La pelota Vasca llegó a la Argentina hace un par de siglos. Hay crónicas que describen partidos en plena semana de la Revolución de Mayo y Juan Manuel de Rosas ordenó construir una cancha cerrada en 1830. Hacia finales de siglo 19 era el deporte más popular del país, con algunos escenarios muy grandes, como el frontón Buenos Aires - en donde Mitre y Alem fueron vitoreados por miles de personas días antes de la Revolución del Parque- y el frontón Nacional -en Caballito- sede de los mejores duelos de la época. Tal fue la popularidad que en estas tierras nació una modalidad del deporte: La pelota a paleta, creación de Gabriel Martiren. Sin embargo, el frontón Nacional fue clausurado algunos años después. Es que la Pelota siempre estuvo atravesada por la apuesta, a cargo de los mismos jugadores y disparadora de grandes historias.
Oscar Messina fue el mejor pelotari de la historia argentina: Así lo definen quienes fueron testigos de su virtuosismo y sus triunfos. Lo llamaban el Manco de Teodelina, pero ese apodo tiene dos excepciones: No era manco y no vivía en Teodelina. De hecho, casi toda su vida vivió en Chascomús, aunque la localidad santafesina sí fue su lugar de nacimiento.
Su apodo viene de pibe: Oscar trabajaba como boyero en una chacra. Una vuelta tuvo un accidente y se cayó de un caballo, que le provocó la quebradura del brazo izquierdo. A las apuradas se lo entablillaron con los restos de un cajón de madera que había por ahí y se las aguantó. Con el tiempo el hueso soldó, pero no de la mejor manera: A partir de allí su brazo izquierdo quedó un poco más corto y el apodo surgió enseguida.
Comenzó a jugar a la Pelota desde chico, como tantos pibes de la zona. Muy rápido se destacó, en varios partidos de los que se armaban en los clubes locales. En 1952 lo convocaron a la preselección nacional, de cara a la copa del mundo de ese año en San Sebastián, España. Les ganó a todos, pero no lo confirmaban. Fue entonces que se enojó, se peleó con la federación y quedó vetado de por vida. En rigor le pusieron una sanción por 99 años. Cuando se enteró, dicen, sacó su Smith and Wesson y arrancó a los tiros, sin herir a nadie de milagro. Es que el Manco andaba siempre armado, por si algún lío terminaba mal.
Él, sin embargo, siempre relacionó su sanción a otra faceta de su vida: Su inclinación por el radicalismo, que más tarde lo llevó a ser amigo de Raúl y Ricardo Alfonsín y por el que siempre jugó con una boina blanca. Incluso el hoy embajador argentino en España llegó a entrevistarlo para un canal local de Chascomús en los 90, un gran material que puede verse en Youtube. A partir de ese episodio comenzó a vivir de las apuestas. No podía jugar de manera oficial, pero eso no le impedía jugar mano a mano con los campeones, esos que podía derrotar con facilidad.
Otros con quienes tuvo problemas fue con la policía y con los militares. De chico, cuando recién empezaba a jugar, iba a las canchas con algunos amigos a la hora de la siesta y venía la policía y se lo llevaban. Lo tenían unas horas en la comisaría, lo hacían barrer y limpiar y después lo soltaban. Más tarde, de grande, tuvo una discusión fuerte con algunos militares. Se lo llevaron preso y estuvo encerrado nueve meses. Allí lo quisieron alfabetizar, pero él se negó. Sin embargo solía memorizar poemas y versos.
Su fama creció con los duelos y se dispersó por varios pueblos de Buenos Aires, La Pampa y Entre Ríos. A los jugadores, algunos campeones que venían de consagrarse a nivel nacional, los retaba de guapo y apostaba, claro. Así enfrentó a Aarón Sehter -quien venía de consagrarse campeón mundial- en uno de sus duelos más épicos. Perdió por muy poco y enseguida quiso la revancha, pero el ruso no se la dio. También cuentan que le cedió el saque, algo típico que solía hacer el Manco: Dar algún tipo de ventaja, que se pactaba en la previa.
Sehter es una leyenda de la pelota. Fue varias veces campeón nacional y mundial, representó al país durante 30 años y también se colgó una medalla olímpica en México 68, cuando la Pelota Vasca fue deporte de exhibición, algo que volvería a suceder en Barcelona 92. Este año Anses lo reconoció como deportista olímpico y merecedor de una pensión vitalicia. En un capítulo de la serie Bestiario, de DeporTV, Sehter contó que enfrentó varias veces al Manco y que se repartieron victorias.
Pero la popularidad de Messina iba más allá de aquel duelo. Una vuelta disputaba un partido y perdía 11-1, entonces su padre -que había apostado a su favor- lo incriminó en el medio del duelo: sinvergüenza, arruinaste a todo un pueblo. El Manco lo tranquilizó, le recordó que el partido era a 30 y finalmente ganó, llevándose el premio gordo de la apuesta.
Messina tuvo tanta fama de timbero como de mujeriego. Tuvo hijos, nietos y mucho dinero en su momento, fruto de las apuestas y los montos que le pagaban de algunas localidades para llevarlo a jugar. Aquella experiencia con los caballos fue la única vez que trabajó porque como él mismo dijo una vez: “debe ser feo porque hasta pagan para que uno lo haga”
También tuvo fama de bebedor. Ginebra, Whiskey u otro trago por los almacenes y boliches de cada pueblo que visitaba. Convidaba copas a los paisanos y se quedaba horas y horas a pura charla, en donde escapaba insultos contra los porteños, a quienes alguna vez confesó tener bronca.
La diabetes lo afectó los últimos años de su vida. Falleció en 2005, pero su leyenda quedó -queda- más viva que nunca. Por varios pueblos todavía cuentan de sus desafíos, de su picardía y guapeza en la cancha y, sobre todo, de su magia con la pelota. Eso sí, siempre que hubiese plata de por medio, porque como él mismo decía: “Yo si no es por plata no juego”.