El vicepresidente de la Corte Suprema de Justicia, Carlos Rosenkrantz, daba un discurso la semana pasada, en Chile, donde afirmaba despiadadamente que "no puede haber un derecho detrás de cada necesidad". Así, un máximo representante del Poder Judicial plasmaba el pensamiento y consecuente accionar ideológico de manera explícita. Para ellos, los derechos económicos, como también los sociales, no existen. Son privilegios de algunos.
Rosenkrantz no fue muy creativo, simplemente transmitió el pensamiento del establishment económico mundial. Justamente, unos días antes de su discurso, se realizaba el Foro Económico Mundial en Davos, un encuentro de multimillonarios, empresarios y líderes mundiales que expresaron su malestar por la reconfiguración de la globalización, a pesar de los niveles de recuperación económica después de la pandemia del COVID-19.
La reconfiguración del comercio mundial después del COVID-19, el cambio climático y la guerra entre Rusia y Ucrania han puesto en jaque el comercio mundial, pero sobre todo han exacerbado la cara más cruel del capitalismo financiero global: hambrunas, pestes, falta de recursos energéticos, aumento de la desigualdad, son los titulares de un mundo en recomposición, donde los derechos quedan muy lejos de las necesidades.
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La revista más influyente en temas de economía, The Economist, puso en su portada recientemente que se avecina una catástrofe en el acceso a la alimentación. Las grandes olas de calor que afectaron a la India tienen impactos muy importantes sobre el acceso a la alimentación de su población. En mayo, el índice del precio de alimentos en el mundo aumentó un 23% respecto a un año atrás (según la FAO), acompañado por una alza importante en los precios del gas y petróleo.
Pero no todos están tan mal. En el marco de Davos, la organización internacional Oxfam publicó el informe Beneficiarse el crecimiento, en donde remarca la cantidad de nuevos ricos que llegaron a tener fortunas de mil millones de dólares producto de este aumento descabellado de precios de alimentos y de la energía.
Según Oxfam, la riqueza de los milmillonarios se ha incrementado en los últimos 24 meses en una magnitud equivalente al crecimiento que se había tenido en los últimos veintitrés años. Y al mismo tiempo, el salto en el precio de las materias primas puede arrastrar a la pobreza extrema a 263 millones de personas durante el 2022, es decir 1 millón de personas cada 33 horas, retrocediendo diez años de progreso. Es decir, un fuerte incremento de la desigualdad en detrimentos de los sectores más desprotegidos y fortaleciendo y engrosando las grandes fortunas (el 1% de Piketty).
Cómo ejemplo, el propio informe nombra al enriquecimiento de James Cargill, propietario de la empresa Cargill con fuerte presencia en nuestro país, quien aumentó su fortuna a un ritmo de casi 20 millones de dólares al día desde que inició la pandemia. Cargill obtuvo casi 5 mil millones de dólares de ingresos netos, el mayor beneficio en toda su historia. Todo el sector de la industria alimentaria salió beneficiado, y, como muestra, emergieron 62 nuevos multimillonarios en el sector. De nuevo, como dijo Rosenkratz, no existe el derecho a la alimentación detrás de las necesidades, pero sí existen los negocios.
¿Cómo se puede compensar a los sectores de menores ingresos? Al analizar el informe de Oxfam el periódico británico The Guardian resalta también el hecho de que medidas extraordinarias, como el aporte de las grandes fortunas que llevó adelante el gobierno de Alberto Fernández y Cristina Kirchner son una manera de paliar los efectos negativos del nuevo escenario mundial. Sin embargo, a pesar de ello, en nuestro país el año pasado la fuerte recuperación de la economía no logró recuperar la participación de los trabajadores en el ingreso, por el contrario siguió cayendo y llegó al 43%, versus 48% en el 2020.
La profundización de la desigualdad requiere que sigamos luchando por soluciones integrales. A su vez, políticas como la recientemente anunciada de aporte a la renta inesperada están siendo utilizadas en diferentes partes del mundo para capturar parte de los beneficios de las grandes corporaciones en este contexto mundial.
En esa línea adquiere mayor relevancia la discusión sobre la fuga de capitales y sobre los paraísos fiscales. Es importante saber cuales son las principales guaridas fiscales del mundo y cómo contribuyen a que los multimillonarios no paguen impuestos e impide una distribución más justa de la riqueza. Un problema que se discute a nivel internacional, pero que en países como los nuestros se enfatizan por mayor avidez de unos, y debilidad en los controles, por otro.
Retomando, el foro de Davos está lejos de poder abordar una respuesta a los problemas reales, los mercados siguen centrifugando a favor de los milmillonarios.
La prioridad debe ser mejorar la vida de las mayorías, el derecho a la alimentación, el acceso universal a la red de energía , acompañados por una mejor distribución del ingreso. Son cuestiones que el mercado no sólo no es capaz de resolver, sino mas bien se beneficia de estas falencias, ofreciendo un negocio, irregular, que las pueda satisfacer. Por lo tanto, se necesita de un Estado presente, actuando con decisión política, en favor del pueblo y las mayorías.
Quizás, el vicepresidente de la Corte Suprema de Justicia no recuerda el esfuerzo que realizó el Estado para sostener el salario de los trabajadores y trabajadoras de miles de empresas a través del ATP, como también los mismos trabajadores se esforzaron durante ese período recortando su salario y sin paritarias.
En los momentos más difíciles, vimos el esfuerzo solidario de los trabajadores. Allí quedan en las antípodas de la solidaridad las palabras de Rosenkrantz. Lejos de las mayorías, cerca de unos pocos poderosos. Dichos al unísono de lo que sucede en el resto del mundo, donde las desigualdades aumentan, la gente sufre cada vez más y las riquezas son cada vez de menos personas.
No podemos dejar pasar las palabras de una persona que tiene una responsabilidad tan relevante para nuestro país. Necesitamos una justicia con menos Rosenkratz y un mundo con menos desigualdad.