(Por Carlos Aletto).- Loyds, el autor de la saga familiar compuesta por "Merca" y "La mamá de Johnny", acaba de cerrar la trilogía con "Pichón", cuyo protagonista es el hermano menor de la casa, el hijo ninguneado que todo el tiempo busca llamar la atención de manera torpe y violenta, dejando en claro que esta serie tenía mucho por decir sobre este personaje ahora protagónico que desoye los cambios de paradigma y persiste en su tradicionalismo sectario y recalcitrante de la clase social que el autor presenta magistralmente.
La vida de los poderosos ha sido retractada desde la épica de Gilgamesh, pasando por las comedias y las tragedias clásicas, hasta llegar hoy al éxito de HBO donde quedan en la superficie las penurias y (pocas alegrías) de la familia Roy en la serie "Succession". En esa línea, la obra de William Shakespeare muestra los enredos palaciegos de una clase social a la que no tenía acceso el vulgo y que disfruta como parte de una fiesta ajena o liberado de los males que caen sobre ellos por pertenecer a esa estirpe. Mucho más acá y lejana a ese mundo, dentro de esa genealogía se inserta la novela "Pichón", última parte de la trilogía que comenzó con el éxito de "Merca", novela que se detiene en la historia de Johnny, un joven nacido en cuna de oro que no sabe qué hacer con su vida, que se la pasa de fiesta en fiesta tomando toda la cocaína que se le cruza, como una forma de combatir su vacío existencial, su insatisfacción crónica. En esta historia y su continuación, "La mamá de Johnny", como también sucede en las narrativas de terror, los lectores asisten a una fiesta ajena, alejados de los peligros que los personajes transitan.
Loyds, escritor y guionista, que creció en una familia con comodidad económica, pero eligió ser escritor y dejar su profesión de abogado, explica en diálogo con Télam que fueron la lectura de dos libros los que lo llevaron a escribir "Merca": uno, una novela que intentaba retratar el universo de una clase pudiente porteña de manera muy fallida (el autor prefiere no dar el nombre); y la otra fue "Menos que cero" de Bret Easton Ellis, que describe la vida sinsentido de los niños ricos de las familias de Beverly Hills. Loyds advirtió que en la literatura argentina del nuevo siglo y post gran crisis de 2001 "latía al ritmo del conurbano, de historias marginales, repletas de traumas y carencias, estaba faltando algo: un retrato fiel de las clases más acomodadas, que siempre zafan de las crisis y terminan cayendo paradas", explica el autor de "La mamá de Johnny" y compilador, editor y coautor de "Cuentos cuervos", la antología que contiene relatos de San Lorenzo, el club de sus amores.
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Cuando Loyds tenía diez años, su madre lo llevó a participar en un anuncio de televisión para el Banco Lloyds. Un compañero de colegio que vio el anuncio comenzó a llamarlo por el nombre del banco, y ahora ese apodo es el que todos, incluyendo su esposa, hijas y amigos, utilizan para referirse a él. El apodo se arraigó rápidamente, al punto de que dejó atrás una "ele". Su nombre verdadero, Jorge Ignacio Lebrón, le parece extraño y distante al escritor.
"Pichón" tiene reservado a los lectores ese costado maldito de las historias de familias acomodadas. El protagonista es una mezcla de Kendall y Roman Roy, comparación que entenderán quienes vieron "Succession", y para quienes no la vieron primero, lean ordenadamente o sin ningún orden o solo una de las novelas de Loyds y después vean la serie. Hay un mundo que por costoso, ancho y ajeno que sea es mejor leerlo que vivirlo.
-Télam: ¿Cómo se desarrolló la trilogía familiar compuesta por "Merca", "La mamá de Johnny" y "Pichón"?
-Loyds: El primer libro "Merca" anduvo muy bien, su recorrido me llevó al Grupo Planeta, a Belo Horizonte con su edición en portugués, a una edición española, a la Semana Negra de Gijón. Ahí fue donde un colega muy amigo me dijo: el fresco de clase debe continuar, ¿por qué no contar la historia de la madre de Johnny, un personaje que tiene tanto power como él? Y me puse a escribir la historia de Paulette, esa señora paquetísima que tampoco sabe muy bien cómo lidiar con su vida. "Pichón" viene ahora a cerrar la trilogía con el personaje reaccionario de la casa, el hijo rancio, machista, involucionado, que desoye los cambios de paradigma y persiste en su tradicionalismo sectario y recalcitrante.
- T: ¿La clase social que describís se puede observar desde afuera o requiere de imaginación?
