gran impacto sobre la competitividad de los bienes argentinos en el mundo, se comprende que en una economía abierta, es el tipo de cambio real una variable que resulta altamente correlacionada con el 'exceso' de superávit o déficit de la cuenta corriente de un país, según evalúa el propio Fondo Monetario Internacional (FMI), el mismo que ahora hace la vista gorda al atraso cambiario y a las tasas de interés negativas que impulsa el Gobierno para forzar hacia una dolarización de facto.
De acuerdo con el relevamiento diario que realiza el Banco Central, el índice se encontraba previo a la devaluación de Caputo de diciembre, en 83 unidades, y con el salto cambiario lo llevó a 132 puntos. A la fecha, con una inflación desbocada y una suba contenida del dólar del 2 por ciento mensual, el tipo de cambio real multilateral se ubica en 93 puntos. En síntesis, perdió toda competitividad y solo nos dejó la inflación que generó el salto abrupto en el precio de la divisa estadounidense.
En este marco, los agroexportadores retacean la liquidación de divisas a la espera de mejores rendimientos. “La soja argentina no puede competir con los precios de Brasil y de EEUU”. Con una sola oración y de manera subrepticia, la cámara que nuclea a las exportadoras de cereales y oleaginosas (CIARA – CEC) envió su mensaje: más rentabilidad o silobolsas.
Los grandes grupos sojeros, de acopiadores y los exportadores, en muchos casos integrados verticalmente, presionan (como es de costumbre) para forzar una nueva devaluación o la eliminación de las retenciones tal como les había prometido Javier Milei. “La soja argentina no puede competir con los precios de Brasil y de EEUU”. Con una sola oración y de manera subrepticia, la cámara que nuclea a las exportadoras de cereales y oleaginosas (CIARA – CEC) envió su mensaje: más rentabilidad o silobolsas.
Al 20 de abril, el sector movió apenas 12 millones de toneladas de la nueva cosecha de soja para exportarse como granos o subproductos (aceite y harina). Para el mismo período del año pasado, sequía mediante, habían comercializado 21,5 millones de toneladas, es decir, un 44% más. Un dato extra: las mismas sociedades aceleraron la importación de soja a través de una triangulación comercial desde Paraguay ejecutada desde sus mismas filiales del país vecino.
El Monitor Agroindustrial elaborado de manera mensual por la CIARA CEC informó que las ventas acumuladas de la actual cosecha de soja (diciembre – abril) rondaría las 12.047.000 toneladas, cuando para el mismo período del año pasado habían sido 21,5 millones. Este no es un dato menor, si se tiene en cuenta que en 2023 la producción había caído un 50% como consecuencia de la sequía.