Entre la polémica, la provocación y el debate, obras de arte que dieron que hablar en nuestro país

04 de abril, 2023 | 16.47

(Por Milena Heinrich) Jabones con tejido adiposo, símbolos religiosos intervenidos, arañas en una instalación cerrada o una torta comestible con forma de Jesús, son parte de esa memoria de obras artísticas que en los últimos años movieron el avispero de la indignación y la sorpresa, exponiendo la tensión que puede activar el arte contemporáneo cuando deforma o expande los sentidos, como la reciente polémica que generó la performance "Sirenas en jardines electrónicos" del colectivo artístico Opera periférica en el Museo Fernández Blanco, por la cual renunció una funcionaria porteña.

Puritanismo decoroso, corrección política, cancelación, conservadurismo, extrema sensibilidad, ofensa genuina, respeto por los otros. La delicada frontera que activa las alertas en arte moldea sus interlocutores en función de su tiempo: a principios de los 2000, fueron los sectores de la Iglesia los que pusieron el grito en el cielo por una exposición de León Ferrari, hoy son las redes sociales con sus recortes descontextualizados las que pueden viralizar un fragmento de obra y provocar la renuncia de una funcionaria. Cambian los canales de acusación pero el tono recatado se disfraza con nuevos trajes.

No siempre es la indignación ante el "lenguaje vulgar" o la tradición religiosa lo que impulsa la mirada punitiva sobre la producción de arte, a veces son las lecturas mediadas por la experiencia y la materia de la Historia las que disparan una advertencia, como la recordada muestra de "Savon de corps" con jabones que hizo la rosarina Nicola Constantino a partir de su propio tejido adiposo, hace ya casi veinte años. En esa interpretación hubo quienes encontraron una referencia a los gestos del nazismo. "Mi obra no es una reflexión sobre el Holocausto ni se nutre de él", respondió la artista en una nota de opinión en respuesta a quienes cuestionaron la ética de su propuesta.

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Las obras "polémicas" rebasan el ámbito de la academia y sus asiduos, y por eso mismo toman la atención: al nadar en el terreno de la acción simbólica, cualquier lectura es posible y la literalidad mucha veces gana, si no hay detrás un contexto, una guía. No importan si están bien realizadas en términos técnicos, si son originales, creativas, lo que las mueve es el revuelo escandaloso que se le atribuyen, como la exposición que hizo en 2015 Dolores Cáceres, que dedicó tres salas de un museo en Córdoba al color blanco, despojado, en una muestra "vacía". ¿Qué se exhibe cuando no se ve nada? ¿El abismo de una idea? ¿Lo desangelado de un edificio? ¿La nada?

En todo los casos, las derivaciones públicas de la polémica llegan con la visibilización, algo ajeno al terreno del arte, a excepción de subastas millonarias o artistas que se cuentan con los dedos de las manos. Censura a la libertad de expresión, censura a la metáfora y la incomodidad, el canto a la literalidad llega al arte y entonces el terreno se vuelve pantanoso, descontextualizado y violento.

Algo así pasó la semana pasada con la performance "Sirenas en jardines electrónicos" del colectivo artístico Opera periférica que se exhibió en el Museo Fernández Blanco. Allí se desarrolló una obra de 45 minutos sin contratiempos, pero algún usuario decidió compartir en sus redes sociales un fragmento de 90 segundos donde se ve dos personas en ropa interior y el drama estalló. La performance fue elegida tras una convocatoria pública y la funcionaria que coordinó dicho programa tuvo que renunciar frente a la espuma que generó la viralización.

Además de repudiar los "recortes malintencionados, mentirosos y difamatorios" de los "medios masivos de comunicación", el colectivo Opera periférica cuestionó el foco de la reflexión, como escribieron en su cuenta de Instagram: "Nos parece importante habilitar el debate real: ¿Qué ocurre cuando esxs cuerpxs diversos ocupan espacios tradicionales? ¿Qué ocurre cuando esxs cuerpxs están erotizados? ¿El erotismo es solo patrimonio de la hegemonía?".

Otros ejemplos en la historia reciente

La provocación como lenguaje artístico marcó la obra de León Ferrari, quien hizo de su producción una reflexión política sobre los derechos humanos, el poder, la denuncia y la autoridad. Siempre a la espera de algún sector indignado con su arte, en 2004 el artista presentó una exposición en el Centro Cultural Recoleta en la que reunía una pintura de Cristo sobre un bombardero estadounidense, vírgenes en botellas de vidrio, una imagen desnuda de la cantante Madonna frente al papa Juan Pablo II o frascos con preservativos pintados con la imagen del Sumo Pontífice.

El entonces arzobispo de Buenos Aires, hoy Papa Francisco, dijo que la muestra era "blasfemia" y "burla a los valores religiosos y morales de los argentinos". Ferrari le respondió a través del diario La Nación: "Más lamento yo que la religión que Bergoglio profesa castigue a los que piensan diferente". Con su punzante ironía y su intransigencia, Ferrari tomó el arte como metáfora y denuncia, a costa de saber que su propia praxis sería foco de ataques conservadores.

