(Por Josefina Marcuzzi) En plena crisis general del mercado editorial, los sellos menos comerciales y autogestivos del interior del país se reinventan para sortear las dificultades geográficas y sobrevivir a las peripecias que implica estar fuera del circuito literario de Buenos Aires, con el corazón y el esfuerzo orientados a ofrecer un catálogo tan novedoso como federal y llegar a la visibilización y mejor comercialización de sus autores y títulos.
Encontrar una librería en Buenos Aires que tenga, en su mesa principal, variedad de sellos, es casi una utopía. Al frente y con presencia avasallante, las grandes editoriales mainstream porteñas copan las propuestas más visibles. Los sellos más pequeños están, pero hay que buscarlos. Y los sellos más pequeños y de las provincias también están, pero hay que buscarlos (aun) más. El acceso a los círculos literarios y de comercialización es mucho más complejo para quienes se desarrollan, con enorme calidad y compromiso, fuera de la Capital Federal.
Consultados por Télam, editores de diferentes propuestas de Córdoba, Río Tercero, Rosario, Santa Fe, Bahía Blanca y La Plata coinciden en que las dificultades se centran en el acceso a imprentas más económicas, la dificultad de interactuar más fluidamente con escenarios sociales y circuitos literarios concentrados en la Ciudad de Buenos Aires -que a su vez conectan con un mercado de lectores con mejor poder adquisitivo- y la imposibilidad de tener un contacto diario con periodistas, críticos y libreros.
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"Para las editoriales es desventajoso tener que pagar fletes y enviar el catálogo en cuentagotas. La peculiaridad del rubro, el editor, es que en general deja sus libros en consignación en las librerías. El librero paga 30 días después de declarar la venta, con un descuento acordado promedio del 40% sobre el precio de tapa al público", explica Juan Carlos Maldonado, editor de Alción Editora, un sello emblemático de Córdoba.
"Empezar un proyecto editorial en el interior es bastante más duro que en Buenos Aires. Contar quién sos, qué hacés, cuál es la propuesta: hay que explicarse demasiado. Después, con el paso del tiempo y el desarrollo de los catálogos eso cambia, pero instalarse en el mercado lleva mucho tiempo", agrega Alejo Carbonell, editor de Caballo Negro Editora, también de Córdoba.
Las mayores desventajas se vislumbran en la instancia productiva del libro objeto, especialmente en los procesos de impresión, difusión y distribución. En el caso de las imprentas, la dificultad es múltiple: hay menor cantidad de opciones para elegir, los costos son más caros y el servicio es, en líneas generales, de menor calidad.
"Generalmente en las imprentas se paga caro un trabajo malo. Luego hay dos cuestiones centrales para el crecimiento de un sello editorial: la difusión y la distribución, que además están ligadas. Si no tenés una buena distribución en todo el país, no se difunde (desde Capital) la existencia del sello ni de los libros. Y si no se difunde el sello, nadie te toma el material para distribuir. Un círculo perfecto. Romperlo implica llegar a articular cuestiones de financiamiento, de logística y de contactos. Armar una red sólida en ese sentido a veces toma años y las editoriales independientes muchas veces no consiguen sostenerse tanto", explica Maximiliano Crespi, editor de 17 grises, sello de Bahía Blanca.
Otra de las cuestiones más relevantes para pensar el mundo editorial es el rol del Estado en las producciones culturales. Consultados sobre este punto, la mayor parte de los editores coinciden en que si bien hay becas y posibilidades de acceder a fondos públicos, en muchas ocasiones los jurados o académicos son de Buenos Aires y eso afecta el supuesto carácter federal.
"El Estado puso atención en federalizar becas y subsidios. Cada programa tiene 'un cupo' para las provincias. Restaría, me parece, que quienes seleccionan también sean de todo el país, porque por lo general son de Capital y lógicamente conocen menos los proyectos de las distintas provincias y cómo éstos impactan en su región", explica Agustín Arzac, editor de Eme, sello de La Plata.
"Es llamativo cómo a veces hay premios literarios en donde hay 10 libros finalistas y sólo se difunden notas periodísticas, reseñas y críticas de los 3 libros publicados por grandes editoriales de Buenos Aires, y los demás apenas se mencionan", completa Carolina Rolle, editora de Beatriz Viterbo, de Rosario.
Con algunas diferencias, los entrevistados coinciden en que Internet y la posibilidad de tener catálogos online han reducido un poco esa brecha, aunque no lo suficiente. En muchos casos, todavía, los editores apuestan al encuentro presencial para potenciar el trabajo y optimizar su llegada a vista y oído del posible lector.
"Podemos forjar relaciones con periodistas y agentes de prensa por mail, redes sociales o whatsapp, y eso ayuda. De todos modos, prefiero ponerle el cuerpo. Nudista es cordobesa pero tiene autores de Salta, Santa Fe y de pueblos pequeños. Mi próximo objetivo es publicar a autores del Cuyo o de la Patagonia. Y para eso viajo, estoy y me vinculo cara a cara", agrega Martín Maigua, editor de Nudista, de Río Tercero, Córdoba.
