Las consecuencias climáticas de los grandes eventos deportivos están documentadas. Los estudios demuestran cómo los grandes eventos generan un impacto sobre el cambio climática y, en este caso, eso se ve en competencias como el Mundial o los Juegos Olímpicos. Los dos generan una huella de carbono masiva, incompatible con los objetivos de reducción de emisiones de CO2 a la atmósfera. Tan solo en la Copa del Mundo de Qatar 2023 se liberaron más de 5 millones de toneladas de CO2. Eso es igual a lo que liberan 3 millones de viajes entre ida y vuelta entre Nueva York a Paris y un auto dando 574 449 vueltas alrededor del mundo.
Estos datos salen de un estudio de la ONG Carbon Market Watch. Al respecto de esta situación, Madeleine Orr, especialista en deporte y clima, señala la principal fuente de estas emisiones: “el desplazamiento de miles de espectadores y atletas representa la mayor parte de las emisiones de cualquier organización deportiva”. De hecho, la logística necesaria para organizar giras internacionales, como la Fórmula 1, que realiza más de 20 carreras al año en diversos países, genera una huella de carbono aplastante. Al final, una sola carrera de Fórmula 1 emite, en promedio, más de 250.000 kg de CO2, lo que equivale a las emisiones anuales de unos 150 autos particulares. Además, según estudios del WWF, es el transporte el que representa el 99% de las emisiones, no los motores de los autos en sí.
Los deportes aparentemente más moderados, como el golf, también enfrentan problemas ambientales notables. En países áridos, el riego necesario para mantener los campos provoca una explotación masiva de los recursos hídricos, a menudo en detrimento de las necesidades locales. En total, en el mundo se utilizan no menos de 9,5 mil millones de litros de agua cada día para mantener el césped de los campos de juego. Son cifras enormes, teniendo en cuenta que alrededor de 2.200 millones de personas aún no tienen acceso a agua potable, según datos de la OMS.
El impacto del cambio climático en la práctica deportiva
Las consecuencias del calentamiento global no se limitan a las emisiones de CO2: también afectan directamente a la práctica del deporte a diferentes niveles. El deporte de montaña es un ejemplo claro. Con un aumento de 4°C, las competiciones de deportes de invierno podrían volverse imposibles por debajo de los 2300 metros de altitud. Los últimos Juegos Olímpicos de Invierno en Pekín mostraron esta problemática, ya que las temperaturas demasiado altas obligaron a los organizadores a usar cañones de nieve, que son muy energívoros. Más allá del ámbito profesional, la sostenibilidad de la industria del esquí está comprometida. El derretimiento de los glaciares, que se ha acelerado en los últimos 20 años, aumenta significativamente los riesgos naturales en estos entornos: deslizamientos de tierra, inundaciones, avalanchas, etc. Sumado a la desaparición de la nieve, que acorta la temporada de esquí, toda la economía de la montaña enfrenta una crisis sin precedentes.
El clima también impacta directamente la práctica diaria del deporte al aire libre. Como indica el informe de WWF, un calentamiento de 4°C provocaría alteraciones importantes, con olas de calor que impedirían la práctica deportiva durante hasta dos meses al año. El profesor Brian McCulloch, experto en climatología, resalta que ya el deporte debe adaptarse: “Cada vez más, en Estados Unidos, los partidos se están reprogramando o trasladando debido a eventos climáticos extremos”. Esto podría ser el caso para la Copa del Mundo de fútbol 2026. Rachel Daly, goleadora de la Premier League femenina, expresó su preocupación por las condiciones en las que se jugarán los partidos. El año pasado, México y el sur de Estados Unidos experimentaron olas de calor de varias semanas, con temperaturas que superaban los 35 grados cada día.
Grandes competiciones de larga duración, como el Tour de Francia o los torneos de tenis del Grand Slam, también tendrán que repensar sus calendarios para evitar episodios de calor extremo, como los observados durante el US Open de 2022. A pesar de que ya se consideran adaptaciones para modificar los horarios a los períodos más frescos del día, como indica Madeleine Orr, “estas iniciativas siguen siendo marginales frente a la magnitud del desafío climático”.
