Momentos de alegría laboral vive Juan Palomino ante el estreno de la película Yo nena, yo princesa –que retrata la historia de Luana, la primera niña trans en tener su DNI y ser reconocida por el Estado argentino- y el debut mundial de Maradona: Sueño Bendito, la serie de Amazon Prime que recorre la vida de Diego Armando Maradona y en la que interpreta al astro futbolístico en su período de excesos y mayores escándalos mediáticos. El Destape dialogó con el versátil actor de cine, teatro y televisión, a horas del estreno de la ficción que traerá a “El 10” un ratito más, en la pantalla de los argentinos.
- ¿Lo pudiste conocer a Diego Maradona para adoptar gestualidades y actitudes que te ayudasen en tu construcción maradoniana?
No, nunca tuve la oportunidad de conocer a Diego. No tuve ese privilegio. Creo que lo conozco y su imagen se me agiganta a partir del Mundial de México (’86). Solo a un hombre como Diego Maradona se le ocurrió meterle un gol con la mano a los ingleses. Un gol maravilloso, el gol de todos los goles. Creo que en ese punto, y a nivel personal, Maradona se resignifica. A partir, también, de la construcción de una identidad y épica de ‘los del sur contra los del norte’ y de la presencia política de la historia en el partido contra Inglaterra. Por más que digamos que era un partido entre 11 contra 11 jugadores de fútbol, el componente maradoniano que le puso siendo capitán y arengando le dio tintes épicos.
Por lo tanto, para mí Maradona –a pesar de no haber compartido ni un asado, ni una charla, ni cruzármelo en ningún lado- es un ícono que representa de una u otra forma, con sus lados oscuros, sus "giganteses" y sus diafanías en cada una de sus ocurrencias, nuestra idiosincrasia. Creo que cada argentino tiene algo de Maradona. En una época donde carecemos de estos referentes, la imagen de Maradona se agiganta con todo lo que esto significa. Yo no toco los aspectos de su vida privada, más cuando una persona está muerta y prevalece en la memoria del pueblo.
- Y del mundo. Maradona traspasó todo tipo de fronteras.
Una vez, filmando en Etiopía, en la Libela, junto a mi compañera, también cantante y actriz, unos hombres nos apuntaron con armas tipo AK-47 mientras nos hablaban en amhárico, y de repente nosotros dijimos que éramos argentinos y bajaron las armas, empezando a mencionar a Maradona. Maradona es un pasaporte a que, por lo menos, bajen las armas.
- ¿Te dio vértigo interpretar a un pedazo de la historia cultural de Argentina?
Siempre. No es fácil estar en ese juego y no alcancé a dimensionar estarlo. Pude llegar apenas a tocar o rozar espacios límites: el hecho de querer ser un poco más justo, de tener convicciones y luchar por ellas, caerse, ser abandonado y levantarse, las cosas más humanas. Maradona atravesó todas las instancias en las que puede estar un ser humano.
Yo nena, yo princesa: Un nuevo clásico argentino que rompe estructuras y abraza las infancias trans
- Tu personaje, el papá de Luana, tiene una personalidad compleja. ¿Qué sentís ante este hombre marcado por viejos mandatos patriarcales?
El personaje representa más o menos al 95% de los varones de esa edad, que hemos crecido con determinados referentes culturales, artísticos, políticos y literarios patriarcales y machistas que consideran que el universo es binario. Más allá del proceso de deconstrucción en el que estamos algunos hombres, me parece que el personaje representa esa gran masa de padres, maridos, hermanos e hijos que se han formado en círculos opresivos. En ese sentido, estar involucrado en Yo nena, yo princesa me produce muchísima felicidad porque significa la vuelta del cine testimonial. La historia de Luana merecía ser contada.
Siempre imaginé al personaje dentro de un mundo en el que lo cargan, usan y acorralan a raíz de lo que pasa con su hijo. Durante la composición, no lo juzgué y lo más curioso es que en el proceso de hacerlo me di cuenta que yo, que intento ser un buen padre, marido e hijo, también tenía algunas “latas de conserva en mi aparador del fondo”. Creo que este tipo de material nos permite seguir creciendo como sociedad.
- ¿Qué aspectos de tu infancia y adolescencia reconocés cómo parte del sistema heteronormado?
Soy de la generación de niños que se crió con armas de juguete en su poder y con figuras que reproducían mandatos antiguos. Recuerdo que a los 5 años me colé en un cine a ver una película de James Bond, ese era mi referente de la niñez. ¿Hay acaso un personaje más sexista que James Bond? Un hombre que usaba a las mujeres hasta el punto de, en una película, querer cambiarle el deseo lésbico a una espía para su propio placer. Todo ese componente cultural machirulo que el cine ha contribuido a mostrar en decenas de películas como las de John Wayne, Clint Eastwood o el mismo Bond formó a mi generación. Otro buen ejemplo fue Marlon Brando en Un tranvía llamado deseo, de Tennesse Williams. Un hombre de la clase trabajadora violento, abusador, absolutamente repudiable y, aún así, adoptado como un ícono sexual, alguien deseable. Todos eran ‘chabones que la tenían bien grande y se jactaban de eso’.
Es muy difícil para las generaciones anteriores a la mía entender que el mundo ha ido virando; y te lo digo desde una visión centralista porteña: si te vas a Jujuy, Tilcara, Perú o Cuzco con esta mirada, te sacan con una patada en el orto. Ha pasado con Pedro Castilo (Presidente de Perú) en referencia a la construcción progresista que tiene Verónica Mendoza, conocida referente feminista. Hay todo un movimiento complejo que es necesario revertir.
- En muchas realidades poco deconstruidas la empatía hacía las personas LGBTIQ+ se da ante los casos cercanos de familiares y amigos. ¿Sentís que la historia de Gabriela Mansilla y Luana puede ayudar a ampliar esta visión?
Estoy convencido de que sí. La historia de Luana y la presencia de Gabriela Mansilla, encarnada por Eleonora Wexler, va a producir total empatía por la fuerte experiencia de vida que está multiplicada. Hay cientos de casos de infancias trans, Gabriela fue una emergente en visibilizarlos. Solo hace falta investigar.
- ¿La pudiste conocer a Luana?
Sí, claro. Ella y su mamá estuvieron presentes en el rodaje e, incluso, tuvieron unos cameos en la película. Fue una experiencia hermosa conocerlas. También, salí muy enriquecido tras la posibilidad de trabajar junto a Isabella, la protagonista, y Valentino Vena, hijo de Fabián Vena. Ambos hacen de mis hijos en Yo nena, yo princesa y forman parte de mi patrimonio emocional. Los quise como si fueran mis hijos, me devolvieron esa experiencia. Yo soy padre de tres: Sofía (31), Aarón (26) y Floriana (17). Con cada uno he sido lo suficientemente comprensivo aunque en determinados momentos me han sorprendido decisiones o elecciones de vida.