- L: Bueno, yo no me considero un escritor con demasiada imaginación. Sí un gran observador, que va recopilando información en todos lados para después utilizar ese material, a la hora de sentarse a escribir. El otro día lo escuchaba a Mauricio Kartun en una charla, y él decía que nunca había tenido una idea, que todo lo que había escrito lo tomaba de observar a la gente, de las charlas que oía, de las situaciones que veía. Sentí un gran alivio porque cuando uno trabaja con la palabra mucha gente alrededor piensa que se te ocurren cien ideas geniales por día, y no es así. Te lo está diciendo Kartun, que algo ha escrito ¿no? Yo a veces cuando acuesto a mis hijas y les leo un cuento puedo improvisar un poco la lectura, resignificar algunos conceptos de lo que estoy leyendo, pero me pasa que hay gente que me dice: "ah, vos sos escritor, seguro les inventás unos relatos infantiles espectaculares a tus hijas". Y jamás, carezco de toda inventiva para eso. Al principio me daba culpa, pero después entendí que no es necesario tener imaginación para escribir.
Yendo a la pregunta, es una clase que se puede observar, por supuesto. Desde afuera, desde adentro y un poco de costado, como es mi caso, que en alguna época de mi vida tuve acceso a ciertos círculos que me brindaron mucho material para después retratar a esa clase social que se autopercibe aristocrática, de alta alcurnia, cosa que a mí siempre me causó mucha gracia.
-T: En esta tercera parte, parece que el narrador se ve influenciado por el paso del tiempo y la muerte. ¿Cómo se exploran estos temas de manera particular en este libro?
-L: Creo que Pichón, al ser el personaje quizá más oscuro de la trilogía, se sienta mano a mano con la muerte, la ve bien de cerca. También cuenta con mayores herramientas que su madre y su hermano, me refiero a cierta cultura general que evidencia a lo largo de la historia en ese diálogo frenético en el que confronta con cada uno de los otros personajes. Si bien comparte ese vacío existencial con su madre y su hermano mayor, pareciera más preparado intelectualmente. Tal vez por su afán de llamar la atención, de ser visto, se ocupó de recopilar cierto background, no lo tengo demasiado claro. Pero sí es cierto que hay en "Pichón" más planteos que tienen que ver con la vida, la muerte, el paso del tiempo, la propia existencia, la mapaternidad. También calculo que puede tener que ver con la época, con todos los cambios de paradigma que estamos viviendo. A mí me interesa mucho que mis libros dialoguen de alguna manera con su época, con su aldea. Y si vamos a Pichón, su relato está atravesado incluso por el fervor mundialista y la coyuntura política.
-T: ¿Cómo se integra el mundo popular de la televisión, el fútbol y el espectáculo en general en esta narrativa?
-L: Bueno, somos un producto de todo ese imaginario popular un poco, ¿no? Quienes crecimos a fines del siglo 20 y alcanzamos la adultez cerca de la crisis de 2001 mamamos un poco todo eso: el Diego, el rock nacional, la televisión abierta, la farándula local, todos íconos que siempre nos rodearon y que a mí me divierte no tomar demasiado en serio. Quiero decir, me resulta muy divertida la caricaturización de todos esos personajes, aunque algunos a veces luzcan intocables. Quizás eso es lo que hace que la gente que me lee también se ría, el hecho irreverente de poder parodiar a todo el mundo. La mejor manera de pintar de cuerpo entero a Pichón es esa, que a sus ojos nadie sea incuestionable, nadie quede en pie. Y a mí me hace mucha gracia que se burle sin filtros hasta de los personajes que yo amo, como Messi, nuestro máximo ídolo.
-T: ¿Cómo lograste construir mediante el lenguaje este relato que parece reflejar un estado mental, un fluir constante de la conciencia sin restricciones?
-L: Me interesaba que Pichón se diferenciara de Johnny, su hermano mayor y protagonista de "Merca", que es un tipo que piensa mucho, pero exterioriza muy poco. Gran parte de esa primera novela transcurre en la cabeza del protagonista, de hecho, en el proyecto audiovisual de "Merca" resolvimos que el personaje de Johnny le hable a cámara, rompa la cuarta pared, para que el espectador pueda ver y escuchar lo que él está pensando. Digamos que es un hater que por momentos disimula. En el caso de Pichón, la idea era que fuera exactamente lo contrario, un tipo verborrágico, sin ningún dique de contención, que todo el tiempo dijera lo que se le viene a la cabeza, sin importarle quién tiene enfrente o si alguien sale lastimado. Así ocurre que su manera de vincularse con los demás es a través de la agresión, del chiste filoso, hiriente, que enseguida resuelve con una carcajada para evitar que todo vuele por el aire después. La manera de presentarlo la tomé de David Foster Wallace, que en un libro que se llama "Entrevistas breves con hombres repulsivos", utiliza esta segunda persona, en un diálogo unilateral donde las respuestas de su interlocutora apenas se esbozan y son repuestas luego por la misma voz. Me pareció que contaba con la contundencia que yo necesitaba para transmitir el frenesí de Pichón. Y a la vez fue un lindo desafío para mi escritura.
Con información de Télam