(Por Marina Sepúlveda, enviada especial).- Dos mesas que compartieron el eje común del patrimonio y los meteoritos de Campo del Cielo, la ciencia, el saber ancestral resignificado y las narrativas artísticas resonaron en el cierre de la primera jornada de "Los patrimonios son políticos", que se desarrollará hasta mañana en Chaco.
La segunda mesa de la jornada fue "Meteoritos, del Big Bang a las cosmovisiones originarias" que juntó a científicos de disciplinas como la historia, la historia del arte y la geografía, a geólogos y a referentes del pueblo Moqoit.
"Desde el tráfico ilícito a la creación del universo, invitamos a importantes representantes de distintas áreas para problematizar un mismo hecho: piedras espaciales que impactaron hace miles de años en la Tierra, en la ciencia, la cultura y la cosmovisión de un territorio", fue el puntapié inicial de esta mesa diversa moderada por Diego Golombek, con Mario Vesconi, Juan Carlos Martínez, Mariana Giordano, Alejandro Yocca y María Eugenia Varela.
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"Entre las múltiples visiones, el meteorito representa el inicio de todo y tiene una edad contemporánea a la edad del sol, unos 4.500 millones de años" y mucho para contarnos sobre la creación de nuestro sistema solar, destacó Varela.
A su turno, el historiador Yocca, explicó la relación de los santiagueños con los meteoritos y celebró que se esté construyendo un nuevo paradigma que incluye el trabajo de todos los sectores. En su rápido paneo contó los momentos de mercantilismo y capitalismo destructivo y expoliativo del mineral en la región, y planteó que es el momento de pasar a una gestión de desarrollo sostenible y participativa con las comunidades, instituciones provinciales y resguardo de los meteoritos.
Vesconi, por su lado, destacó que el que visita Campo del Cielo se queda con "ese shock del contacto con el cosmos" y que "ver esa masa es algo muy movilizador". Luego contó que los 24 cráteres confirmados "son producto de un meteoroide que se supone pesaba unas 840 toneladas, de las que, se estima, sólo llegaron a la tierra poco más de 400, a 14.500 Kilómetros por hora, una velocidad lenta comparada con otros impactos, que benefició su conservación y que tuvo un efecto de 10 kilotones de energía, sólo cinco menos que el bomba de Hiroshima". Ese cataclismo local duró 25 segundos y "si hubiera sucedido sobre Buenos Aires, habría partido a la ciudad al medio", dimensionó.
Desde las humanidades Giordano rescató la transmisión de la memoria de las comunidades indígenas chaqueñas a través de la oralidad y señaló dos eventos performáticos, el Año nuevo Moqoit y La marcha del meteorito (en 2009 fue la primera), que redimensionaron la afirmación identitaria de un colectivo estigmatizado, por medio de acciones audiovisuales y de la educación bilingüe: "Los Moqoit vienen planteando hace tiempo esta politicidad de las prácticas y del territorio y los objetos que entraman lo simbólico, la tradición y la memoria para visibilizar su problemática", dijo.
Martínez, referente de esa comunidad, se refirió al tema legal y a la no menos importante visión que tiene esa comunidad sobre los meteoritos: "nuestra cosmovisión se compone de tres poderes supremos, el agua, la tierra y el fuego, tres poderes que no puede fabricar el hombre", y por ello "son sagrados", y cuando "estos tres poderes se complementan nace el aire", y hay un quinto poder, "que es una ventana abierta hacia el cosmos", explicó.
"Lo diferente del meteorito es que vino por ese ojo que se puede ver con el ojo mental, energético y que lo hizo materializado -agregó-. Nuestros ancestros dicen que son como bandadas de pájaros que tienen su tiempo de llegada y su tiempo de ida", una forma que tiene la tradición de decir que "los meteoritos tienen su tiempo y su trayecto en el espacio" y que "se pueden ir".