El deporte como motor del desarrollo sostenible
Más allá de evitar solo las condiciones climáticas extremas, la pregunta ahora es si será posible darle al deporte un rol activo en la lucha contra el cambio climático. De hecho, en el marco de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU, se reconoce explícitamente el papel del deporte en la lucha contra el cambio climático: "El deporte es también un factor importante para el desarrollo sostenible. Reconocemos la creciente contribución del deporte al desarrollo y la paz, en su promoción de la tolerancia y el respeto, y las contribuciones que hace para la emancipación de las mujeres y los jóvenes, así como los objetivos de salud, educación e inclusión social". Sin embargo, este activo sigue siendo en gran medida subutilizado.
En este sentido, los primeros trabajos implementados por World Rugby en su informe Plan de Sostenibilidad 2030 son inéditos. La federación internacional de rugby enfrenta el peligro del aumento del nivel del mar en el Pacífico. Las islas Fiji, por ejemplo, que albergan una de las mejores federaciones de rugby del mundo, sufren inundaciones y ciclones que destruyen sus infraestructuras. El plan de acción desarrollado no busca una simple adaptación superficial, sino una reforma estructural. El primer paso fue la creación de una estructura de gobernanza rigurosa para supervisar el logro de los objetivos de sostenibilidad. Además, la federación ha tomado compromisos para adoptar prácticas de transparencia y realizar informes regulares sobre la evolución del deporte. En cuanto a la reducción del impacto ambiental, el objetivo anunciado es ambicioso. La federación se propone reducir su huella de carbono en un 50% para 2030 a través de la optimización de los desplazamientos, el uso de infraestructuras sostenibles y fuentes de energía renovable para alimentar los estadios.
World Rugby es consciente de que la cuestión de los gases de efecto invernadero no es suficiente. El plan de acción adopta un enfoque innovador que combina el respeto por los ecosistemas locales con la sostenibilidad de la práctica. Así, la federación busca implementar una economía circular para frenar la producción de desechos. La protección de los ecosistemas locales es también crucial para poder seguir practicando el deporte de manera sostenible. Esto incluirá la instalación de sistemas de recolección de agua de lluvia y acciones para preservar la biodiversidad en torno a los estadios y evitar la degradación de los recursos naturales. Finalmente, World Rugby busca promover la sostenibilidad en el rugby mediante la educación, la concientización y el intercambio de conocimientos. La federación impondrá a todas las federaciones nacionales un plan de desarrollo sostenible para 2030, y también implementará campañas de sensibilización sobre la sostenibilidad.
Un trabajo de largo plazo
Mientras World Rugby avanza con medidas ambiciosas, está claro que la transición hacia un deporte verdaderamente sostenible requiere reformas estructurales más amplias en todo el sector. Los ejemplos de reducción de desplazamientos, economías circulares y protección de los ecosistemas locales demuestran que existen soluciones para minimizar el impacto ambiental. Sin embargo, la falta de compromisos similares por parte de los gigantes del deporte, como la FIFA, plantea dudas sobre la efectividad de estos esfuerzos aislados.
Mientras las principales organizaciones sigan priorizando soluciones temporales, como las compensaciones de carbono, los avances seguirán siendo limitados. "Cuanto más tengamos ese pensamiento orientado a las bandas adhesivas sanitarias, menos avanzaremos", afirma Danny Cullenward, economista especializado en energía, en el Los Angeles Times. Además, el papel crucial del transporte público en la reducción de la huella de carbono de los grandes eventos deportivos subraya la necesidad de una colaboración estrecha entre las organizaciones deportivas y las políticas públicas. Al final, si el deporte quiere avanzar hacia la sostenibilidad, deberá ir más allá de las promesas y adoptar compromisos concretos e inclusivos, colocando la protección del medio ambiente y las comunidades locales en el centro de su misión.