El artista debió exiliarse en 1976 y cuando le preguntaban por la crítica a la Iglesia Católica él solía responder que era la Iglesia la que debía pedir perdón por los delitos y la complicidad. La pulseada la ganaron los sectores indignados y finalmente la exposición fue retirada antes de tiempo después de varios ataques violentos. Pero Ferrari, sin embargo, será recordado como "uno de los primeros que casi en solitario denunció la complicidad de algunos sectores de la Iglesia con la última dictadura militar", en palabras de María Teresa Costantini.

No hay que irse décadas atrás para toparse con el alarido de sectores que le exigen al arte el decoro de la tolerancia que ellos mismos no pregonan. Ejemplo concreto ocurrió en Mendoza en marzo de este año en la muestra "8M Manifiestos Visuales", organizada por la Universidad de Cuyo, cuando un grupo desarrolló ataques violentos contras las obras, destrozándolas. Entre las piezas se podía ver una vulva que emulaba una virgen, como metáfora de reinversión de un símbolo occidental más que de un elemento de liturgia. Desde la Asamblea de Artistas Visuales denunciaron que "un grupo de profesantes de la iglesia católica se sintió ofendido y procedió al daño y destrucción de varias obras, cometiendo un acto de vandalismo y extremismo religioso".

Un episodio desopilante lo vivió el ministro de Cultura porteño, Enrique Avogadro, cuando en 2018 se viralizó un video donde se lo veía comiendo una porción de torta de una obra en tamaño real de Jesús crucificado, en la Feria de Arte Contemporáneo Argentina (FACA). La obra "Cristo comestible", de Marianela Perelli y Pool Paolini, linkea con esa escena litúrgica de comer el cuerpo de Cristo, la hostia. El ministro salió a pedir disculpas y en su misiva consideró que el rol de arte es "incomodarnos" y "sacudirnos".

Otra embestida de sectores religiosos, que confunden el respeto por la liturgia con la inversión y reimaginación de símbolos occidentales, fue contra la obra "María Feminista", de la artista Silvia Lucero, una virgen con el pañuelo verde que se comenzó a exhibir junto a las obras de más de cien artistas en el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti, curada por Kekena Corvalán. Tras una acción de amparo, que le fue concedida, la pieza fue retirada de la muestra. "El hecho de que un grupo pueda sentirse genuinamente ofendido no justifica la censura de una obra en una sociedad democrática", sostuvo públicamente el CELS, que representa a la artista.

De buena fortuna, el arte también abre debates y reflexiones, algo bastante distinto a la polémica que concatena la censura per se. Una artista contemporánea que está siempre al filo de la provocación es Nicola Constantino y quizá su intervención más extrema sea la recordada exposición "Savon de corps" (2004) en Malba y Benzacar con jabón que produjo con su propia grasa "lipoaspirada". "Para mí la idea más fuerte es la del cuerpo como objeto de consumo. Pero también el tema de la mujer como víctima de ese modelo, presentado con una propuesta erótica", sostuvo en ese momento.

El jabón fue presentado imitando una campaña publicitaria, con nube de globos y lluvia de rosas y un film destinado a ser exhibido en cine y televisión. Lo que se propuso Constantino fue desenmascarar las molestias y oprobios que provocan los actuales cánones de belleza de la mujer como así también la maquinaria publicitaria de los artículos de lujo.

Sin embargo, el jabón de grasa humana puede también connotarse con el Holocausto. En una nota publicada en Pagina/12 como respuesta a las críticas que recibió de Tom Lupo y José E. Burucúa, la artista citó: "´Quien tomó el compromiso de llevar a cabo una acción en el mundo, de hacer arte, se presupone bueno, se presupone inocente´, sostenía el artista húngaro László Moholy-Nagy. Yo, como artista, vivo un impulso creativo libre de segundas intenciones", dijo la artista, que previendo los "posibles errores de interpretación" les pidió su opinión a "autoridades religiosas e institucionales judías".

En mayo del año pasado, el Malba retiró arañas de una obra de arte textil (metáfora del tejido) tras las protestas del público en redes sociales por explotación animal y daño del medio ambiente. Las arañas estaban incluidas en una de las instalaciones artísticas, que lleva por título "Sí, quería", del artista Joaquín Sánchez, pero las quejas llevaron al museo a reconsiderar la utilización de esos insectos, por lo que decidieron devolverlas a su hábitat natural.

Sin embargo, desde la institución explicaron en su Instagram que las arañas "fueron cuidadosamente hidratadas y alimentadas a diario, con su alimento natural (moscas domésticas)" y que "el tamaño de la instalación y las estructuras colocadas en su interior fueron diseñadas especialmente para que las arañas pudieran confeccionar sus telas adecuadamente". ¿Qué significa que el Malba haya cedido al reclamo de liberar arañas que se exhibían en una obra? ¿Se visibilizó el respeto por otras especies? Si el arte se vuelve "polémico" o "controversial" ¿Logra entonces su cometido de volcar una reflexión estética y política?

Con información de Télam