"Nuestra cosmovisión es espiralada, no tenemos una línea de tiempo lineal, todas las cosas van a volver a pasar" por eso "no hay nada nuevo, cuando el meteorito sea un elemento más y no tenga valor monetario, como ninguna cosa sagrada debería tener, como la Tierra, nos daremos cuenta de que es un parte nuestra, porque de eso salimos y hacia ahí vamos a ir", expresó.
En cuanto a lo legal, "sus derechos son preexistentes, lo cual figura en la Constitución Nacional de 1994 -puntualizó-, pero falta el derecho consuetudinario, a la autodeterminación". Y como algo positivo manifestó lo debatido ayer en estas mismas jornadas: "Hoy estamos porque necesitamos del otro, estamos en un Estado donde somos parte de sus derechos, y por eso tenemos que buscar un derecho multicultural".
Por otro lado, la mesa "Narrar: de las crónicas de viajeros a la ciencia ficción", introdujo relatos del siglo XVI que hacen referencia a los meteoritos de Campo del Cielo, como el de Miguel Rubín de Celis, enviado por la corona española, que a fines del siglo XVIII describió al famoso, y perdido, "Mesón de fierro" como "una inmensa mesa de fierro que sobresalía de la llanura". Miles de años después de su caída, estas rocas espaciales siguen contándonos historias y siguen siendo motivo de imaginaciones
En esa mesa se encontraban la escritora Selva Almada, el dramaturgo Rafael Spregelburd, el joven escritor Michel Nieva y el periodista y documentalista Sergio Wolf, con Sergio Raimondi como moderador.
En un intercambio tan diverso como el tema, patrimonio y meteoritos, se trató a estos objetos desde las perspectivas de las disciplinas artísticas, contraponiendo las materialidades planteadas en la mesa anterior a la inmaterialidad de la lengua. Así, en el encabalgamiento de las mesas, Raimondi destacó que la incomodidad para usar la palabra "choque" al relatar el impacto del asteroide se desdibujó al momento de debatir lo patrimonial y sirvió para definirlo, claramente "atravesado por el conflicto".
"Cómo pensar el saber y el conocimiento y la pertinencia de disciplinas que nominan el conocimiento", se preguntó el moderador y en la práctica del arte encontró su posible respuesta: "la caída de algo desde el cielo no puede más que inaugurar algo -dijo-, donde una hecatombe inaugura algo, hay un inicio, como en las obras de ficción, ante una hoja en blanco algo colisiona e interrumpe un silencio y permite el relato de la fábula tradicional y lineal (a diferencia del tiempo espiralado) desde ese porque sí, como un meteorito que cae".
Es así que Almada, autora de "El viento que arrasa" y "Chicas muertas", reflexionó sobre la oralidad a la que volvió como modo de narrar, refrescada en los relatos de su abuelo, que vivía en el campo, en tiempos donde la electricidad no tapaba los ecos de las historias.
"En la escuela nos enseñaban que había una lengua para hablar y otra para escribir y estaban absolutamente peleadas, distanciadas, no podía escribir como hablaba porque eso era incorrecto. A lo largo de muchos años de trabajo con la escritura aprendí que lo que más me interesaba era ver cómo podía incorporar la poética de la oralidad, más que el significado de esas palabras, cómo podía incorporar esa música a la escritura", dijo sobre esas historias que están hechas para "ser contadas y transmitidas de padres a hijos y a nietos, hasta el infinito".
"Habitar esa lengua que nos atraviesa es habitar un paisaje", concluyó Almada, en tanto Wolf contó su periplo y experiencia con el documental de "Campo del cielo", llamado "El color que cayó del cielo" estrenado en 2014. Las actividades transmitidas en vivo permanecen publicadas en las redes sociales del Museo Terry, Museos y Patrimonio de Nación y el Instituto de Cultura de Chaco para poder regresar a las exposiciones y seguir encontrando sentidos abiertos, justamente, hasta el infinito.
Con información de Télam