Con la llegada del invierno boreal, Europa sufre la segunda oleada de propagación del virus pandémico, mientras aún no se han desplegado los planes de vacunación masiva que pueden concluir con la pesadilla. La respuesta ha sido el endurecimiento del aislamiento social, incluyendo toques de queda en varias regiones y ciudades de las naciones más desarrolladas del viejo continente.
El impacto de estas medidas sanitarias será también el desencadenamiento de la segunda fase de recesión económica que liquidará la incipiente reactivación veraniega. Situación que amenaza con tornar insuficiente el plan de estímulos fiscales por €750.000 millones lanzado a mediados de año, que constituyó el presupuesto de recursos comunitarios más voluminoso volcado desde los aplicados en el origen del proceso de integración para reducir asimetrías.
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Esta catástrofe socioeconómica avanza sobre economías que presentan una década de estancamiento, tal como se puede apreciar en los cuadros que siguen:
Evolución PIB Naciones núcleo de Unión Europea | |||
Billones de U$S | |||
Países | 1989 | 2008 | 2018 |
Alemania | 1.399 | 3.730 | 3.948 |
Francia | 1.025 | 2.918 | 2.778 |
Italia | 929 | 2399 | 2.084 |
Fuente: | Banco Mundial |
| Tasa de variación y tasa de crecimiento promedio anual por ciclo | |||
en porcentaje | ||||
Países | variac. 1989/2008 | tasa promedio anual | variac. 2008/2018 | tasa promedio anual |
Alemania | 166,6% | 2,7% | 5,8% | 0,56% |
Francia | 184,7% | 3,3% | -4,8% | -0,47% |
Italia | 158,2% | 2,4% | -13,1% | -1,24% |
Fuente: | Elaboración propia | datos del B. Mundial |
Una mirada sobre la evolución económica de los tres países núcleo -fundadores del proceso de integración europea- Alemania, Francia e Italia, refleja con nitidez los dos ciclos que atravesó la UE: el primer ciclo de casi dos décadas, que va desde el fin de la Guerra Fría hasta la crisis financiera Internacional del 2008, con un crecimiento sostenido de sus economías a una tasa promedio anual en torno al 2,5%/3% en pleno auge de la globalización; y el segundo ciclo iniciado con esa crisis hasta el presente, caracterizado por el estancamiento y la caída del PIB a razón del +/- 0,5%/1% promedio anual, con particular deterioro en la economía italiana.
Sin duda, la respuesta europea al crack financiero del 2008 no fue la adecuada, lesionando gravemente a sus pueblos y poniendo en crisis al propio proceso de integración, hecho que se materializó con el abandono de la Unión por parte del Reino Unido, en el proceso conocido como Brexit, multiplicándose los movimientos nacionalistas anti-UE en toda la región.
La solución al derrumbe de la demanda interna no fue la implementación de programas expansivos de política monetaria y fiscal que recuperaran rápidamente a la actividad: Por el contrario, se aplicaron planes de restricción al gasto público y moderada laxitud monetaria, conocidos genéricamente como “planes de austeridad”.
Los planes de austeridad que recorrieron Europa como un fantasma, perseguían un doble objetivo:
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Garantizar el pago de las voluminosas deudas soberanas contraídas por los países para viabilizar el proceso de integración productiva y monetaria, de modo que las diferencias de tamaño y competitividad golpearan menos sobre las economías de menor porte. Los acreedores eran los principales bancos privados de las economías más poderosas.
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Sostener el valor del euro como moneda de reserva internacional. La demanda de productos básicos extra-Unión, como alimentos y energía, requiere un euro fuerte para potenciar su poder de compra. A su vez, las exportaciones extra-Unión no dependen del valor de la moneda sino de la capacidad de imponer precios internacionales apoyada en el valor agregado de las ventas al exterior. El aporte de ciencia y tecnología alemán es decisivo en ese sentido.
La denominada “Troika” constituida por la Comisión Europea, el Banco Central Europeo (BCE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI), fue la encargada de poner en marcha y vigilar el cumplimiento de las metas de austeridad que a lo largo de la última década acabarían por estancar la actividad, aumentar el desempleo y deteriorar el modelo de Estado de Bienestar tan caro a la socialdemocracia europea.
Y en este contexto llegó la pandemia, sincerando la magnitud de la crisis en los maltrechos sistemas sanitarios ajustados y en las dificultades de abastecimiento de insumos básicos a la población. La implementación acelerada del mencionado paquete de €750.000 millones fue la respuesta inmediata para contener un desborde social.
La pregunta es sobre el futuro, que ya llegó, catalizado por el virus que dispara un hundimiento económico inédito, y si Europa se aferrará al modelo capitalista actual que preserva las finanzas por sobre el bienestar del pueblo en la pos-pandemia o ensayará una salida distinta. El centro conservador y la cada vez más desteñida izquierda socialdemócrata languidecen, mientras una ultraderecha muy activa plantea desembozada la exclusión, y tal vez a futuro el exterminio, de los más débiles.
La Argentina presenta durante la segunda presidencia de Cristina (2011-2015) una tasa de crecimiento económico del promedio anual de 0,4%; durante la presidencia de Macri (2015-2019) ocurrió una caída promedio anual de -1%; y en el 2020 el golpe del virus se estima en un derrumbe -12,1%.
Si con los números descriptos de los últimos nueve años el FMI plantea en su negociación con la Nación que el recupero del crédito descomunal y sin supervisión otorgado al gobierno anterior requiere un conocido “Plan de Austeridad”, basta ver el reflejo histórico que brinda el espejo europeo para ponderar sus efectos económicos.
Las consecuencias socio-políticas son imprevisibles y sin duda emergerá una burguesía aterrorizada clamando por represión de los justos reclamos populares porque “peligra la propiedad privada”.