El plan económico del ministro Sergio Massa pone todos sus focos en aplicar una disciplina fiscal estricta que ordene la macroeconomía y en maximizar el aumento de reservas, mientras se espera una consecuente baja de la inflación. Sin embargo, la llegada del 2023 le impondrá desafíos muy exigentes que sumarán tensión durante todo el año.
Como principio básico, el Gobierno parece obsesionado en cuidar las reservas, pero esta meta se ve amenazada constantemente. Por ejemplo, el último pronóstico de la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR) es muy desalentador para las exportaciones primarias esperadas a fin de este año y principios del año que viene. La cosecha de trigo que está en curso arrojaría un total de 13,7 millones de toneladas, en lugar de las 17,7 millones esperadas a comienzos de la campaña.
De acuerdo a un informe del Centro de Estudios Económicos y Sociales Scalabrini Ortiz (CESO), dado el consumo interno, el saldo exportable se reduciría considerablemente y se estima un impacto que puede ascender a los U$S 2.000 millones, mayor a los U$S 1.500 millones estimado por la BCR que proyecta una menor demanda interna. Actualmente se parte de buenos stocks acumulados que podrían consumirse durante el año que viene para reducir el impacto.
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Según las intervenciones del Banco Central (BCRA) en el mercado de cambios, las liquidaciones de soja volvieron a comportarse con el ritmo que venían antes de la vigencia del dólar diferencial. Con esa medida se había logrado cerrar la brecha que venía teniendo la liquidación y ubicarla en un nivel normal para esa altura del año. Al respecto, desde la consultora LCG aseguraron que "la calma en el mercado paralelo durará lo que duren las reservas que se acumularon gracias al tipo de cambio diferencial".
Durante octubre, la tasa de depreciación se mantuvo aproximadamente en los niveles del mes anterior (+3 puntos). Esta pronunciación en la velocidad de ajuste del tipo de cambio mayorista permite vislumbrar la intención en que no se atrase el tipo de cambio real, con una devaluación más en línea con la inflación, a pesar de una profundización de los tipos de cambio múltiples.
También se espera un cerrojo al comercio exterior para destinar dólares a lo "necesario". Hasta la entrada en vigencia del nuevo sistema de regulación de importaciones (SIRA) el 17 de octubre, el BCRA venía con una posición vendedora de U$S 60 millones diarios. Al implementarse el nuevo esquema, se frenaron virtualmente los pagos de importaciones, pero aún así sólo logró acumular un máximo de U$S 24 millones en un día y rápidamente quedó en una posición neutra. Es decir, las liquidaciones de exportaciones están siendo bajas nuevamente si apenas llegan a cubrir las importaciones fuertemente administradas.
Financiamiento y deuda
En octubre, el déficit de reservas lo cubrieron los organismos Internacionales con el desembolso de U$S 3.854 millones del FMI y U$S 700 millones del BID, tal como viene sucediendo desde principio de año. Sin embargo, el saldo neto se redujo a U$S 2.428 por los pagos a los mismos organismos. El nivel actual de reservas netas en torno a los U$S 7.000 está muy cercano a la meta de diciembre establecida con el FMI, por lo que, para cumplir el acuerdo durante este año, alcanzaría con mantenerse en niveles de reservas muy similares a los actuales o con un incremento marginal.
La expectativa es que el FMI podría aportar U$S 1.300 millones extra si desembolsa el Fondo de Resiliencia, mientras que el BID tiene comprometidos otros U$S 500 millones. El acuerdo con el FMI aporta U$S 400 millones netos en el último trimestre, pero a partir del año que viene el balance entre desembolsos y vencimientos empieza a ser negativo.
El fantasma del rollover
Desde junio, el BCRA viene inyectando liquidez de forma significativa. Primero, para sostener el precio de los bonos de deuda del tesoro que se empezaron a desplomar en el último tramo de la gestión de Martín Guzmán. Utilizó $ 1.290.000 millones (1,6% del PBI) en un plazo de un mes, concentrado en junio y los primeros días de agosto. Luego se sumó en septiembre el dólar soja, que significó otros $ 480.000 millones adicionales. Recientemente, durante octubre volvió a comprar títulos en el mercado secundario por $ 150.000 millones.
Esta liquidez en pesos puede convertirse en un factor adicional de presión sobre la brecha cambiaria, como sucedió en junio y julio. Para morigerar ese impacto, la autoridad monetaria se ve obligado a absorber la liquidez excedente a través de LELIQ. Estos pasivos remunerados del BCRA tuvieron un fuerte incremento luego de cada una de estas intervenciones.
Las intervenciones del BCRA son la contracara de la dificultad del Tesoro para conseguir el financiamiento que necesita en el mercado privado. A pesar de esta “ayuda”, el financiamiento neto (lo que capta en cada emisión por encima de los vencimientos) debería estar en torno al 30 o el 40% y estuvo en torno al 10% en los últimos vencimientos.
A medida que se intensifique el escenario electoral, los bancos y los fondos de inversión se vuelcan a activos más seguros como el dólar. Para LCG, la estrategia será avanzar con los canjes a 2023, "pero es una apuesta que sólo pospone el problema para el año siguiente". A medida que se acerque el período electoral "no hay dudas que habrá un evento crediticio si no hay acuerdo y señales explícitas de todas las fuerzas políticas acerca de la voluntad de honrar los compromisos en pesos".
Desde fines de septiembre el rendimiento de los bonos que se actualizan por inflación pasaron de rendir a una tasa de 7% al 11,9% en octubre, lo que refleja la caída en el precio de los bonos.
En el medio, la inflación
Frente a estos desafíos, el mayor escollo económico (y electoral) es la inflación, que se encamina a cerrar en una cifra cercana al 100% para este año. Sorprende al respecto el optimismo reflejado en el Presupuesto 2023, ya que el equipo económico estima una suba generalizada de precios en torno al 60% para el próximo año, lo cual se traduciría en una reducción de 30 o 40 puntos porcentuales. De momento luce improbable.
Aún así el dato de septiembre sorprendió por lo bueno: 6,2%, desacelerando 0,8 puntos respecto a agosto. De esta forma, la tasa promedio de inflación cerró en 6,9% mensual durante el tercer trimestre, lo cual sería consistente con una inflación anualizada del 122%.
Sin embargo, este dato captura los acontecimientos de julio y agosto donde se dieron múltiples remarcaciones de precios luego de los sucesivos cambios en el gabinete económico. De todos modos, con un piso consolidado del 6% mensual, la inflación anual navega niveles del 100% anual.
Con la notable ausencia de anclas nominales y con las dudas sobre el plan de estabilización que debutaría en diciembre, el desafío será evitar nuevas aceleraciones abruptas. Sin expectativas de una fuerte recomposición salarial, se apuntará a que no haya saltos que erosionen aún más los deprimidos sueldos de los trabajadores formales e informales.