El trayecto hacia la vacuna

06 de septiembre, 2020 | 09.14

Existe un lazo que une los recientes cierres de canjes de bonos, tanto bajo ley internacional como ley local, con el anuncio de producción de la vacuna, el cual podría sintetizarse en un norte de mayor certidumbre y optimismo, como también en el desafío de gestionar el contexto actual sin mayores herramientas, bajo el estrecho margen que la pandemia y un Estado sin recursos ni financiamiento luego de la gestión macrista, imponen a las actuales políticas públicas.
Y es que así como el coronavirus no detiene su marcha, sino que seguirá profundizándose hasta la llegada de la vacuna en el probable caso de que la misma sea efectiva, el país debe afrontar la actual pandemia con su talón de Aquiles más expuesto que nunca, esto es la falta de divisas.
En efecto, la reestructuración de la deuda permitió evitar que este año se fugaran del país cerca de 27.000 millones de dólares en vencimientos en moneda extranjera, que en el actual contexto no hubieran sido refinanciadas por los acreedores sin un acuerdo de restructuración. Si bien es real que incluso sin este canje el gobierno no habría podido hacer frente a estas erogaciones, la posibilidad de un default, es decir la falta de un acuerdo con los acreedores, solo hubiera echado más leña al fuego de la pandemia.
Sin embargo, y aunque en otro contexto hubiera merecido un apartado menor, hoy la compra del dólar ahorro, aún con su cupo de 200 dólares por persona, es una de las principales dificultades macroeconómicas, amenazando tirar por la borda el fuerte superávit comercial que nuestro país experimentará este año, cercano a los 20.000 millones de dólares, producto de una recesión que redujo las importaciones, en cantidades y precios, a valores cercanos al 25 por ciento interanual.
Sucede que en agosto, 5 millones de argentinos adquirieron un total cercano a los 1.200 millones de dólares, de los cuales solo quedaron 250 millones en los bancos. El resto, fue fugado para hacer lo que en la jerga financiera se denomina “pure”, es decir venderlos en cuevas a un precio 30 por ciento mayor al valor oficial, o bien para atesorarlo fuera del sistema financiero. Septiembre, por su parte, se inició con una agudización de este problema, debido a que en los primeros días ya se adquirieron otros 500 millones de dólares.
Este cuadro dificulta la opción del gobierno por evitar los saltos devaluatorios, tan habituales durante el macrismo, por todo lo que ello implicaría en materia de distribución regresiva del ingreso, para no mencionar el costo que le impone a una industria que, desde la dictadura militar en adelante, se tornó cada vez más dependiente de bienes de capital e insumos importados para mantener su producción en marcha.    
Frente a este panorama, el ministro de Economía Martín Guzman descartó de plano la profundización de las restricciones a la adquisición de dólares, es decir reducir el monto o directamente eliminarlo, consciente de que dicha medida elevaría la cotización de los dólares alternativos, con el consecuente impacto en una inflación que, aún controlada, se mantiene en un 40 por ciento anualizada y con gran incidencia en la disminución del salario real, debido al bajo nivel de partitarias y actualizaciones salariales a causa de la pandemia.
Por eso la actual apuesta es a una de las pocas herramientas que el gobierno logró conseguir en medio de la inédita crisis que atraviesa el país, esto es cerca de 12.000 millones de dólares de los bonos recientemente reestructurados que correspondían al Banco Central, los cuales la autoridad monetaria podrá ofertar en la plaza financiera, aumentado de esta forma la oferta de dólares financieros y logrando, potencialmente, una reducción de la brecha entre el dólar oficial y el valor de los paralelos. De lograrse este cometido, se experimentaría una menor demanda de dólares, gracias a un menor incentivo para la práctica del “pure”, pues la diferencia de precios sería menor, como también menores expectativas devaluatorias.
Nada esto lograría alejar el estructural problema de escases de divisas, la “restricción externa” o “restricción eterna”, en palabras de Aldo Ferrer, por su persistente aparición en la economía nacional. Sin embargo, de lograrse este cometido de corto plazo y lograr tranquilidad para la plaza cambiaria, sería factible prever que la introducción de la vacuna, y un horizonte despejado de vencimiento de deudas, -donde cabría esperar que el FMI no tire por la borda los grandes pasos que ha dado hasta aquí el país en materia de deuda soberana-, permitan una salida del actual momento, lo cual redundaría en otro factor altamente necesario, la reducción del déficit fiscal, calculado para este año en un 7 por ciento, pero no por medio del ajuste sino por una mayor recaudación producto de la reactivación económica.
Con todo, en este último aspecto, el gobierno demuestra estar también activo: De acuerdo al diputado oficialista Carlos Helller, el proyecto de gravar de forma extraordinaria a la elite argentina que posee una riqueza declarada superior a los 200 millones de pesos, podría “aprobarse en un mes". Sería otro paso en la normalización, en este caso de las cuentas públicas, hacia la espera de la vacuna.  

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Julián Blejmar

Graduado en Comunicación y Economía por la Universidad de Buenos Aires y la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales.

Desarrolló su labor como periodista económico en las publicaciones Página/12, Miradas al Sur, Forbes, y como columnista económico en los noticieros del canal CN23. Autor del libro “José Ber Gelbard”, Universidad de General Sarmiento, 2019.