"Vivimos en un país donde nada es federal. Ahora, lo peor que nos puede pasar a nosotros como sello del interior es ser, esencialmente, un sello del interior. Que esa condición nos termine encorsetando en una mirada de los lectores, la crítica, los colegas y el Estado. No nos gusta ser la nota de color. Nosotros elegimos qué publicar, tenemos una posición política, nos ubicamos en el mapa, elegimos discutir cosas. Y eso es lo más relevante", suma Alejo Carbonell.
La territorialidad como ventaja
¿Qué tienen en común un sello de Córdoba, de Santa Fe o del interior de la provincia de Buenos Aires? ¿Cuáles son las potencialidades y propuestas de las editoriales que nacen, crecen e incluso se fortalecen fuera de la lupa porteña?
El trabajo de editores, críticos, escritores, lectores y demás engranajes que componen el círculo literario en pueblos y ciudades del interior se retroalimenta y se enriquece de su propia territorialidad. El esfuerzo está puesto, en muchos casos, en ese intercambio virtuoso que no requiere, siempre, del "Dios que atiende en Capital".
"No estamos absortos en la 'rosca porteña'. Tenemos un enclave territorial fuerte, La Plata es una ciudad con mucha tradición literaria y en estado de ebullición artística permanente. Autores y lectores acompañan en el cotidiano y sostienen la escena local. Los cruces entre escritura, música, pintura y cine son constitutivos de la ciudad y producen una energía potentísima y singular", explica Arzac.
"Nuestro centro es el lugar donde trabajamos y hacemos los libros, donde viven los autores que publicamos. Desde la gestación tenemos una mirada federal que alimentamos con cada libro que publicamos. Vivir acá me permite viajar rápidamente a otras provincias y eso facilita el encuentro con nuevos autores", sostiene Maigua.
Muchos de ellos coinciden en que ese intercambio virtuoso se produce a raíz de exhibiciones, muestras de arte, ferias de fanzines y ferias de pequeñas editoriales de publicación literaria.
"Tras más de 10 años de trabajo, tenemos bastante actividad en Rosario, Santa Fe y Buenos Aires. La editorial se forja en los lugares físicos de encuentro, nos vinculamos mucho a través de reuniones o ferias con otras editoriales que nos gusta que estén cerca", agrega Maximiliano Masuelli, de Iván Rosado, editorial de Rosario.
El espíritu y la expansión de los sellos
La fortaleza de las editoriales que se desarrollan en las provincias está vinculada, en muchos casos, con la variedad que ofrece los catálogos, la originalidad en las propuestas y la multiplicidad de autores y autoras no-mainstream.
La provincia de Córdoba, por ejemplo, tiene hoy más de 40 sellos independientes y se encuentra en un momento muy vigoroso del movimiento editorial. "Empezamos en 2009 con una colección de poesía y hoy publicamos entre 5 y 10 títulos por año. El sello nació de un grupo de amigos, y nos pasó que a medida que fuimos desarrollando catálogos, los catálogos empezaron a hablar por nosotros y no tuvimos que explicar más nada. Eso nos va ayudando a conseguir otros autores que queremos", explica Carbonell, de Caballo Negro.
Alción nació en 1983 y acumula hoy más de 3 mil títulos publicados, y es una pequeña empresa familiar llevada adelante por el dueño, su mujer y sus hijos. Se caracteriza por tener gran variedad de títulos clásicos, como así algunas perlas, entre ellas el primer libro que se escribió sobre América escrito en 1502, "De Orbe Novo", de Pedro Mártir de Anglería, amigo de Cristóbal Colón.
"17 grises nace de la desilusión frente a un contexto (la pobreza insufrible del campo cultural bahiense), transita la desilusión (de haber llegado a Buenos Aires y que el mundo no fuera el soñado) y se dirige a la desilusión de extinguirse como una de las últimas editoriales que publica 'solo libros en papel'", cuenta Crespi.
En algunos casos, estos proyectos autogestivos mutan. Nacen de un modo, se desarrollan, finalizan de otro. Iván Rosado, por ejemplo, nació como sello editorial de libros y hoy amplía su horizonte en el mundo del arte y los fanzines.
Eme, en cambio, nació como una revista de raíces bonaerenses, Estructura Mental a las Estrellas. Entre 2009 y 2015 publicaron 5 números y desde 2014 se dedican a publicar libros. "El crecimiento se debe mucho al trabajo colectivo que hacemos con editoriales hermanas como Pixel, Club Hem y Fa, a la experiencia de compartir un espacio, una distribuidora, una librería, proyectar eventos y ferias", agrega Arzac.
Muchas de ellas miran la posible expansión de sus catálogos hacia los mercados latinoamericanos, en algunos casos, donde el acceso es medianamente sencillo, aunque no así los costos. En otros, como es el caso de Beatriz Viterbo, que trabaja con ensayos de pensadores argentinos y teoría literaria, esas fronteras se amplían a mercados internacionales como los de España, Estados Unidos e Italia, entre otros.
Con información de Télam