(Por Walter Vargas) El mejor boxeador del planeta, libra por libra, no es estadounidense, ni mexicano, ni welter, ni mediano, ni pesado: pesa 55 kilos, nació en Japón y se llama Naoya Inoue.
En un boxeo intoxicado de apodos al revoleo, que van desde la superficialidad al ridículo sin solución de continuidad, el apodo que distingue a Inoue calza igual de justo que sus guantes: El Monstruo.
Ya era una figura rutilante, de las que nacen de tanto en tanto; ya era uno de los mejores boxeadores nipones de todos los tiempos, pero el martes último, en la Arena Ariake de Tokio, dio un gigantesco salto de calidad y sumó asombro al asombro.
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Era, por cierto, un secreto a voces: si en su debut como peso supergallo lograba vencer al invicto campeón Stephen Fulton, no solo habría conseguido cuatro títulos en sendas divisiones, no solo igualaría a su compatriota Kazuto Ioka, sino que por si fuera poco consolidaría un sitial dorado entre los peleadores de mayor jerarquía del mundo.
En rigor, la soberana paliza propinada a Fulton, el diagrama estratégico, el paciente dominio en todos los terrenos y el imperial nocaut consumado, trascienden la mera virtud de sentarse a la mesa de los más prestigiados.
Los grandes vencedores se miden por la entidad de sus vencidos y Fulton no configuraba ni de lejos una oposición sencilla: un campeón sólido, imbatido, muy bien fundamentado en el indicador de la técnica, que además lo superaba en talla y alcance.
Fulton no es noqueable, aventuraban más de cuatro expertos.
Y resulta que Inoue dio a Fulton una lección de boxeo a la hora de boxear, de pelea a la hora de pelear, de mentalidad, de convicción, de cintura, de variedad de golpes, de puntería y de sentido de la oportunidad para sacarlo del ring.
¿Dónde residen las debilidades de Inoue? De momento, se desconocen.
Todos sus movimientos dejan ver a todas luces la inconfundible aureola de la pureza, incluso cuando está en retroceso. Siempre bien afirmado, elegante, puntilloso, medido en la acción y letal en la ejecución.
Demasiado destructor como para llamarlo estilista. Demasiado estilista como para llamarlo destructor. Sencillamente, un fuera de serie.
Téngase en cuenta sus derivas ascendentes: destacado amateur desde las horas interescolares, saltó a las arenas rentadas a los 18 años y con cuatro peleas ya era campeón mosca japonés, hasta que en la sexta era campeón mosca del CMB y en la octava campeón supermosca de la OMB cuando noqueó en dos rounds al chubutense Omar Narvaes.
(Nótese que se había salteado el peso mosca: pasó de reinar en 49 kilos a reinar en los 52 y monedas).
Tras dejar el tendal en supermosca, en 2021 saltó a gallo, coronó y despejó el horizonte después de sendas victorias frente a la estrella filipina Donito Donaire, primero por puntos y luego por la vía rápida.
Otro filipino, Marlon Tapiales, se perfila en el horizonte en pos de quedarse con los otros dos cinturones supergallo, habida cuenta de que al noquear a Fulton se hizo de los del CMB y la OMB y aquél dispone del de la AMB y la FIB.
¿Será que El Monstruo Inoue se propondrá reinar también en los plumas, donde lo esperarán afilados guerreros de 57 kilos que muy posiblemente le lleven una marcada ventaja de talla?
De talla, puede ser; de fortaleza, habría que ver; y de calidad, se ve improbable, por no decir, imposible.
Naoya Inoue es un canto al boxeo de escuela químicamente puro: Monstruo y Maestro por el mismo precio.
Con información de Télam