Autor de novelas como "El juguete rabioso", "Los siete locos", "Los lanzallamas" y "El amor brujo", piezas de teatro como "Trescientos millones", "Saverio el cruel" o "La isla desierta", Roberto Arlt (1900-1942) fue responsable de una obra prolífica que hizo base en la escritura cotidiana de textos periodísticos para ganarse la vida pero que se expandió más allá de las redacciones y hoy su vigencia se puede ver en las constantes reediciones de sus libros.
Sobre esta vigencia, la investigadora Sylvia Saítta dice que esto se debe a que "en tanto clásico de la literatura argentina, sus obras continúan interpelando a lectoras y lectores que aún con perspectivas de lectura muy diferentes a aquellas en las que estas obras fueron escritas o publicadas dan respuesta a ciertas cuestiones que continúan en el presente".
En este sentido, cita "El juguete rabioso", donde está en el centro "la problemática de cómo los jóvenes, sobre todo aquellos que provienen de sectores populares, logran, pueden o fracasan incorporarse al mercado laboral. Cómo pueden acceder o no a un mercado laboral, a un trabajo que esté o que sea acorde a sus expectativas, a sus deseos o a sus propias elecciones". "Leído a comienzos del siglo XX o ahora, ya en el siglo XXI, continúa proponiéndonos la reflexión sobre esta pregunta. También nos interpela en el modo en cómo acceden los jóvenes al mundo de la imaginación, de la lectura y de la ficción. Aunque los soportes hayan cambiado, en 'El juguete rabioso' obviamente se trata de libros o de una literatura que circula en publicaciones periódicas o en revistas, y la pregunta por el acceso al mundo de la ficción y al impacto que la ficción produce en los imaginarios de quienes consumen esa ficción tiene una actualidad realmente notable".
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Además resalta "ese panorama espectacular" de 'Los siete locos', 'Los lanzallamas', donde las preguntas y las reflexiones nos permiten continuar pensando el presente. "¿Qué pasa cuando un grupo de marginados sociales, del mercado de trabajo, del acceso a los bienes simbólicos, se organiza bajo la tutela de una figura como la del astrólogo, que es un líder carismático, autoritario, y que propone como salida a un presente que se vive como opresivo, no solo la violencia, sino la organización violenta de un grupo, que en la novela es una sociedad secreta", analiza.
La vigencia de esa pregunta es lo que subraya Saítta como "impactante": "En esa figura, la del astrólogo, se concentran muchas de las preguntas que podemos hacernos hoy sobre la situación política tanto argentina como de una parte importante del planeta. ¿Qué pasa cuando los pobres quedan afuera del sistema? ¿Qué pasa con la aparición de estos líderes carismáticos, vaciados de ideología, pero que pueden dar respuesta a ese conjunto de marginados?".
Soledad Quereilhac asevera que la obra de Arlt tiene "una vigencia arrolladora por sus cruces entre realismo y expresionismo, sus estrategias de deformación de lo real para hacerle hablar su verdadero sentido, su particular uso del castellano -siempre en cruce entre el lunfardo y las formas cultas, en el que hablan metáforas industrialistas, esotéricas, geométricas-, el permanente riesgo de desquicio de sus universos ficcionales, su potente sensibilidad social y su lucidez ideológica, entre muchas otras virtudes, colocan su narrativa y dramaturgia entre las mejores obras de la literatura argentina y latinoamericana".
En el mismo plano, ubica a sus textos periodísticos, sus crónicas urbanas, de viaje y, hacia sus últimos años, los artículos sobre política internacional. "Ya condicionado por los imperativos del periódico para el que trabajaba y atento a las convenciones soportables por el público lector de la época, Arlt provoca todo el tiempo y juega con los límites -repasa-. No cultiva ningún pintoresquismo ni corrección política; saca temas de la galera para sus crónicas, en las que nunca faltan los variopintos perfiles de vagos, chantas y rufianes, la bobería moral de las clases medias, las transformaciones de la ciudad, entre miles de otros temas".
En tanto, Margarita Pierini destaca que "la crónica tardó en ser reconocida como un gran género literario. No todos los cronistas tenían y tienen ese manejo del enfoque en llegarle al lector" y se reconoce fascinada por "la creatividad que tiene Arlt con las palabras, con los giros, el humor y con la iniciativa de sumar alusiones literarias, cinematográficas. En cada aguafuerte uno siente que tiene mucho más para decir pero lo que el diario daba era un cuarto de página".
La investigadora tiene una aguafuerte a la que siempre vuelve: su cobertura del fusilamiento de Severino Di Giovani. "Me parece perfecta. Es un decir y no decir que se vuelve impresionista que se filtra con el respeto y la admiración por quien en ese momento era un chivo expiatorio. Es un texto único en nuestra literatura", asevera.
Con información de Télam